EFE/Juan Ignacio Roncoroni

Tabárez y la peligrosa burbuja en la que se aisló

Tabárez transformó a la selección en una isla. Pero se terminó alejando tanto que quedó aislado, con los jugadores y el Ejecutivo como el único vínculo real

Tiempo de lectura: -'

15 de octubre de 2021 a las 16:39

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

La malísima triple fecha de Eliminatorias que hizo la selección uruguaya de fútbol, con apenas un punto de nueve posibles, dos goleadas ante Argentina y Brasil, dos lugares perdidos en la tabla, ya fuera de los puestos de clasificación directa, reactivó un debate tan gastado como de posiciones irreductibles: ¿Tabárez sí o Tabárez no?

La diferencia con todas las veces anteriores es que, ahora sí, el Ejecutivo de la AUF parece dispuesto al menos a sentarse a pensar en un escenario sin Tabárez. No es fácil: quedan seis partidos amuchados entre noviembre y marzo, por lo que el margen de maniobra es mínimo. 

Pero la caída sin levante ante Argentina y Brasil, la incapacidad de reacción del equipo, la falta de respuesta del técnico, hasta sus declaraciones conformistas –"nunca fuimos el gran equipo de Sudamérica" o "fuimos vapuleados, sí, pero por un equipo muy bueno"–, generan el combo para pensar si, ahora sí, el ciclo no está agotado. O al menos, si hay fuerzas para revertirlo.

La discusión suele ser radical y un tanto mezquina. Desde el rincón de los defensores de Tabárez se muestra al “proceso” como la lucha contra los poderes económicos del fútbol –básicamente Paco Casal y Tenfield–, y ante cada pedido de destitución plantean la alternativa de volver a las épocas en que Casal o el periodismo ponían jugadores en la selección, en que los jugadores se iban de la concentración a pescar o de fiesta o las épocas de problemas con los repatriados. Como si el solo hecho de sacar a Tabárez significara retroceder los almanaques a la década de 1990, algo tan absurdo que se cae de solo decirlo.

Del otro lado, los anti Tabárez usan como argumento principal que el entrenador que más tiempo estuvo al frente del seleccionado solo logró un título, el de la Copa América 2011. También sus planteos mezquinos –que en los últimos tiempos modificó–, el hecho de desaprovechar a estrellas mundiales como Suárez o Cavani. Y ahora, de aferrarse demasiado a ellos.

Una copa en 15 años es demasiado poco. Pero aunque es el ítem más importante para juzgarlo, es demasiado miope ignorar muchas de las virtudes que en Uruguay y el mundo le han reconocido al entrenador. 

Tabárez le dio un orden al sistema de selecciones e impuso algo tan obvio como que haya una línea única entre las divisiones juveniles y la mayor. Dio autoridad al cargo de entrenador de la selección uruguaya. Estableció un modelo en el que, con cierta distancia –los jugadores reconocen que casi no hablan de temas personales con el DT– generó la identificación absoluta de parte del plantel. Y, mal o bien, le dio una identidad de juego a la selección, bastante coherente con las raíces del fútbol uruguayo.

Todo eso es cierto. Pero también lo es que en ese período Uruguay tuvo a una de las mejores generaciones de jugadores de la historia, y que se quedó demasiado impregnado a esa identidad defensiva, aún cuando tenía jugadores para más. Y también que las clasificaciones a mundiales, o a mundiales juveniles, pasaron a ser referencias excesivamente importantes para evaluar la tarea del entrenador. La vara se bajó demasiado: llegar a cuartos de final de un mundial pasó a ser catalogado como una gran actuación, lo cual es discutible más allá de que no se hubiese logrado en los 35 años precedentes. 

Más aún: para algunos, juzgar a un entrenador por los resultados que consigue pasó a ser una blasfemia, una falta de tino, un olvido histórico, o ser funcional a Casal. 

Para peor, a Tabárez nunca le gustó dar explicaciones. Tanto en los mejores momentos como en los peores, el entrenador de la selección se escudó en un punto intermedio entre la desconfianza y la ironía a la hora de responder a la prensa. Más de una vez dijo que no hablaba de táctica con los periodistas porque sabían menos que él, algo que seguramente es cierto pero que, atado a cierta superioridad moral de su discurso, terminó de ponerle en contra a muchos que incluso podían estar de acuerdo con sus ideas tácticas.

No es normal que un entrenador hable menos con la prensa que un presidente de la República. Que haya armado un sistema de atención a los medios que en definitiva está pensado para tener la mayor distancia posible, solo a través de conferencias de prensa que hace un año y medio se limitan a preguntas enviadas previamente por Whatsapp, y que cuando sale a dar entrevistas las hace todas juntas en el lapso de una semana. 

No solo con los medios: en un sentido positivo, Tabárez transformó a la selección en una isla, independiente a las chiquiteces del fútbol uruguayo. Pero se terminó alejando tanto que quedó aislado, con los jugadores y el Ejecutivo de la AUF como el único vínculo real. En todo este tiempo, el DT se encerró en una burbuja, e hizo que solo los resultados hablaran por él.

Cuando los resultados fueron positivos, todo eso no fue mayor problema. Pero ahora los resultados no acompañan. No solo los resultados. Al menos hasta ahora, no hubo grandes señales públicas de rebeldía, de convencimiento, sea de los jugadores o el cuerpo técnico, de que la situación es levantable. En ese escenario, la burbuja que creó el entrenador lo deja terriblemente solo, y vulnerable como pocas veces.

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.