The Cure en el Antel Arena
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > CRÓNICA DEL SHOW

The Cure en Montevideo: así fue el show histórico que terminó con Robert Smith emocionado

The Cure tocó este lunes por primera vez en Montevideo, y dio un impactante show de más de dos horas y media
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28 de noviembre de 2023 a las 10:03

Y entonces, cuando Robert Smith salió a escena, el aplauso recrudeció y tuvo un tono distinto. Cuando el vocalista, guitarrista, compositor principal y líder de The Cure se hizo visible en el extremo del escenario del Antel Arena, precedido por sus compañeros de banda y por los sonidos de una tormenta que se extendió durante diez minutos para ir marcando el clima, las palmas dejaron de ser de entusiasmo y bienvenida.

Pasaron a ser aplausos de reverencia. De esos que se dedican al ídolo que sale de la cancha después de un gran partido, por ejemplo.

Mientras Smith se recorría de punta a punta el escenario, la ovación era el reconocimiento en vivo a la historia de la banda que estaba a punto de empezar una presentación de más de dos horas y media, y también a la influencia que el grupo británico ha tenido en Montevideo, una ciudad donde el nihilismo, la oscuridad y la melancolía que están presentes en la identidad del grupo calaron lógicamente en el también melancólico espíritu uruguayo, sobre todo en la generación postdictadura – que tenía una representación considerable en la audiencia – pero también en las que fueron viniendo después.

Porque los grupos buenos de verdad tienen eso. Lo que hacen no tiene época. Y su obra se fue heredando, referenciando y valorando más allá de la década de 1980, a través de referencias, de la participación del grupo en bandas sonoras, y de la propia influencia de Smith en personajes de ficción, del joven manos de tijera de Tim Burton para abajo.

Y encima, a eso se le suma que The Cure parece sonar cada día mejor. La contundencia y la claridad de los británicos sobre el escenario es apabullante y maravillosa a la vez. El último álbum del grupo es de 2008, aunque en 2022 publicaron dos temas nuevos –presentes en el repertorio de este lunes– como anticipo de un nuevo disco que viene amagando con salir hace dos años, así que parece que toda la energía que no se ha canalizado en canciones nuevas se ha concentrado en ser increíbles en las tablas.

A la potencia musical se le suma que a los 64 años, Smith tenga la voz realmente intacta, y que el sexteto aguante la extensión de un show que realmente pesó en el cuerpo del público, con 28 canciones casi sin cortes.

O sea que sí, que fue un show de cinco estrellas. Uno solo puede imaginar el significado que debe haber tenido para los que los empezaron a escuchar hace tres o cuatro décadas verlos tocar por primera vez en Montevideo, y que encima se hayan despachado con un show de tal calibre y extensión, y que encima hayan tocado los clásicos infaltables de su repertorio, y que encima Smith se haya despedido emocionado, prometiendo volver y certificandoIt’s been fucking great”.

Conexión generacional o no, el de este lunes en el Antel Arena fue uno de esos espectáculos de los que uno bien puede acordarse el resto de su vida.

En la noche con más ropa negra por metro cuadrado de la historia de la ciudad, el espectáculo de Smith y los suyos tuvo algo mágico, donde el hit radial cohabitó con el instrumental de siete minutos, donde lo dark convivió con el baile, el salto, y la melodía convertida en “oooh” tribunero, en un espectáculo en tres actos, con un tramo inicial extenso, de 17 canciones, seguido por un primer bis más oscuro, y un segundo cierre, festivo.

The Cure en el Antel Arena

Ya la cosa empezó arriba, con Pictures of you como segundo tema tras Alone, uno de los monumentales y ambiciosos temas nuevos de los ingleses. Después vino la explosión de In between days, el encanto de A forest, el discotequeo de The Walk, los abrazos en Friday I’m in love, el estallido final con el cierre y Boys don’t cry. En el medio, en las tribunas y en la cancha, veteranos que se agarraban la pelada, maravillados; miradas cómplices entre parejas, padres, madres, hijos e hijas sonriendo codo a codo.

Y en el medio de todo, Robert Smith. De negro, claro. Con una remera que dice Montevideo y tiene el Palacio Salvo. Delineado y maquillado como el macaco gótico icónico que sigue siendo, aunque el pelo ralee y haya encanecido, aunque el tiempo se note y haya un aire a la Mamá Cora de Antonio Gasalla innegable. Pero la pinta, ya lo dijo Palito Ortega, es lo de menos. Smith canta como nunca y en el tramo final del show, baila como siempre. Baila, y la gente, ya agotada, recupera milagrosamente la energía y baila con él.

Smith contorsiona los brazos, desata una ovación cuando menea las caderas, se mueve para acá, para allá. Y atrás van las miradas, las manos extendidas, los “buena, Robert”, los celulares, la idolatría.

Y entonces todo termina. Las luces se prenden de nuevo, el cantante se despide emocionado, las piernas y las espaldas vuelven a doler, el cansancio abraza. Pero nadie se va triste. Los comentarios se repiten sobre el estado de Smith, sobre lo espectacular del show. Los oídos retumban. Se sacan las últimas selfis, y se sigue coreando Boys don’t cry o Friday I’m in love. Porque The Cure logró dar vuelta la semana, y que un lunes sea, por casi tres horas, un viernes. Y enamorar a todo un estadio.  

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