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19 de julio de 2020 a las 05:00

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Dos ríos –el Uruguay y el de la Plata– separan y unen simultáneamente a Uruguay y Argentina. En lenguaje coloquial, se dice “un charco” porque son ríos de fácil cruce a través de dos puentes o por transporte marítimo. Cruzar está al alcance de todos. Y los lazos que nos unen y que nos separan están presentes desde los tiempos del Virreinato del Río de la Plata. La disputa de puertos entre Buenos Aires y Montevideo viene desde esa época. La hermandad también, aunque con sus bemoles en cuanto a la forma de gobierno planteada por la Provincia Oriental, que llevó a claras disputas no solo geográficas sino también filosóficas. Artigas, inspirado en la Constitución de Estados Unidos, estaba mucho más cerca de un estado federal que las autoridades porteñas. Finalmente estas triunfaron e impusieron su modelo.

Lo que planteó Artigas en las Instrucciones del año XIII no fue de buen recibo en la vecina orilla y la Liga Federal no pudo imponer sus ideas y su camino. Fue subsumida por el centralismo porteño. La Provincia Oriental, favorecida por “el charco” y con la ayuda del Imperio británico tuvo finalmente su independencia, que no era lo que buscaba Artigas en los comienzos. Pero en 1825-1830 Artigas estaba retirado en Paraguay y con nula influencia en los asuntos de la región.

Con todo, la diferencia no estaba solo en “el charco”. Había diferencias filosóficas sobre la concepción de una forma de gobierno muy republicana y liberal que se planteaba en esta orilla con otra más centralista que predominaba del otro lado de la orilla. Y no fue sino hasta que Juan Bautista Alberdi redacta la Constitución de 1853 que el modelo republicano y liberal se asienta, al menos en los papeles, del otro lado del charco.

Sin embargo, siendo ambos países semejantes en los fundamentos constitucionales hubo siempre una diferencia. Quizá el tamaño, quizá el origen de cada nación, hizo que el concepto de libertad prendiera más fuerte de este lado del charco. Pero ello no fue obstáculo para que entre ambos países hubiera muy buenas relaciones. Y más allá de los problemas entre gobiernos –en Uruguay nos duele la Doctrina Drago de 1910, que quería hacer llegar el límite de Argentina hasta nuestras playas; nos duele el bloqueo peronista de los años 50, cuando Perón prohibió los viajes a Uruguay, y nos duele el bloqueo de este siglo, apoyado explícitamente por Néstor y Cristina Kirchner, sobre el puente de Fray Bentos-Puerto Unzué, con motivo de la instalación de la primera planta de UPM–, hay una clara compenetración a nivel de los pueblos. Ningún uruguayo se siente extranjero en Argentina y ningún argentino se siente extranjero en Uruguay, más allá de las rivalidades deportivas que generan otro tipo de actitudes y enfrentamientos.

DANIEL GARCIA / AFP

Todas estas reflexiones vienen a cuento de la repercusión de las tres entrevistas que el presidente Lacalle Pou concedió esta semana a tres medios argentinos contando, básicamente, cómo Uruguay había luchado contra la pandemia sin caer en la cuarentena forzosa, a diferencia de Argentina, donde llevan más de 120 días en esa situación.

Las palabras de Lacalle sobre la “libertad responsable” y sobre su negativa a instalar un estado policíaco para controlar que la gente no saliera de sus casas calaron muy hondo en una sociedad en la que además de la crisis sanitaria hay una crisis económica y política muy grave, que viene de lejos y a la que no se ve salida clara. Las palabras libertad y responsabilidad, la negativa a una persecución policíaca y la positiva reacción voluntaria de la gente a quedarse en casa sonaron fuerte en los oídos de muchos argentinos que están cansados de las cuarentenas forzadas, y de una actitud antiliberal del gobierno, no solo del nacional, sino también de la provincia de Buenos Aires y de la Capital Federal (aunque aquí gobierna Horacio Rodríguez Larreta, elegido por el PRO de Macri). También cayó muy bien la negativa presidencial a aumentar impuestos sobre el capital por aquello de que no quiere amputar las piernas de quienes deben tirar del carro cuando venga la época de la reactivación.

Presidencia de la República

Es obvio que nuestro presidente trata de seducir a varios sectores argentinos a establecer residencia fiscal en Uruguay o lisa y llanamente a invertir en un país más amigable a los empresarios y con mejor clima de negocios. Está promoviendo la marca Uruguay y es correcto que lo haga.

Pero hay más. Como me decía el miércoles un amigo argentino, esos conceptos cayeron muy bien porque no son una “cuestión de técnica ni de táctica sino de algo más profundo, que es cómo se piensa y cómo se vive la libertad”. Y quizá haya que remontarse a Artigas para entender que estos conceptos de Lacalle Pou se enlazan perfectamente con la magnífica 4a instrucción del año XIII, que dice que se “promoverá la libertad civil y religiosa en toda su extensión imaginable”.

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