¿Un invierno de descontento?

En los últimos meses, a medida que la vacunación fue dejando atrás lo peor de la pandemia, la recuperación económica se ha acelerado por sobre las proyecciones previas, y está superando a la reacción de la oferta, con un efecto al alza sobre algunos precios y de escasez de ciertos bienes.    

Tal como ha ocurrido en otras ocasiones críticas del pasado, estas dificultades de orden global se expresan antes que nada en el mercado de la energía. Ahora, además, con el agregado que ha comenzado una transición nada fácil hacia un uso más intensivo de energía renovables.    

Hace algunas semanas, el precio del petróleo alcanzó los U$S 80 el barril por primera vez en tres años, mientras se duplicaba el precio del gas y subía el precio del carbón. La demanda de petróleo se está recuperando fuerte para superar en un par de años al nivel  previo a la pandemia. 

En lo inmediato, hay proyecciones del precio Brent a U$S 90 el barril antes de fin de año. En esa línea, el reciente rechazo de la OPEP, Rusia y sus aliados al pedido del Presidente Biden para acelerar sus planes de aumento de la producción mensual de petróleo de 400.000 barriles diarios, provocó un nuevo aumento del precio, que llegó a su mayor nivel en siete años.   

Por su  parte, el precio del gas natural se ha disparado y sólo una promesa de Rusia de un aumento de su producción pudo moderar en algo esta tendencia alcista.   

Otra fuente de dificultades proviene de algunos de los problemas actuales de China para mantener un ritmo normal de producción y en consecuencia, el abastecimiento habitual de sus mercados en el exterior. 

Los cortes de energía en al menos diez de sus provincias están afectando a la producción, en tanto varias industrias se vieron obligadas a cortar su actividad. Ello porque hay una orden del gobierno central que fija metas restrictivas muy exigentes para la emisión de carbón, al tiempo que sus precios han subido en el año en un 56 %. Por distintas razones, también hubo problemas en los puertos y en los centros de abastecimiento. 

Por todo ello se espera que la producción industrial en este año suba a un ritmo de entre 4 y 4.5 %, que sería inferior al del pasado, con un efecto a la baja sobre el dinamismo del PBI global.    

En este marco es que hay que ubicar al alza del precio internacional de los “commodities”, el incremento de costo de los fletes marítimos y la falta de ciertos insumos básicos como el acero, los semi conductores y otros.

Una de las principales consecuencias de toda esta situación es el aumento de la inflación, en particular en Europa, no sólo en estos últimos meses sino también en su proyección hacia fines del año en curso. De acuerdo a la OCDE, la suba de precios de los países del G20 tiende a un 4.5 % anual, que es un 3.6 % en Estados Unidos.   

La inflación de Alemania es del 4.1 %, el mayor nivel en veintinueve  años, con una proyección del orden del 5 % sobre fines de año. España tiene un registro similar, del 4 %, el  mayor  en trece años. Igual guarismo se registró en el Reino Unido. Francia está un mejor, con un 2.7 %, que de todos modos es la mayor de la década. Son cifras que ponen en entredicho la idea que hasta hace poco sostenían los gobiernos, en cuanto a que el alza de los precios era transitorio y habría de ceder a partir del año que viene.

Como muestra de las dificultades de esta situación, Francia acaba de postergar el alza de los precios del gas y la electricidad hasta el próximo mes de abril, después de la suba de un 12.6 % en el gas. También habrá de disminuir la suba del 4 % en el precio de la electricidad prevista para el próximo mes de febrero. El gobierno ya había anunciado además un subsidio de excepción de 100 euros para la factura de 5.8 millones de hogares de menores ingresos, que podría aumentarse en el futuro.  

Es que con vistas a la elección presidencial del año que viene, el gobierno desea evitar en estos meses todo aumento de precios que pueda provocar un movimiento de protesta social similar al que tuvo lugar en el 2018. 

La situación es aún más difícil en el Reino Unido, no sólo por el alto nivel de la inflación. El aumento de los precios de la energía y algunas de las rigideces asociadas a las trabas que impuso el brexit sobre la inmigración, han provocado la escasez de camioneros y de mano de obra especializada en sectores como frigoríficos y avícola. Ello ocasionó el desabastecimiento de combustibles y de ciertos alimentos, que en algunos casos podría extenderse hasta Navidad.  

El BCE y el Banco de Inglaterra están muy alertas ante este brote inflacionario, en especial por el riesgo que ellos se trasladen a las expectativas de los consumidores y a la demanda de los sindicatos por mayores salarios. Hay varios países de la UE en los que los sueldos públicos y las jubilaciones están indexados con la inflación. 

Hace sesenta años un ministro de economía de Argentina pidió a sus compatriotas “pasar el invierno” para esperar los resultados de sus políticas. A veces, la historia se repite.