Pancho Perrier

Un mes crítico y mucha gente dando manija

Sistema de salud bajo presión y vacunación a gran ritmo

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03 de abril de 2021 a las 05:03

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Uruguay padece ahora la acometida más fiera del covid-19, que provocó más de 1.000 muertos y al menos 110.000 contagios en un año. El país está en fase de lockdown o aislamiento suave, con chances de aumentarlo, para aliviar el sistema de salud, puesto a prueba con retraso ante el resto del mundo.

La trepada de contagios ha sido vertical desde el 20 febrero, con su secuela proporcional de muertos y personas en cuidados intensivos.

A la delicada situación sanitaria, con los centros de cuidados intensivos (CTI) bajo presión aunque todavía no desbordados, salvo en la frontera con Brasil, se suma una insufrible lucha propagandística que deforma la realidad entre militantes oficialistas y opositores. 

¿El sistema de salud fue desbordado o no? ¿Las medidas oficiales para reducir la movilidad son suficientes o no? ¿Los uruguayos saben lo que deben hacer, o es preciso decretar un toque de queda y poner un policía en cada puerta?

Mientras las autoridades de Salud Pública prometían que no habría saturación de los CTI, se conoció una campaña informal de ciertos dirigentes del Sindicato Médico, contradictor constante del gobierno desde hace un año, para que los médicos hicieran circular breves videos afirmando que “el sistema de salud está totalmente desbordado”.

Pocas veces se ha visto una histeria semejante entre tirios y troyanos, salvo en campañas electorales, y una intencionalidad política tan manifiesta, amplificada por los medios electrónicos. 

La pandemia y la tensión prolongada ponen las almas al desnudo.

Uno de los problemas es que un sector minoritario pero obsesivo ha confundido las redes sociales con la realidad. Mientras tanto, la mayoría de la población anda en otra cosa. 

No hay saturación de los CTI, sostuvo Rafael Radi, coordinador del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH), el martes en Telemundo; pero advirtió que puede haber “situaciones puntuales de saturación” en los próximos días y semanas.

Su opinión clara y matizada se pareció a una perla en el fangal.

“Tenemos que bajar la agitación —propuso—. De nada sirve el ruido ni quién le ganó a quién en cada discusión”. También advirtió de que el personal de la salud está cansado, y que no se puede “sostener el aumento permanente, ni seguir con este número de casos, porque necesariamente nos vamos a dar contra una pared”.

El coronavirus sorprende cada día. Lo que funcionó bien en 2020 ya no es suficiente en 2021. 

Con el mapa del país en rojo, según el índice de contagios de Harvard, el gobierno ha tenido que ir para atrás con algunas de sus decisiones, como las clases presenciales, para disminuir la movilidad. Es probable que deba ir para atrás en otros asuntos, si los contagios no dan tregua tras las vacaciones de Semana Santa.

“Déjenme ser clara en esto. Sin acciones preventivas, nuestra región podría afrontar una ola incluso más larga que la anterior”, dijo en Washington el miércoles Carissa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Cada país busca a tientas una salida. Entre el negacionismo al estilo de Donald Trump o de Jair Bolsonaro, quien dejó a Brasil a merced de las decisiones de cada Estado y región, y los toques de queda y salvaconductos para moverse, al modo de Chile, España o Francia —dos extremos con resultados igualmente desalentadores—, media un ancho camino de posibilidades.

“El mes crítico es abril, hoy nuestro objetivo es llegar al otoño, para pasar el invierno; abril se vuelve un mes decisivo para la marcha de la pandemia en Uruguay”, precisó Rafael Radi, un científico de 58 años que se ha vuelto popular en el país en el último año. “Blindar abril”, rogó.

Pero buena parte de los uruguayos no parece dispuesto a cancelar su vida social y familiar, la principal vía de contagio. La enfermedad y la muerte son cosas que les pasan a otros.

Una próxima fase de lockdown —un toque de queda liviano, a la uruguaya: indirecto y etéreo— podría lograrse con el cierre total o parcial de bares, restaurantes y buena parte de los comercios. Esta ha sido la opción en ciertos países del norte de Europa y en regiones de Brasil.

Entonces la mayoría de las personas dejarían de salir, simplemente porque no habría nada para hacer, salvo ejercicio físico y pequeñas reuniones al aire libre.

Mientras tanto, el mundo arde: estado de excepción en Ecuador, cierre de fronteras en Chile, récord de contagios en Perú. Brasil vivió en marzo el peor mes de la pandemia y se teme un abril peor. En Argentina, la crisis sanitaria y socioeconómica se agudiza cada día, aunque la información es incompleta pues allí se realizan pocos testeos.

Hay tres factores principales que impulsan la nueva acometida del covid-19 en Estados Unidos y Europa: la mutación del virus, el retroceso de las medidas de seguridad y el aumento en los viajes.

Las esperanzas reposan en la rápida marcha de la vacunación. Uruguay la inició tarde en la región, pero a cambio se aseguró grandes cantidades de dosis, en medio de la escasez general. 

Aún subsisten algunas serias deficiencias para obtener turno, faltan vacunatorios y es desigual la propensión popular a inmunizarse. Se vacunaron muchas personas en departamentos muy castigados, como Durazno o Rivera, pero muy pocas en Canelones, Paysandú y Salto.

Sin embargo, solo en el mes de marzo, pese a graves problemas para agendarse por vía electrónica, se vacunó con una o dos dosis el 20% de la población general, y más del 26% de los mayores de 18 años. El registro de Uruguay es de los mejores de América, solo detrás de Chile y Estados Unidos, y por encima de la Unión Europea.

A ese ritmo, el decisivo mes de abril debería terminar con 41% de la población de Uruguay vacunada, con una o dos dosis, y 56% de los mayores de 18 años, no demasiado lejos de la ansiada inmunidad colectiva, que podría lograrse temprano, entre junio y julio. El mayor obstáculo parece ser la negativa de muchas personas a vacunarse, por creencias o pavor.

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