No es el tema del día en las redes sociales. No hay una catarata de historias en Instagram que se suben al instante. Tampoco posts elogiosos en Twitter. Y, por supuesto, Snapchat no sabrá nunca de su existencia. Los conciertos de música clásica no generan –como sí sucede con sus primos el rock, el pop, el hip hop y hasta el jazz– esa necesidad imperiosa de querer compartir el aquí y ahora. La música clásica tiene otra cadencia, otro tiempo. Claro que sus artistas son usuarios de las redes y cuentan con cientos de miles de seguidores, son estrellas, pero no son popstars. Hay ciertas diferencias.
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