Jorge Omar Castillo, conocido como “El rey de La Salada”, fue detenido esta madrugada en su domicilio del country Haras Argentino Farm Club, en Luján, tras un operativo que incluyó más de 60 allanamientos simultáneos en el partido de Lomas de Zamora. La causa, a cargo de la Fiscalía Federal N.º 2 dirigida por la Dra. Cecilia Incardona y el Juzgado Federal N.º 1, bajo la tutela del Dr. Luis Armella, lo investiga por los delitos de evasión fiscal, contrabando y lavado de dinero, en el marco de una investigación que comenzó en 2023.
El expediente detalla un entramado complejo conformado por 89 sociedades comerciales vinculadas a 160 personas, a través del cual se canalizaba el blanqueo de capitales provenientes del comercio informal en la megaferia. Durante los allanamientos, realizados en simultáneo, la Policía Federal Argentina secuestró importantes sumas de dinero en efectivo, documentación contable, dispositivos electrónicos y registros financieros. Además de Castillo, fueron detenidos varios individuos señalados como los principales responsables de la administración del complejo de ferias.
La Salada es uno de los mercados informales más grandes de la región, que moviliza semanalmente a miles de comerciantes que compran para revender en todo el país. Sin embargo, su funcionamiento ha sido cuestionado tanto por organismos nacionales como internacionales, incluido un informe condenatorio de la Oficina del Representante de Comercio de Estados Unidos, que advirtió sobre la falta de acción efectiva para combatir la ilegalidad y la falsificación de productos en el predio.
Jorge Castillo: de zapatero a magnate informal
Jorge Omar Castillo es una figura emblemática y controvertida dentro del complejo entramado del comercio informal en Argentina. Su historia, lejos de ser un camino fácil, refleja la combinación de ambición, astucia y una visión empresarial que lo llevó a consolidar uno de los imperios comerciales informales más grandes del país.
Nacido y criado en Ingeniero Budge, un barrio del conurbano bonaerense, Castillo tuvo una infancia difícil. Huérfano de madre desde muy pequeño, comenzó a ganarse la vida vendiendo barriletes y bolitas en la escuela primaria. A los 18 años descubrió su vocación como zapatero y técnico modelista de calzado, oficio que aprendió junto con carpintería, herrería y tornería en el taller familiar. Durante su juventud, vendía artículos de cuero en puestos del Mercado Central, actividad que le permitió tomar contacto con el comercio minorista y el mercado popular.
El auge y la crisis de la Argentina en los años '90 fueron decisivos para su rumbo. A principios de esa década, tras las políticas económicas de apertura y flexibilización de la era Menem, su negocio de cuero colapsó. Fue en ese momento cuando Castillo dirigió su mirada hacia La Salada, un predio ubicado a orillas del Riachuelo en Lomas de Zamora, que en esos años comenzaba a consolidarse como un centro de venta popular informal.
La Salada nació oficialmente en 1991 con la feria Urkupiña, y poco después se fueron agregando otros espacios como Ocean y Punta Mogotes. Castillo alquiló un espacio en este terreno con la intención inicial de hacer negocio, sin imaginar que años después sería uno de sus principales dueños y gestores. En 1999, ya estrechó lazos societarios con empresarios bolivianos como Antonio Corrillo Torrez, una alianza clave para el crecimiento del negocio.
El gran negocio de La Salada no está solo en la venta directa, sino en la estructura inmobiliaria y administrativa del predio. Castillo, junto a Quique Antequera, apodado “el vendedor de camisas”, manejaba la seguridad, el control de los estacionamientos, los horarios de apertura y, principalmente, el alquiler de los puestos. Esta articulación le permitió dominar una feria que hoy cuenta con miles de puestos y una facturación diaria estimada en más de 200 millones de pesos.
A lo largo de los años, Castillo tejió una red de sociedades comerciales que abarcan diversos sectores. Según registros oficiales, es socio de al menos 14 empresas y titular de 23 marcas registradas. Sus inversiones no se limitan a la venta de ropa o calzado: abarca servicios inmobiliarios, cría de ganado equino y aves, producción agrícola de soja y algodón, publicidad, créditos financieros e incluso operaciones vinculadas a casinos y bingos. Esta diversificación le permitió ampliar su influencia y blindar su imperio informal con una estructura legal que aparenta legitimidad.
Uno de los datos que más llaman la atención es la presencia de Castillo en territorios fuera del Gran Buenos Aires. En Mendoza, por ejemplo, junto al abogado Luis Souto, administra “La Salada de Cuyo”, una sucursal que funciona en un predio de casi 60 hectáreas. Esta sociedad también opera en Santiago del Estero con actividades agropecuarias orientadas a biocombustibles. Además, Castillo y Souto figuran como beneficiarios en una empresa radicada en Panamá, un paraíso fiscal conocido por su falta de transparencia, lo que suma otra dimensión a su red financiera.
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La suntuosa propiedad de Castillo en un barrio cerrado de Luján
El nombre de Castillo incluso llegó a plataformas internacionales de entretenimiento. Antes de la pandemia, Netflix mostró interés en producir una miniserie sobre su figura y la feria, aunque el proyecto quedó paralizado por la cuarentena.
Controversias y causas judiciales
Castillo acumula una extensa lista de causas judiciales que reflejan la complejidad y las sombras de su imperio informal. Desde al menos 2013, enfrenta una investigación por evasión fiscal agravada junto a socios como Antonio Corrillo Torrez y Aldo Enrique Presa, relacionados con la firma Punta Mogote S.C.A., núcleo del conglomerado de La Salada. En esa causa se detectaron maniobras para ocultar ingresos y reducir artificialmente la base imponible, afectando miles de millones de pesos no declarados.
La megaferia que administra fue calificada por organismos internacionales como un emblema mundial del comercio ilegal. Un informe de la Oficina del Representante de Comercio de Estados Unidos denunció la masiva venta de productos falsificados y marcas truchas en La Salada, y criticó la inacción de la justicia y la policía argentinas, señalando que los procesos legales “languidecen con excesivas formalidades” y que los infractores “rara vez reciben sentencias”.
Además de la evasión, Castillo está implicado en causas por lavado de activos, motivo central de su reciente detención. La investigación judicial detectó un entramado de 89 sociedades y 160 personas involucradas en un esquema diseñado para blanquear capitales provenientes del comercio informal, con empresas pantalla y operaciones legales que disfrazan el origen ilícito del dinero. Este entramado incluye sociedades en paraísos fiscales como Panamá y empresas vinculadas a casos de lavado de alto perfil en Estados Unidos, lo que evidencia su alcance internacional.
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Un capítulo oscuro en su historia es la muerte de Gonzalo Rojas Paz, uno de los fundadores de La Salada, hallado ahorcado en una celda del penal de Ezeiza en 2001 bajo circunstancias sospechosas, reflejo de las tensiones y disputas violentas dentro del mercado.
En 2017, Castillo protagonizó un enfrentamiento armado con la policía en Open Door, donde disparó con una escopeta, resultando herido un efectivo y generando un nuevo proceso judicial. En 2019, accedió a prisión domiciliaria con tobillera electrónica, beneficio que fue revocado tras la reactivación de la causa por lavado de dinero.
A lo largo de su carrera, Castillo mantuvo una figura pública activa, admitiendo en entrevistas la existencia de maniobras irregulares en La Salada, aunque justificándolas como parte del funcionamiento de grandes empresas. Su perfil combina la habilidad para moverse entre la informalidad del conurbano y barrios exclusivos como Puerto Madero, donde mantiene domicilios fiscales. Así de lejos lo llevó la administración y control del conglomerado de negocios informales más grande del país.