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4 de junio 2025 - 21:00hs

El Informe de Sostenibilidad de los CxO 2024 de Deloitte revela un cambio significativo en la forma en que las empresas abordan el cambio climático: ya no se trata únicamente de cumplir regulaciones o gestionar riesgos reputacionales, sino de aprovechar las oportunidades de negocio que surgen de la transición hacia un futuro de bajas emisiones. Las socias de Deloitte, Daiana Beitler, Ana Méndez y Mariella de Aurrecoechea, aportaron su visión sobre cómo esta transformación impacta en el país y la región, y qué factores podrían acelerar su adopción.

El estudio, basado en una encuesta a más de 2.100 ejecutivos de 27 países, muestra que el cambio climático sigue figurando entre las principales preocupaciones de los líderes empresariales, a pesar de que los indicadores ambientales, como las temperaturas globales, continúan empeorando. La socia y líder de Cambio Climático y Sostenibilidad de Deloitte SLATAM, Mariella de Aurrecoechea, reconoce que hay avances: “La sostenibilidad ya forma parte del business as usual de muchas compañías. Se está incorporando a la estrategia, y eso representa un cambio profundo en la mentalidad de los ejecutivos”.

Sin embargo, también advierte que el camino es largo y dispar. “Todavía hay empresas que no reportan o no miden su impacto. En Uruguay, son pocas las que lo hacen de manera pública. Algunas tienen sistemas internos, pero no los muestran, y en muchos casos las filiales locales dependen de sus casas matrices extranjeras para la consolidación de información”, explicó.

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Una de las claves para acelerar esta transformación está en la tecnología. Daiana Beitler, Socia de Transformación y Tecnología, y especialista en Sostenibilidad de Deloitte SLATAM, detalló tres grandes grupos de herramientas que están impulsando el cambio: “Primero, las soluciones de reportería, que permiten medir y visualizar el impacto ambiental, social y de gobernanza. Luego, las tecnologías operativas inteligentes, que ayudan a reducir consumos y, por tanto, costos. Y finalmente, las que permiten reinventar modelos de negocio con la sostenibilidad como eje”.

Estas herramientas no solo habilitan una gestión más precisa, sino que también abren oportunidades de innovación y conexión con nuevas audiencias. “Hay empresas que, por ejemplo, están ofreciéndole a sus clientes compensar las emisiones de carbono generadas en la producción de esos productos. Son modelos con la sostenibilidad embebida desde el origen y que permiten posicionar sus marcas en forma diferencial con consumidores jóvenes”, ilustró Beitler.

Incentivos, impuestos y medición: la sostenibilidad también se juega en lo fiscal

Desde el punto de vista fiscal, la sostenibilidad también comienza a ganar espacio, aunque aún con desafíos importantes. Ana Méndez, socia de Tax & Legal de Deloitte Uruguay, y especialista en temas de Sostenibilidad, señaló que “las empresas esperan que los gobiernos tomen un rol más activo, tanto desde la lógica de impuestos verdes como en incentivos que premien comportamientos sostenibles”. Según explicó, ya hay preocupación en las compañías sobre cómo impuestos al carbono o mecanismos similares pueden afectar su estructura de costos. Pero también hay una fuerte expectativa respecto a una mayor alineación entre los sistemas de reporte fiscal y los criterios ESG que las organizaciones ya están adoptando.

“La tecnología también es fundamental en lo fiscal”, subrayó Méndez. “No se puede implementar un impuesto que no se puede medir. Las empresas necesitan herramientas para registrar sus impactos, y los gobiernos también”. Además, planteó que, si bien Uruguay tiene incentivos fiscales vinculados a inversiones sostenibles, aún falta una ingeniería más profunda que reconozca prácticas como el pastoreo rotativo o modelos de producción más sostenibles, que hoy no generan beneficios fiscales per se, pese a su impacto positivo.

En esa línea, de Aurrecoechea destacó el rol que podrían jugar las empresas públicas y el sistema financiero como aceleradores de cambio: “Si el sistema financiero incorporara normas explícitas sobre sostenibilidad, podría generar un efecto cascada. Porque todas las empresas, grandes o chicas, están dentro del sistema”.

Entre los obstáculos identificados para avanzar en la transición, las ejecutivas coincidieron en la necesidad de maduración tecnológica —en algunos casos aún no existen alternativas viables— y en la importancia de facilitar el acceso al financiamiento. “Muchas de estas inversiones son intensivas en capital. Desde los paneles solares hasta los parques eólicos, requieren infraestructura costosa. Por eso es clave pensar incentivos más amplios que ayuden a masificar estas soluciones y apoyen a las empresas a descarbonizarse”, dijo Beitler.

La presión para avanzar no solo viene desde los reguladores o los accionistas. Según de Aurrecoechea, la cadena de valor es hoy uno de los actores más exigentes: “Cuando una empresa se convierte en proveedor de un supermercado europeo, por ejemplo, debe cumplir con estándares de sostenibilidad exigentes. Esa presión se transmite hacia toda la cadena”.

En ese sentido, el informe identifica a un “gigante dormido” en el mundo empresarial: las compañías que no están a la vanguardia, pero tampoco rezagadas, y que podrían inclinar la balanza si adoptan una postura más activa. “El cambio vendrá cuando estas empresas del centro se activen y conviertan la sostenibilidad en parte de su propósito estratégico”, concluyó de Aurrecoechea.

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