A un año del inicio de la guerra en Medio Oriente, a la par del horror y la devastación, el mercado reserva paradojas que se desentienden del extremo nerviosismo de estos días. Antes de aquel sábado 9 de octubre de 2023 del ataque a Israel del grupo terrorista pro-Irán Hamás, el crudo Brent cotizaba a u$s 86,5. Este lunes cerró a u$s 80,5. Un año después, está un 7% más barato.
Es que apenas un mes antes el petróleo venía de tocar su mínimo en estos 12 meses. El 10 septiembre se negoció a u$s 68,5 y fue desde entonces que emprendió una sostenida recuperación primero y una disparada más tarde para sumar una ganancia de 17,5%. Un 8% se concentró la semana pasada y otro 3% este lunes.
Aún con las agresiones en la región –y la guerra en Ucrania con Rusia- el Brent se mantuvo buena parte del año en un rango acotado. Y esto con una OPEC+ (principales productores más aliados) reteniendo barriles para tratar de impulsar el precio.
La explicación es tan simple como que la demanda global es demasiado débil y otros jugadores crecieron (EE.UU., Guyana, Brasil y Canadá) con una producción que resultó superabundante.
Ahora la OPEC+ decidió volver al juego y aumentar la producción. No lo hizo en septiembre, como estaba programado, porque con el crudo en u$s 73, se calcula que hubiera caído a u$s 50 (Citi). A partir de diciembre, decidirá su movida. Quizá su oferta evite un crudo desatado.
Biden, las elecciones y un aliado que no escucha
Por ahora el mercado sigue apegado a sus apuestas nuevas subas. La amenaza de Israel de atacar sitios petroleros y nucleares de Irán puede materializarse en cualquier momento, aún cuando la administración estadounidense la haya desaconsejado.
Si algo registró con claridad el mercado es que, a un mes de los comicios en EE.UU., el presidente Joe Biden, no tiene la llegada que se creía a su aliado israelí. O bien no está dispuesto a desplegar todos sus recursos para frenarlo, como recortar la ayuda militar.
Después de todo, debilitar a Irán no es tan mala idea –un Irán doblegado eliminaría a la región como amenaza para Washington y sus aliados-.
Claro, todo esto si no fuera por el hecho de que las Big Oil están donando a raudales a la candidatura de Donald Trump y hasta algunos funcionarios israelíes ya le dieron su apoyo.
Un ataque a las instalaciones energéticas, que representan la mitad del presupuesto de Teherán, recortarían por primera vez la oferta. El cierre total del Estrecho de Ormuz, una represalia esperable, es algo que nunca ocurrió antes.
Es una medida que afectaría las exportaciones de grandes productores del Golfo como Arabia Saudita, Emiratos árabes Unidos, Kuwait e Iraq. También Qatar exporta su gas natural líquido.
Los analistas estiman que los precios del petróleo podrían aumentar en línea con lo que ocurrió en los noventa luego de la invasión de Kuwait por parte de Irak. Hoy partimos de un nivel más alto así que hablaríamos de la zona de los u$s 150 el barril.
El temor a que Irán acelere preparativos nucleares
Por otro lado, el continuo desgaste de las fuerzas iraníes y sus proxies, aún cuando no se cristalice el desmantelamiento de la infraestructura energética, puede hacer que un Irán crecientemente acorralado vea como solución avanzar con preparativos nucleares. Un escenario que se baraja cada vez más en el mercado.
Todo dependerá en gran medida en cómo decide responde Israel, si es que lo hace. Una cosa es inflingir daño y otra, dar un mensaje. Pero queda claro que Irán podría, de decidir construir una bomba atómica, poner en movimiento una carrera nuclear en la región.
Irán está a días, explican los especialistas, de poder producir el uranio necesario para fabricar armas. Pero lograr que puedan ser disparadas en misiles puede demorar meses.
Ese mismo agotamiento y frustración podría expandir la guerra en la región. Los líderes de la milicia pro-iraní están muriendo y su capacidad de responder a los ataques se reduce cada vez más.
En la vecina Jordania, grupos islamistas están marchando políticamente y amenazando al régimen pro-occidental del rey Abdullah II. Una dinámica similar está en marcha en Sudán.
En este año, también el regreso del petróleo iraní quedó en riesgo, aún si sus refinerías siguen en pie.
La voluntad de Biden de hacer la vista gorda a las sanciones, que permitió que la producción volviera a niveles casi récord, parece a punto a extinguirse. El presidente ya advirtió que establecería nuevas medidas y si Trump llegara a ser reelecto podría reeditar su campaña de “máxima presión” de su primer mandato.
En todo caso, el punto, señalan los analistas más experimentados, es que estamos muy lejos de un movimiento de los precios del petróleo como quedó registrado en la historia.
Después del ataque sorpresa a Israel de Yom Kippur en 1973 por parte de una coalición árabe formada por Egipto y Siria, el crudo trepó 233% en los siguientes 12 meses. El asalto, una revancha tras la fallida guerra de los seis días de 1967, se conoce como Yom Kippur porque es el día que los judíos se dedicaban a la oración, el descanso y el ayuno.
En última instancia, si el precio del petróleo sigue subiendo en el trasfondo de una guerra que no encuentra salidas, la inflación podría volver a entrar en escena.
Y otra paradoja cierra este año de espanto y sobresaltos. Después de la interminable batalla de los banqueros centrales por bajar los precios a niveles razonables, cuando finalmente se proponían aflojar las condiciones crediticias, todo queda en duda.
La guerra es día a día.