1 de julio 2025 - 8:58hs

El futuro de Pedro Sánchez en España se viene pareciendo en estos días al presente de Cristina Kirchner en la Argentina.

Investigación judicial, testimonios, audios, pruebas irrefutables, obra pública, coimas y la caída estruendosa de sus aliados políticos. ¿Tal vez una condena? ¿Quizás una tobillera electrónica? Todavía no.

Todo puede ser en el planeta Sánchez ahora que los vientos de la corrupción se han desatado y el primero en caer en desgracia es Santos Cerdán, el navarro socialista que se encargaba de las operaciones más sucias.

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El hombre discreto que armaba las operaciones políticas en secreto con los catalanes separatistas y enemigos de España, o con los vascos nostálgicos de la ETA.

Y que de a poco comenzó a tomarle el gusto al dinero. A trapichear con los empresarios de la construcción y a quedarse (y también a repartir) las mordidas de la obra pública a la sombra protectora de Pedro Sánchez.

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El secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la portavoz de Junts, Míriam Nogueras.
El secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la portavoz de Junts, Míriam Nogueras.

Pero las cosas han cambiado violentamente.

Ahora Santos Cerdán tiene que negociar con los jueces y con los fiscales anticorrupción en la cárcel de Soto del Real. Y tendrá que decidir si se queda unos años a pagar las culpas de todos sus ex amigos, o habla y cuenta cómo se repartían hacia arriba los beneficios humanos y económicos del poder.

La cuestión es que la conexión argentina con el fantasma de la corrupción no se termina allí.

El hilo oscuro que une a Pedro Sánchez y a Cristina Kirchner no es el único de la telaraña de la corrupción y de la desvergüenza política. La situación del presidente de España esconde otro agujero negro que desemboca en la Argentina.

Se trata, nada más y nada menos, de la simetría que la situación de Pedro Sánchez tiene con el derrumbe apocalíptico de Alberto Fernández en la Argentina.

Un presidente que llegó a tener cerca del 80% de popularidad y que terminó hundido en el subsuelo del descrédito.

Se autoproclamó el gobernante de las ciencias, del progresismo y del feminismo, pero terminó apabullado por su propia ineficacia y la dependencia psicológica que tenía de Cristina.

Sin embargo, el pésimo manejo de la economía argentina y el desastre que provocó al frente de la pandemia no fueron suficientes para que la sociedad argentina lo condenara.

El castigo para Alberto Fernández recién sucedió cuando se conocieron las fotos de él y de su esposa (Fabiola Yáñez) disfrutando de una fiesta de cumpleaños mientras la población estaba confinada por el virus.

Entonces sí. Tronó el escarmiento social y la imagen de Alberto Fernández y de su gobierno se desplomaron hasta volver inevitable la derrota electoral de Cristina Kirchner y del peronismo.

Ahí es donde surge la creciente similitud entre los deslizamientos de Alberto Fernández y de Pedro Sánchez.

La sociedad española le ha perdonado el Frankestein con la ultraizquierda de Podemos y de Sumar y, cuando el Perro lo necesitó, también dejó pasar las alianzas con los catalanes del fugado Carles Puigdemont o con los vascos que añoran las bombas.

Sánchez siempre emergió victorioso de cada ahogamiento.

La economía ayudó porque, hay que decirlo, la España de Sánchez está muy lejos del descalabro en el que Fernández dejó a la Argentina, y que todavía intenta resolver el exótico Javier Milei.

Inflación anual de 2,5%, crecimiento siempre arriba del dos del PIB y déficit no más allá del 3% que pide la Unión Europea fueron razones como para que los españoles voltearan la vista hacia otro lado.

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Pedro siempre aprovechó y lleva siete años en el poder.

Pero como le pasó a Alberto Fernández con sus fiestas, sus asados y sus visitadoras en la Quinta de Olivos, a Pedro Sánchez lo vienen demoliendo los audios de la UCO contando, al mejor estilo Marqués de Sade, la fiesta de las coimas mezcladas con otras fiestas.

Anais, Jessica, Miss Asturias. Las fiestas que incluyen el imperdonable reparto de mujeres en lo alto del poder sanchista.

Una licencia que a Alberto Fernández lo expulsó de la política activa, y lo tiene procesado por violencia de género, y que parece haber abierto una grieta entre los sectores mayoritarios de la sociedad española y el socialista que los viene gobernando.

La "albertización" de Pedro Sánchez está allí, a la vista de todos, menos de los que no quieren ver.

Los dos, Alberto Fernández y Pedro Sánchez, se hicieron llamar por sus múltiples aduladores "los gobiernos más feministas de la historia" de ambos países. Les gustaba ese escudo al que destrozó la hipocresía.

Por eso, el vínculo se quebró en el caso del presidente argentino y muestra toda la evidencia de resquebrajarse en el caso del mandatario español.

A Pedro Sánchez lo agobian ahora los audios que muestran el lado oscuro de su gobierno, la acumulación de casos de corrupción en sus cercanías y la inoportuna caída de Santos Cerdán, tentado seguramente a contar todo lo que sabe en la misma medida en que se sienta abandonado.

El Imperio Romano cayó en el año 476, pero la decadencia de Roma y el empoderamiento de los Bárbaros hacía mucho que mostraban las evidencias.

Las señales suelen anticiparse a las catástrofes.

El problema de los Fernández y de los Sánchez de la historia es que recién advierten los signos de la erupción cuando ya no hay manera de escapar de las cenizas y de las rocas ardientes del Vesubio.

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