Una vez más el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha demostrado que la realidad tiene poco que ver con él. No es que le cueste identificarla. Es que, sencillamente, la niega porque la falacia le resulta funcional a sus intereses (o eso cree).
Su intervención en esta cumbre, sin duda, ha sido la más surrealista de las que se le conoce o la expresión de cinismo de mayor intensidad en su dilatada trayectoria de atajos, medias verdades, plagio de tesis, adulteración de urnas en primarias del PSOE, manipulación de las instituciones, corrupción oficial (una “anécdota" para él) y cambalaches familiares desde el poder.
El presidente del Gobierno, amigo de la teatralidad y de la escenificación de guiones intrépidos, dijo en rueda de prensa (la primera en más de un mes) que España no había suscrito la declaración conjunta de la Alianza Atlántica donde todos sus miembros se comprometen a dedicar el 5 por ciento del PIB a defensa de aquí al 2035.
El descaro o desfachatez de Sánchez no los pudo secundar ninguno de los medios de comunicación que el periodista Carlos Herrera define como equipo de opinión sincronizada.
Ni El País, diario al que solía llamar el todavía presidente del Gobierno para corregir o dictar titulares, -como admitió David Alandete tras abandonar el periódico-, ha podido ayudarle a sostener la mentira.
Giorgia Meloni: "Todos hemos firmado lo mismo"
Tampoco le han secundado en esa tarea sus homólogos europeos. De Giorgia Meloni a Emmanuel Macron pasando por prácticamente la totalidad de los dirigentes europeos han confirmado: “Todos hemos firmado lo mismo”.
Pero Sánchez tiene fe en la máxima de miente, miente que algo queda y ante los periodistas dijo: “Me queda claro que, si hoy hubiera otro presidente del Gobierno aquí, hoy España hubiera firmado el 5 % del PIB en defensa. Y eso sería un absoluto error para España. Y nosotros no lo hemos hecho, nosotros no lo hemos hecho.” (sic).
A Pedro Sánchez, ese hombre que se resiste a abandonar la presidencia, pero teme perderla en cualquier momento, le asusta, -como le sucedió a Cristina Fernández de Kirchner-, quedarse sin fueros, pero no le preocupa que su parecido con Pinocho sea la comidilla en la UE y en la OTAN donde, por fin, han descubierto su verdadero rostro.
Sánchez sabe que se ha quedado sólo más allá de los Pirineos, que la imagen de muchacho con onda, de dicharachero en un inglés correcto y la pintilla de guapo ya forma parte de un pasado que no volverá.
La fotografía de los líderes de la OTAN con el Rey Guillermo de los Países Bajos y la reina Máxima, tenía vida propia con un Sánchez mudo en el gallinero (la última fila) y la otra de familia de los presidentes de la Cumbre, con un Donald Trump pletórico, era el reflejo de la soledad del socialista, la imagen de un marginado en el extremo, separado por más espacio que el resto y sin cruzar palabra con nadie.
Como diría su exministro procesado por corrupción y ex mano derecha, José Luis Ábalos, parecía un apestado.
En paralelo el espectáculo en las sesiones de control del Congreso de los diputados en Madrid se repite sin descanso, con y sin Pedro Sánchez de cuerpo presente: dimisión, puteros, ladrones, dejar de robar y expresiones de esa índole son ya una constante en la bancada de la oposición.
El encuentro inquietante de Núñez Feijóo y Abascal
El Partido Popular y VOX parecen estar más cerca que nunca a la vista de la coincidencia en los insultos y al celebrarse una reunión entre Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal. Les une el espanto y no el cariño por la misma la causa.
En el Manual de Resistencia, librito firmado, pero no escrito por Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno defiende la teoría del aguante como camino hacia la victoria o senda para conquistar los objetivos.
En resumen, sostiene que pase lo que pase, caiga quien caiga, el líder no debe inmutarse sino resistir.
Ese modus operandi es el que ha venido haciendo hasta ahora, pero las bambalinas y el escenario están cambiando con demasiada rapidez hasta para él.
A las investigaciones, imputaciones o procesamientos conocidos: Ábalos, Santos Cerdán, el fiscal general, Álvaro García Ortiz, su hermano David Sánchez y su esposa Begoña se ha sumado esta semana la petición del juez Peinado al Supremo para imputar al ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Felix Bolaños, otro socialista de palabra que para su hijo prefiere un colegio privado -y de los caros- como es El Estudio de Madrid.
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El balón de oxígeno que necesita Pedro
Demasiados frentes abiertos hasta para el incombustible Sánchez, demasiadas incertidumbres sobre su futuro inmediato, demasiadas concesiones (ya baraja aceptar hasta un referéndum de independencia para Cataluña a cambio de sostenerle en La Moncloa).
Y ni aun así consigue “Pedro” el balón de oxígeno que necesita en España.
No lo ha logrado con su desafío a la OTAN y a Donald Trump que promete castigar con aranceles a los españoles por sus pecados.
Quizás, cuando el Tribunal Constitucional consume con su votación la legalidad de la amnistía (parcial) para Carles Puigdemont sienta que su puesto está un poco más seguro.
Pero Sánchez sabe que los separatistas son insaciables, siempre quieren más, que el instante de su derrota le puede llegar, pese a darlo todo, en cualquier momento, cuando menos se lo espere.
No sabe cuántas ni dónde están las grabaciones de sus conversaciones con sus exministros camino del banquillo de los acusados. Tampoco conoce qué material tiene Koldo, el portero de discoteca o puticlub que se convirtió en coimero oficial y guardián de sus urnas truchas.
El presidente del Gobierno lo que tiene es la certeza de que debe seguir cediendo con sus socios de la alianza Frankenstein para no salir por la puerta de atrás, o en helicóptero, del Palacio de la Moncloa.
Eso es todo y, en su caso, demasiado.