Diego Battiste

¿Los une el amor o los une el espanto?

La solidez y continuidad de la coalición de gobierno se pone en duda cada semana; a veces por deseo de la oposición de que se fracture y a veces por declaraciones de los socios. ¿Qué fundamentos hay para creer que se rompe o que sigue de largo?

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20 de marzo de 2021 a las 05:00

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Es como una sombra, como un riesgo que sobrevuela permanente: ¿hasta cuándo dura? ¿Se mantiene unida o se rompe? ¿Tiene fuerza para sostenerse o está frágil para quebrarse?

Para la oposición es un deseo.

Para el oficialismo es un desafío, y a la vez, un temor.

La historia de las coaliciones de gobierno en el Uruguay muestra que los partidos que hacen alianza para compartir espacios de poder en el Ejecutivo y coordinar en el Legislativo tienen un plazo de vencimiento implícito en su naturaleza de acuerdo, y que las dudas están acerca de en qué momento los socios que no tienen la Presidencia, toman distancia del asunto y juegan su propio camino.

También el estudio de casos en América Latina está lleno de ejemplos en ese sentido.

Esta semana se reprodujeron otra vez factores de tensión por alguna declaración fuerte de un socio multicolor, que de alguna manera alienta expectativas de posible ruptura.

 El senador de Cabildo Abierto Raúl Lozano expresó disgusto por dichos del presidente de ASSE y pidió una retractación pública, con un tono fuerte, como que si eso no pasaba, “alguna cosa” se iba a hacer, y que no descartaba acción alguna.

Dirigentes colorados insistieron en la necesidad de que el presidente genere un ámbito de negociación política y también en eso se deslizó algún comentario de tipo de advertencia.

Cada vez que hay expresiones así, o reproches públicos, de alguna manera se activan los resortes de la duda sobre la fortaleza de la “multicolor”.

Es que la propia definición de “coalición” que es una “unión transitoria de personas, grupos políticos o países con un interés determinado”, hace pensar a que se trata de algo temporal.

Está claro que la “multicolor” fue un trabajoso acuerdo sin determinación de avance en organización o estructura, y que tuvo la motivación de unir fuerzas en un balotaje bajo una plataforma de gobierno común, para aplicarla en unidad desde el gobierno.

Aunque no tuviera otra proyección manifiesta, esta coalición no viene de la nada, no surge como plan específico de la campaña 2019, ni puede ser comparable a los acuerdos de coparticipación que se dieron en los cuatro primeros gobiernos de esta era democrática, previo a la llegada del Frente Amplio al poder.

Primero: es fruto de coincidencias ideológicas que se afinaron en el tiempo.

Segundo: antes, colorados y blancos alternaban uno como gobierno y otro como aliado (todo el partido o una parte), pero con la mira puesta en la recta de campaña electoral siguiente, para lo cual precisaban “un desenganche” en determinado momento, una especie de “hasta acá llegó mi amor”, o de “ya colaboré todo lo que pude”, y desligarse de su aliado coyuntural pero adversario estructural.

Eso cambió cuando la izquierda se convirtió no sólo en el partido más grande, sino en una mitad del electorado, o casi una mitad según el período.

La evolución política confirmó lo que el entonces líder frentista Líber Seregni vaticinó en 1986, cuando habló de un nuevo bipartidismo, convencido que uno de esos polos de poder sería el lema de izquierda. Probablemente, visualizaba a los blancos como desplazados de la puja central, aunque no mencionó a un partido sino que se limitó a esa definición, de un esquema político de dos, ya no entre colorados y blancos, sino entre frentistas y otro.

Ese “otro” hoy no es un partido sino una suma de partidos, y aunque el Partido Nacional sea el más fuerte, sus propios dirigentes saben que en soledad no compiten de igual a igual con el Frente. Los aliados, colorados, cabildantes o independientes (PI), tienen claro que para tener chance, precisan mantener el vínculo multicolor.

Tampoco eso es a fórceps sino que es un fruto de un proceso de coincidencias sobre lo que se precisa hacer en el país, aunque haya algunos puntos de vista distintos.

Las diferencias de ideas que hay entre los socios de la multicolor son de bastante menor entidad que las que hay -desde siempre y ahora también- en la interna del Frente Amplio, lo que se expresa con claridad en los documentos de actualización ideológica que tienen actualmente en sus sitios.

Hay un factor de conveniencia política que determina que el costo de ruptura es altísimo, enorme, para el socio que se abra de la coalición, y hay otro factor fuerte que es el de afinidad de ideas, a lo que se suma uno no menos importante: la presión del electorado.

En materia de identidades partidarias, una parte importante el electorado está definido por bloques, unos por la multicolor y otros por el Frente Amplio, y ese votante no perdona que sus dirigentes pongan en juego lo principal, por cuestiones menores.

El politólogo francés Maurice Duverger distinguía dos tipos de coaliciones: las efímeras y las durables, y a la primera categoría, a las que se lleva un viento, las identificaba como aquella con cierto grado de desorganización y que partían de un único objetivo, fuera obtener ventajas del sistema electoral, sostener un gobierno, o debilitarlo.

A las “durables”, las señalaba como aquellas que contaban con una organización sólida, una articulación especial, y que de alguna forma constituían un súper-partido.

El Frente Amplio nació como una coalición con riesgo de ser “efímera”, como en otros países de la región, pero se convirtió en “duradera”, incluso superando una fractura amarga en 1989.

La “multicolor” no tiene estructura propia, ni organización, pero sí ha logrado en el Parlamento una “articulación especial” que fue eficiente para sancionar las grandes leyes, y otras no tan importantes pero necesarias.

¿Qué une a la multicolor?, es la pregunta que se harán los aliados para operar políticamente en el presente y su futuro. ¿El amor o el espanto? ¿Están unidos por una coincidencia programática y la voluntad política de gobernar juntos y de seguir unidos para el próximo período? ¿O solo lograron unirse por “susto” a un cuarto gobierno del Frente?

Por conveniencia y por demanda de su electorado, no hay argumentos para la disidencia y mucho menos para la ruptura, por lo que debe esperarse que la “multicolor” siga todo el período y compita unida en 2024, aunque siempre puede haber conflictos que salgan de curso y con derivaciones inesperadas.

El Frente Amplio tiene la mira en 2024 y para asegurar una victoria precisa que la multicolor se parta, por eso sueña con el poema de Borges, “Buenos Aires” y que el oficialismo sea una coalición esfímera:

Aquí la tarde cenicienta espera
el fruto que le debe la mañana;
aquí mi sombra en la no menos vana
sombra final se perderá, ligera.
No nos une el amor sino el espanto … 

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