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30 de abril de 2020 a las 19:25

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Es uno de los sectores que menos ha sufrido (en comparación con otros) el impacto del coronavirus en su ritmo de actividad, pero una serie de factores hacen que la marcha de este motor clave para la recuperación de la economía uruguaya pospandemia no pueda estar al 100% de su potencial desde el vamos. En esta entrega intentaré darte un pantallazo general sobre el presente y la perspectiva (a corto plazo) para los grandes rubros del agro. No todos están en el mismo punto de partida pero, en líneas generales, son más las verdes que las maduras.

La máquina está, pero...

Aunque sin demasiadas certezas sobre cómo será la nueva realidad poscoronavirus, poco a poco distintos países comienzan a dar los primeros pasos para dejar atrás la etapa más dura del confinamiento de las personas en sus hogares. A China y otros asiáticos se han ido sumando los europeos con distintos cronogramas para volver a la “nueva normalidad”. Esto no deja de ser una buena noticia para un país como Uruguay, que tiene como una de sus fortalezas la producción y comercialización de alimentos. Precisamente, distintos analistas estiman que estos commodities serán los primeros en recuperarse tras la debacle económica que dejó el terremoto del covid-19 a nivel global, mientras que a aquellos bienes más durables o los servicios turísticos, por ejemplo, les costará bastante más volver a su cauce. 

Así, el agro uruguayo tendría una coyuntura algo más benévola y seguramente sea uno de los motores que traccione la recuperación, pero no lo hará con todo su potencial en lo inmediato.

Una serie de factores internos (como una sequía prolongada) y externos han pautado un arranque de año complejo para varios subsectores. Y para pensar en superar al 2019 habría que imaginarse un rebote abrupto de precios de los commodities o un fuerte empuje productivo, algo que veo como complejo de alcanzar (al menos este año). A continuación te voy a presentar algunos datos y cifras de distintos rubros para poner un poco en perspectiva la coyuntura actual.

 

La cadena ganadera no podrá repetir

El 2019 fue un año para encuadrar para la ganadería uruguaya. En medio de la vorágine china, las exportaciones de carne vacuna (el rubro más importante) crecieron 11% y superaron los US$ 1.800 millones, una cifra récord. Sin embargo, el primer tercio de 2020 pautó una foto bastante distinta para la principal cadena del agronegocio uruguayo. Primero China (el principal cliente) sufrió un freno abrupto en su nivel de demanda que obligó a negociaciones millonarias por parte de los frigoríficos, luego de una burbuja de precios que el gobierno de la potencia asiática paró en seco y que se agravó por el parate del covid-19 en ese país. Este trago amargo estuvo presente desde el arranque de año hasta mediados de marzo. Cuando todo parecía volver a la normalidad, el virus estalló en Europa y se complicó la foto para el mercado que paga los cortes vacunos más valiosos. También acá hubo que sentarse a renegociar contratos ya pactados con esos importadores.

"Estamos en una situación extremadamente delicada para el sector agroexportador (...) Cualquier opción de colocación de carne es oxígeno puro", dijo este martes al programa Tiempo de Cambio de radio Rural el gerente de marketing del INAC, Lautaro Pérez Rocha.

Ese afloje del mercado internacional de la carne ha pasado factura a los niveles de faena y también sobre el precio en dólares que reciben los ganaderos por su materia prima. 

A falta de una semana para completar el primer cuatrimestre, los frigoríficos habían industrializado 566 mil animales, una caída de 30% respecto a las 808 mil cabezas de igual período del año pasado.

Aunque seguramente ese rojo se revertirá algo, es muy factible que la faena vacuna cierre el año en un eje de 1,9 millones de animales, lo que proyecta una contracción (algo optimista) del entorno de 15% respecto a los niveles de 2019. Ello indefectiblemente se traducirá en menos dólares para el país, ya que no es factible esperar una mejora abrupta en los valores de exportación dado el contexto económico mundial para lo que resta del año, salvo que se produzca un shock agudo de caída de oferta por los dolores de cabeza que hoy ya está generado el covid-19 en productores de peso como EEUU.

 

La celulosa y la lechería con nubarrones

La cadena forestal-celulosa ha sido una de las vedette en los últimos años del agro. Con el empuje de las pasteras (UPM y Montes del Plata) llegó incluso a desbancar el liderazgo de la carne vacuna como principal fuente de divisas por exportación del país en 2018, algo que seguramente se afianzará una vez que la nueva planta de UPM2 en Paso de los Toros comience a producir su pulpa. No obstante, coyunturalmente el mercado de la celulosa no atraviesa su mejor momento desde hace ya algunos meses, incluso antes de la implosión de la pandemia por el mundo. En marzo, las exportaciones de celulosa sumaron US$ 78 millones y cayeron 43% respecto a igual mes del año pasado. En el trimestre la baja fue de 33% y estuvo asociado al factor precio y no al volumen, según Uruguay XXI. En tanto, las ventas al exterior de madera bruta sumaron US$ 17 millones y se desplomaron 54% en igual comparación.

En el caso de la industria láctea, la principal incertidumbre hoy gira sobre los precios y los niveles de demanda que fijará el mercado internacional para lo que resta del año. La principal referencia para el mercado mundial de los lácteos –los remates quincenales que realiza la neozelandesa Fonterra– han pautado una racha claramente bajista para los principales productos. La leche en polvo entera (el principal producto lácteo que exporta Uruguay) cotiza hoy a unos US$ 2.700 por tonelada, unos US$ 500 menos que hace un año.

A nivel productivo, los tamberos le han dado cierta inercia a su actividad, pese a que esperaban que este año mejorara el precio por su materia prima para poder dejar atrás su prolongada crisis atada a un incremento de costos para producir.

Aunque en marzo la remisión de leche a plantas industriales se estancó y quedó en los mismos niveles del año pasado, el primer trimestre cerró con 451 millones de litros de leche, lo que arrojó un incremento de 2,7% respecto a igual período del año pasado. Sin embargo, las perspectivas a corto plazo para los mercados no son las mejores. Conaprole –la empresa que concentra casi el 80% del mercado– la transmitió a sus socios hace un par de semanas que si bien estaba vendida hasta mayo, el mercado interno había sentido el frenazo económico por la pandemia y el frente externo presentaba incertidumbre para los futuros negocios por la salud de los principales destinos. Brasil no estaba comprando, mientras que Rusia (un destino fuerte para la manteca) y Argelia (fue el principal mercado para la leche en polvo en 2019) tampoco mostraban interés en cerrar nuevos negocios. El reciente desplome del petróleo es un factor que pega fuerte en las economías de estos dos últimos países.

 

El arroz (el único que) salva la plata en la agricultura

En la agricultura hay realidades disímiles. Dos de los cultivos más importantes (soja y arroz) estarán por estos días pasando raya a los números productivos de su cosecha, y luego verán a qué precios se termina colocando esa producción en el exterior. Como se encargó de presentar en este buen informe de Blasina y Asociados, este cereal será de los primeros en tirar el carro para la reactivación de la economía. El arroz en Tailandia –segundo mayor exportador del mundo– alcanzó este mes los US$ 587 la tonelada, US$ 100 más que el mes pasado (US$ 483), y se consolidó como el mayor valor desde julio de 2012, según los datos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA).

A nivel productivo, se estima que el rendimiento promedio de esta zafra rondará los 8.400 kilos por hectárea (ha) y será el tercero mayor de la historia. Además, hace una semana el gobierno uruguayo confirmó la reapertura del mercado mexicano, sumando otra buena (y esperada) noticia para este sector.

Distinta es la situación de la soja. Aunque todavía no está el detalle fino de cuánto caerá el rendimiento promedio por el impacto de la sequía de verano, en números gruesos se maneja una producción en un rango de 2,1- 2,2 millones de toneladas. Ese volumen se dará básicamente por una baja del rendimiento por ha que pasará de 3.000 kilos en la zafra 2018/19 a unos 2.100 kilos/ha en la que está culminando. Así, el volumen exportable se reducirá en 1 millón de toneladas, equivalente a unos US$ 300 millones a los valores de hoy de la oleaginosa.

Para los tres principales cultivos de invierno (trigo, cebada y colza) no hay perspectivas de grandes cambios. En principio se avizora un reducción del área de cebada por menos contratos de las malterías, algo más de colza y una superficie similar a la campaña pasada de trigo. El área para cultivos de invierno en Uruguay es menos de la mitad que la de verano (soja, maíz y sorgo).

Pasando raya, el agro uruguayo seguirá empujando para la recuperación de la actividad, pero no deberíamos esperar un efecto rebote, sino una salida más gradual en la medida que los zapallos en el carro (los mercados externos) vayan volviendo a su “nueva normalidad” poscoronavirus, salvo excepciones como el arroz. Sin duda que la suba del tipo de cambio (21% en el último móvil) mejoró los números para varias explotaciones y exportadores, pero ahora el factor precio/demanda vuelve a ser protagonista.

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