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"Si vas a un restaurante y la pesca del día es gatuzo o angelito, mejor comete un chivito"

El biólogo marino y coordinador de Oceanosanos Andrés Milessi habla de algunas de las problemáticas de los mares uruguayos, la pesca ilegal, las especies más sustentables para consumir y la basura del covid
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31 de enero de 2021 a las 05:25

Aparecen tiburones. Aparecen aguavivas. Alguien habla de una mancha en el agua. Alguien aclara que eso no es marea roja. Dicen que está saliendo mucho pescado. Dicen que el agua está divina. Y que las playas están llenas. Todos miran al mar. Más que nunca, al mar.

Cada verano las costas uruguayas se imponen. Incluso en épocas coronavirícas. Por temas ambientales, económicos o vacacionales, la porción atlántica uruguaya aterriza incluso en las vidas y conversaciones de aquellos que no pueden o quieren tomarse vacaciones en la playa. Así, los temas que refieren al agua cotizan en la bolsa de la atención. Y también los trabajos de quienes, durante todo el año, tratan de proteger este golpeado ecosistema.

En eso está, por ejemplo, la ong OCC (Organización para la Conservación de Cetáceos) y su campaña Oceanosanos. Su actual coordinador, el biólogo marino Andrés Milessi, ha pasado los últimos días explicando qué sucede con la pesca depredadora de tiburones, con la conservación de determinados peces y con la contaminación del agua por los residuos del covid. Y sobre eso mismo ahonda en el siguiente intercambio: sobre la protección de ciertas áreas marinas indispensables, de los proyectos que elevaron al gobierno y hasta cuáles son esas especies que, en la pescadería, se pueden comprar sin problemas. El océano tiene sus dolencias, en verano se intensifican y Milessi, a continuación, las expone.

En estos días el mar se mira con más atención. ¿Cómo refuerzan ustedes su trabajo para aprovechar el momento?

En verano aumentan las actividades como la limpieza de playas o las clases de educación ambiental en las escuelas de surf o clubes, pero este año estamos supeditados a los protocolos y por eso las disminuimos al mínimo. No obstante, a lo largo del año hemos trabajado en una serie de proyectos sobre los océanos que se mantienen. El primero es sobre la pesca ilegal: queremos visibilizar la pesca ilegal no declarada y no regulada en el Atlántico sur occidental, particularmente en aguas internacionales adyacentes al Uruguay. Después tenemos otro proyecto sobre aéreas marinas protegidas, regiones de nuestro océano que tendrían que ser preservadas mediante un uso sustentable de los recursos. Y el tercer proyecto de gran envergadura es sobre pesca sostenible, sobre la utilización de artes de pesca más selectivos y no tan destructivos, particularmente en pesca de pequeña escala o artesanal.

¿Cómo ha visto que ha cambiado la relación entre la sociedad uruguaya y el mar en los últimos años?

Vemos una buena respuesta, pero recién estamos poniendo en contexto la gran riqueza que tenemos en Uruguay, que ha estado por años o décadas solo en boca de algunos científicos o de una pequeña parte de la población. Cuando recorrés el país, tenés la oportunidad de dar charlas en el interior y mencionás a los chicos que tenemos tiburones, por ejemplo, y se quedan impresionados. Y eso pasa porque si nos vamos de la costa la visibilidad es mínima. En el contexto de que Uruguay tiene proporcionalmente más agua que tierra, la población está totalmente desinformada. Pero no por culpa de la propia gente, sino de las organizaciones. Los científicos hacen ciencia y no pueden hacer ese trabajo y al mismo tiempo mostrarlo, entonces ahí entra el trabajo de las ong o la prensa, que juegan un rol fundamental para documentar y exponer. Hay que amalgamar el conocimiento y dárselo a la población.

Andrés Milessi

Podemos decir, entonces, que buena parte del país vive de espaldas al mar.

Totalmente. Por ejemplo, hay un verso que se repite de que no aprovechamos la riqueza que tienen nuestras aguas y que vienen pescadores internacionales y nos roban, pero eso ya no es tan así. Hay pesca ilegal, claro, pero no necesariamente llega de países asiáticos; también desde Brasil. Estamos trabajando con organizaciones no gubernamentales brasileñas para generar conciencia, hay voluntad, pero ellos también tienen sus problemas. Y nosotros no tenemos una armada o una prefectura capaz de controlar nuestra frontera. Pero volviendo, eso de que no aprovechamos nuestra riqueza por la pesca extranjera tampoco es tan así, porque tampoco la aprovechamos porque no la consumimos. Casi el 90% de lo que se pesca en Uruguay se exporta. Y muchas veces se exporta pescado entero, que es como exportar vacas en pie. La industria gana poco, la flota pesquera está desactualizada y hay un desaprovechamiento de los recursos. Por eso hay que promover la cultura oceánica. No solo para preservar, sino también para aprovechar.

En los últimos años la iniciativa es que el consumidor sepa qué es lo que le está comprando al pescador y si esa pesca es sustentable y no producto de una depredación. ¿Cómo se trabaja en ese tema?

Yo repito siempre que nosotros solo trasladamos el conocimiento científico que se genera en Uruguay o Argentina. Y ese conocimiento marca que las principales especies que se capturan, como la merluza, la corvina, la pescadilla o un pequeño tiburón llamado gatuzo, están sobreexplotadas. Lo que se pesca, y que está en las góndolas de los supermercados, está sobreexplotado. Necesitamos empoderar a la gente para que prefiera no comprar esas especies y se incline por otras cuya captura no represente un peligro para la sustentabilidad. Tenemos más de cien tipos de peces que se capturan y se desembarcan en Uruguay. Tenemos una enorme variedad. Probemos otras cosas.

Pez angel o angelito

¿Cuáles serían algunas de esas especies sustentables que el consumidor podría consumir sin problemas?

La vedette de los últimos años es la anchoa de banco. Esa especie sale, por ejemplo, acá en La Paloma. Es un pez azul que tiene muy buenos niveles de omega y que se pesca de manera artesanal con buenos volúmenes. En muchos casos se vende como harina, porque no hay mercado, no se pide, se saca mucho y se desaprovecha. Tiene una carne excelente, de muy buen sabor, que se puede hacer a la parrilla, en ceviche, ahumado. También está la palometa, otro pez con muy buenos niveles de omega. Su carne tiene una textura excelente. Otro que tenemos y que usualmente también se descarta es el pez palo, que en Uruguay se le llama ajo real. Es una pesca certificada a nivel internacional. Otra especie que podría ser más utilizada es la brótola, una especie costera que en Uruguay tiene buenas capturas artesanales y ningún problema de conservación. Y por último el lenguado. Hay varias especies de lenguados que pueden ser perfectamente consumidas y con poblaciones que están hasta subaprovechadas. No fomentamos el consumo del gatuzo, del angelito, especies de tiburones con problemas de conservación. Y obviamente no estamos apoyando el consumo de especies como el pangasius o el salmón que viene de Chile, que tiene una vasta trayectoria de problemas de acuicultura.

En los últimos días la pesca del tiburón ha aparecido con fuerza en los medios y en las redes sociales.

Sí. Nosotros no podemos prohibirles a las personas que consuman. Estamos haciendo sugerencias. Y en ese sentido, lo que tratamos de hacer es evitar el consumo de especies con problemas de conservación o sustentabilidad, ya sean los peces óseos –corvina, merluza o pescadilla– o los peces condrictios o que no tienen huesos, que son los tiburones. En esa categoría está el gatuzo, el angelito y otros grandes tiburones que además de tener baja población también tienen bajas tasas de crecimiento y reproducción. Lo que aconsejamos, y no es ninguna normativa, es evitar el consumo de esas especies. Si vas a un restaurante, preguntás por la pesca del día y te dicen gatuzo o angelito, mejor comete un chivito o una hamburguesa. Porque a partir de ese cambio en el consumo la cadena se empieza a transformar. ¿Qué puede hacer el ciudadano común para proteger los océanos o tener cultura océanica? Simplemente eso: preguntar qué se está comiendo y saber cuándo rechazarlo. Ya hemos cambiado en otros ámbitos, como pasó con el cinturón de seguridad. Se puede. Es un cambio cultural. Se trata de aprender, no de prohibir. La prohibición está probado que no funciona.

¿Qué tanto contacto tiene la organización con el Estado o las organizaciones gubernamentales a la hora de trabajar estos temas?

Apuntamos a la sociedad en su conjunto, pero también hacemos propuestas a las organizaciones pertinentes por áreas. Por recursos pesqueros tratamos de comunicarnos con la DINARA. Hemos tenido una muy buena colaboración de parte del director que está ahora, Jaime Coronel. En temas de ambiente, con el nuevo ministerio tenemos relación y proponemos acciones. Ahora propusimos formalmente el proyecto de áreas marinas protegidas y lo llevamos a la comisión de ambiente de la cámara de senadores. En cuanto a la pesca ilegal, le planteamos a la DINARA firmar un convenio con una empresa internacional llamada Global Fishing Watch, en la que se ven todos los barcos pesqueros a nivel internacional en cualquier parte. Uruguay podría tener ese servicio como estado. Se está estudiando para que Uruguay firme ese convenio con esa organización sin fines de lucro para mejorar la visualización de los barcos pesqueros en nuestras aguas.

Pesca ilegal

¿El proyecto de áreas marinas protegidas que implica?

Uruguay se comprometió que para el año 2020 iba a tener el 10% de sus aguas marinas protegidas. Al día de hoy tenemos 0,7%. Lo que le proponemos al Estado es llegar a este número, pero a la vez el número no es suficiente. A nivel internacional hay consenso científico de que protegiendo un 30% de nuestro océano mundial podríamos lograr que los recursos pesqueros y marinos en general no tengan problemas de sustentabilidad en futuras generaciones. Es un proyecto que se llama 30 by 30, que lo lleva adelante Naciones Unidas y del que Uruguay es parte. Tenemos que ir por parte, primero por el 10% y para el 2030 sí, tratar de llegar a ese 30%. Si lo logramos Uruguay, además de ser bien visto a nivel internacional por estas acciones de conservación, también tendrá salud en sus ecosistemas. Las áreas marinas protegidas son una herramienta para conservar nuestros recursos. Hoy estamos en el debe, firmamos protocolos internacionales que tenemos que cumplir. De hecho hace poco trasladamos una propuesta sobre la Isla de Lobos, que es un área en la que se alcanzaría perfectamente el 10% de protección ahora, cuando se quiera firmar. Sabemos que hay voluntad política, que es un área muy estudiada y con una altísima diversidad de peces, moluscos, tortugas marinas y mamíferos marinos, y por eso sería interesante que el Estado la ratificara. El broche de oro que tenemos como organización es una campaña que se va a hacer a través de National Geographic, que va a filmar y a producir material exploratorio de estas áreas y otras que se proponen como áreas marinas protegidas. Llegarán con un equipamiento de última generación para filmar estos fondos y documentar lo que se ha observado de forma más atractiva para el público. Queremos generar más conciencia para llegar a estas áreas marinas protegidas. Estamos hablando de que el 10% son aproximadamente unos diez mil kilómetros cuadrados. La superficie que estamos impulsando proteger tiene el tamaño de un departamento. Pero el estado uruguayo se tiene que comprometer a que esas áreas protegidas sean eficaces. No tiene sentido tener los papeles si se deja entrar a la pesca ilegal o no hay un plan de manejo seguro.

El martes pasado fue el día internacional de la educación ambiental ¿Está en falta ese aspecto en la educación formal hoy?

Es un gran debe. Nosotros lo llevamos para el lado de los océanos, pero falta educación ambiental para todo. En la escuela se sigue hablando de los ecosistemas haciendo referencia a la selva, a la sabana, y se sigue sin destacar la fauna autóctona. No nos enseñan, por ejemplo, que tenemos pequeños pumas, yaguaretés y otros felinos. Y si eso pasa con la tierra, menos en el mar. Quizás en las comunidades costeras haya un esbozo de esa interacción, pero es muy poca. Por eso buscamos generar una conciencia ambiental que ponga al Uruguay como centro. Tenemos una riqueza y una biodiversidad impresionante. Nos eligen visitantes y proyectos de todo el mundo para ver y evaluar nuestras aves, mamíferos, reptiles, peces. Tenemos más de 700 tipos de peces en el país. No tenemos que envidiarle nada a nadie; tendríamos que, al contrario, valorarnos. Creo que el problema es quién hace los programas de educación, pero ahí tendríamos que entrar en un tema en el que no somos expertos. De todas formas sería bueno que se incluyeran estas problemáticas, las de nuestra fauna y flora y las de la región.

Las cuarentenas globales le dieron un respiro al océano, y en varias partes del mundo se vieron los efectos beneficiosos para la naturaleza. Sin embargo, ahora estamos viviendo otro coletazo: las cantidades de residuos pandémicos que se están volcando al mar. ¿Cómo se afronta esta nueva problemática?

Al principio de la cuarentena vimos la fabulosa capacidad de resiliencia que tiene la naturaleza. Vimos el agua clara en Venecia, peces por todos lados, fue alucinante. Pero tendríamos que darle un respiro más largo para que eso se haga efectivo. Dos meses no reestablecen las poblaciones de peces; tienen que pasar varios años. Luego aparecieron los residuos generados por la pandemia y fue catastrófico. En la playa de La Paloma me encuentro con dos o tres barbijos por día en la arena. Y no es que se hayan tirado ahí, sino que simplemente el hecho de tirarlos mal, en el lugar inadecuado de nuestra casa o cerca de ella, significa que va a llegar indefectiblemente al océano. Incluso lo que pasa en el interior del país, en Colonia, Paysandú o Tacuarembó, repercute en los océanos, porque los malos sistemas de residuos los vuelcan a los ríos y de ahí al mar. Y si estamos viendo esto ahora, imaginate dentro de cinco años. Hay que hacer el ejercicio en casa, todos podemos aprender a reciclar. La culpa no la tienen otros, la tenemos nosotros. Con el uso excesivo del plástico sucede lo mismo. Si no se recicla de forma correcta termina en el mar. Hay estudios que están diciendo que si no se revierte esto, en el 2050 vamos a tener más plástico que peces. Ya existe una isla de plástico flotante del tamaño de Manhattan, y sigue creciendo. Lo peor es que el plástico no se diluye, sino que se transforma en pequeñas partículas que tardan entre 500 y 1000 años en degradarse. Es un gran problema generacional que tenemos y del que hay que hacerse cargo. Es simplemente una cuestión de voluntad.

Oceanosanos

Oceanosanos es una campaña de la Organización para la Conservación de Cetáceos (OCC) creada en 2017 y que actualmente coordina Milessi. Oceanosanos trabaja para preservar las reservas marinas, fomentar la pesca sostenible de pequeña escala y la lucha contra la pesca ilegal no declarada y no reglamentada (INDNR). 

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