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100 millones de dólares para el que saque más carbono

En este 2021 empieza la ofensiva plena por restaurar la estabilidad del clima

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31 de enero de 2021 a las 05:00

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Si el virus no muta radicalmente, a medida que avance la vacunación empezaremos a vivir la era post pandemia. Recuperaremos la libertad de salir, reunirnos, brindaremos por la derrota –aunque tal vez parcial- de la pandemia. La vida volverá a una normalidad post pandemia, que seguramente será diferente a la normalidad pre pandemia. Pasaremos el 2021 con tapabocas pero si estamos vacunados saldremos más y ojalá a partir de 2022 estaremos en una nueva “normalidad” post pandemia.

Algunos pensadores auguran  una post pandemia hedonista y particularmente especulan con una nueva era de liberación sexual, hasta se habla de un período de desenfreno, como el de los jóvenes de los años 60 cuando se sacudieron las mochilas bélicas del siglo XX.

No estoy seguro de que eso suceda. No olvidemos que una vida sexual desenfrenada favorece a los virus y si algo hemos aprendido es que con los virus no se juega. Con el clima, tampoco es bueno jugar.

El cambio drástico que se instala por décadas es que las preocupaciones ambientales llegan para quedarse y serán cada vez más importantes. Un mero ejemplo, el premio ofrecido por Elon Musk para quien proporcione la mejor idea para sacar carbono de la atmósfera. Cien millones de dólares. Empieza la larga batalla por achatar la curva de la temperatura y cada sector económico tiene que lograr la neutralidad en sus emisiones de efecto invernadero. La tarea de este siglo es evitar la catástrofe climática y todo lo que veamos a nuestro alrededor se rediseñará a partir de la premisa de “descarbonizar la atmósfera”. Todo cambiará con ese factor transversal. El transporte, los hogares, la alimentación, la vestimenta, la generación y almacenamiento de energía. Hay varios paralelismos entre la crisis climática y la pandemia. Son fenómenos completamente globales, que golpean más a  los más débiles y que requieren de un accionar global para evitar la catástrofe y en lo posible revertir el problema para volver a una situación estable, normal.

Esta lógica ya era liderada principalmente desde Europa, Japón, Canadá, y se acelera a partir de la asunción de Joe Biden y Kamala Harris, pero también a partir de la pandemia, las decisiones políticas basadas en ciencia pasan a cobrar mucho más sentido y fuerza. Y entonces los esfuerzos se enfocarán a bajar el riesgo principal, el colapso climático que acecha. Por supuesto que habrá escépticos y seguidores de conspiraciones que negarán el cambio climático como niegan el virus o las vacunas. Pero la racionalidad, en nombre del mundo que le leguemos a las generaciones siguientes, a nuestros hijos y nietos prevalecerá.

El liberalismo es más necesario que nunca, particularmente porque China tomará el comando de la economía mundial, al menos en tamaño y como demostró la presidencia de Trump, la democracia es frágil y no tiene su persistencia garantizada.  La capacidad de estados poderosos de vigilar y sojuzgar a todos y cada uno de sus habitantes es una amenaza tangible, particularmente a partir de las tecnologías de reconocimiento facial. Las garantías individuales y la separación de poderes son más necesarias que nunca.

Pero el liberalismo que se opone a toda y cualquier intervención estatal corre el riesgo de aumentar los riesgos climáticos y no tomar las mejores decisiones en el largo plazo. Por ejemplo en el mundo de la energía. Es posible que en la segunda mitad del siglo XX, el mercado energético librado a las ciegas fuerzas de oferta y demanda nos tuviese todavía en la total dependencia del petróleo y el carbón. Joe Biden dará subsidios masivos a los automóviles eléctricos, no esperará a que las fuerzas del libre mercado determinen lentamente el ocaso del motor de combustión. 

Los incentivos estatales fueron mayoritariamente los que desataron la revolución tecnológica que lleva a que en el presente la energía solar sea la más barata de la historia. También fue un esfuerzo del estado en EEUU el que generó Internet, inicialmente un mecanismo de defensa en comunicaciones ante un eventual ataque soviético.

Se necesitarán intervenciones para que la selva no sea arrasada y para que el cambio tecnológico en direcciones deseadas pero no avaladas por el mercado en el corto plazo, sucedan.

Nuestra cultura nos puede llevar a apreciar la libertad, pero también a evaluar cuales reglas de juego podemos darnos para preservando la mayor libertad posible, auto limitarnos en el acto de cazar o pescar especies en peligro de extinción, preservar paisajes y ecosistemas que pueden tener en el corto plazo más valor sustituidos por cultivos, o renunciar a los automóviles a combustión interna para acelerar la llegada de los automóviles eléctricos.

Las cadenas productoras de alimentos como cualquier otro sector económico deberá medir su balance de gases de efecto invernadero y una vez lograda una medición fiable, bajar las emisiones hasta lograr al menos la neutralidad, o de ser posible un balance positivo, capturar carbono, regenerar, revertir la tendencia que empezó con la revolución industrial o incluso en la agricultura antes.

En este 2021 empieza la ofensiva plena por restaurar la estabilidad del clima. Una batalla que durará décadas, que no tiene una “vacuna” que solucione fácilmente el problema y que obliga no solo a acciones prácticas como el compostaje y la bicicleta sino también a repensar como la libertad humana se hace plenamente compatible con el cambio en algunas costumbres. Volver a un consumismo desenfrenado sería suicida. Instaurar una dictadura estatal que limite el consumo es inaceptable. El mecanismo de “pactos ciudadanos” y de seguir los consejos de científicos parecen ser un camino que puede quedarnos como aprendizaje de la pandemia. Así como salvamos vidas usando barbijos en lugares cerrados,  sin necesidad de imposiciones, también podemos separar residuos domiciliarios y evaluar las conductas que nos conviene cambiar en solidaridad con nuestros nietos.

Al comenzar esta década la energía solar se ha vuelto la más barata en la historia de la humanidad. Eso señala un camino no solamente hacia donde transita la energía y la economía global sino también como el tomar decisiones basadas en ciencia con incentivos y castigos es una herramienta fundamental, que además de los cuidados que nos demanda la ecología, abre oportunidades gigantes para el crecimiento económico.

El liberalismo en esta era en la que tantas fuerzas llevan a la polarización, deberá hacer un esfuerzo racionalista, elegir cuidadosamente mecanismos e incentivos, y lograr un conjunto de acciones desde el Estado que sin coartar el espíritu emprendedor lo estimulen en ciertas áreas. Las aventuras del Uruguay que buscaba petróleo están felizmente terminadas. Como las vacunas, los automóviles eléctricos deben llegar lo antes posible. A una semana de que Elon Musk lance el desafío de US$ 100 millones para el que le dé la mejor idea de cómo sacar carbono del aire, aquí va una idea: hacer un país entero modelo que capte carbono, lo ponga en el suelo, aumente la fertilidad y tenga a lo ancho de su diversa economía acciones ejemplares que luego adopten los países vecinos. Aunque no gane el premio, ese es el destino de Uruguay como anticipador de las tendencias que luego los demás adoptan. Un país liberal, innovador, ético y ecológico.
 

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