Camilo dos Santos

A lo Pirro: Martínez y Vázquez

Criticando a Vázquez no se gana apoyo entre los frenteamplistas

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13 de febrero de 2019 a las 05:00

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Hace dos meses que el Congreso del Frente Amplio proclamó cuatro precandidatos a la Presidencia. Desde entonces, Óscar Andrade, Mario Bergara, Carolina Cosse y Daniel Martínez están oficialmente en campaña. Tienen matices discursivos visibles y, en un plano más profundo, diferencias ideológicas significativas. Pero no han chocado entre sí. Por el contrario, vienen enviando numerosas señales de cordialidad y respeto mutuos. Se reúnen en privado (por ejemplo, en la casa de Cosse) y comparten actos políticos (como el del aniversario del FA). Andrade y Bergara, que según las encuestas reciben hasta la fecha menos apoyo, no caen en la tentación de desacreditar a los otros dos. Tampoco Cosse, que pugna por acortar la distancia respecto a Martínez, toma el atajo de los ataques directos.

Esta pauta sonrosada de competencia política puede llamar la atención. ¿Cómo es posible que cuatro candidatos nuevos compitan sin que salten chispas? La respuesta no es tan difícil. En la tradición frenteamplista la palabra “unidad” tiene un valor muy especial. El FA es hijo de un extraordinario esfuerzo de convergencia que logró minimizar décadas de durísimos enfrentamientos entre organizaciones de izquierda. La coalición sobrevivió a la fuerza centrífuga de la dictadura murmurando, como un mantra, la palabra “unidad”. Pese a todo, se quebró en 1989. Pero, de inmediato, respondió con “más unidad”: luego de cuatro años de cuarentena, el MLN-Tupamaros fue admitido en la coalición. En 1994, en torno al liderazgo ascendente de Tabaré Vázquez, la familia pegó otro salto: se creó el Encuentro Progresista. 

Durante las dos décadas siguientes no faltaron los conflictos. Las disputas por el liderazgo (entre Danilo Astori, Tabaré Vázquez, José Mujica y, más tarde, Constanza Moreira) fueron tan intensas que dejaron cicatrices. Siempre hubo tensiones en torno a orientaciones de políticas públicas muy relevantes. Es evidente que conviven al menos dos opiniones muy distintas en el FA sobre cada uno de los asuntos más trascendentes, desde la valoración del régimen político en Venezuela hasta la política tributaria. Pero ni las disputas por el liderazgo ni las diferencias ideológicas o sobre políticas públicas impidieron que el FA creciera, primero, y permaneciera en el poder, después. El reflejo fundacional de la “unidad” termina prevaleciendo. La aversión al conflicto interno, tarde o temprano, se impone. La lógica de Martín Fierro, la “ley primera”, manda. No llama tanto la atención, por tanto, el clima de armonía entre los cuatro precandidatos. Sí sorprende, en cambio, que salten llamaradas entre Tabaré Vázquez y Daniel Martínez. Como en las grescas futboleras no es fácil saber quién empezó. Pero la discusión mediática a propósito de la Estación Central de AFE tiene ribetes insólitos cuando se la contrasta con el tono de la competencia entre los precandidatos y con el discurso “unitario” tradicional. Es absolutamente normal que en el FA existan diferencias internas. En verdad, es el pan nuestro de cada día. Lo que no es habitual es que líderes de primer nivel, de hecho, se acusen públicamente de mentir. Esto es cualitativamente muy distinto. Según Martínez, presentó el proyecto de la “Estación del Futuro” al Poder Ejecutivo en “octubre o noviembre”. Según el portal de Presidencia esto es absolutamente falso. No puedo saber quién tiene razón. Lo que me atrevo a afirmar es que cruzaron la raya de lo admitido por la tradición.

El manual enseña que los políticos actúan adaptando medios a los fines buscados (son “racionales”). Siguiendo esta pista teórica podría pensarse que, dado que el de Vázquez es un liderazgo en declive, es conveniente para Martínez subir el tono de la crítica y subrayar sus diferencias con él. Hacer trascender que habría propuesto sin éxito convertir la Estación Central en el “Silicon Valley” montevideano tendría la misma lógica que la comentada carta enviada el año pasado al presidente, manifestando su preocupación por el incremento del número de personas en situación de calle, o sus declaraciones sobre la conveniencia de sustituir al ministro Eduardo Bonomi. El intendente no disimula sus diferencias con el presidente. Por el contrario, si mi interpretación es correcta, se esfuerza por visibilizarlas. Vuelvo al argumento “racional”. El de Vázquez no es solamente un liderazgo declinante. Es, a esta altura, muy poco popular. Los niveles de aprobación de la gestión presidencial son los más bajos de toda la serie desde que el FA está en el gobierno. Mirado desde este punto de vista, se podría concluir que es “racional” para un dirigentes que busca dar un “nuevo impulso” al proyecto frenteamplista, tomar distancia del jefe en declive. Construyendo una frontera discursiva con Vázquez, Martínez pretendería convertirse en su sucesor. Gestión departamental versus gestión nacional. Dinamismo versus lentitud. Imaginación versus repetición. Flexibilidad versus rigidez. Comunicación versus aislamiento. ¿Será este enfoque el que explica su conducta? Me inclino a pensar que sí. ¿Será conveniente para sus intereses políticos? No lo creo.

La gestión presidencial deja mucho que desear… para el votante “mediano”: la mayoría de los electores desaprueba la gestión de Vázquez. Sospecho que también la dirigencia frenteamplista esperaba mucho más de esta segunda presidencia. Pero los frenteamplistas tienen una opinión muy distinta: más de la mitad de ellos aprueba la gestión presidencial. Vuelvo, ahora, al argumento de la semana pasada: el discurso que permite ser popular entre todos los electos no necesariamente es el más conveniente para ser nominado candidato a la presidencia por un partido. Criticando a Vázquez no se gana apoyo entre los frenteamplistas. Violando la regla de la “unidad” se gana minutos en los medios. No me queda claro que se conquiste apoyo en el corazón de quienes irán a votar en la primaria. 

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