Imagen de Mauritania, ubicada al noroeste de África. (Archivo)

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África: conflictos armados, degradación ambiental y pobreza en el Sahel

Un conjunto de diez países de la región del África central concentra el mayor nivel de violencia y las condiciones geográficas y climáticas más extremas del continente
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01 de julio de 2022 a las 08:39

La región del Sahel en África es la zona semiárida del oeste y el norte del África central y comprende diez países: Burkina Faso, Camerún, Chad, Gambia, Guinea, Mali, Mauritania, Niger, Nigeriay Senegal.

El Sahel enfrenta muchos problemas complejos que se realimentan entre sí: agitación social, gran crecimiento demográfico, instituciones estatales débiles dominadas por la corrupción, falta de agua y alimentos y un nivel de violencia que se extiende intra e inter-regiones. La degradación ambiental y el crecimiento demográfico son tierra fértil para el conflicto social, las guerras civiles y el terrorismo.

De todas las amenazas que pesan sobre la región, el riesgo hídrico es una de las amenazas más graves, seguido por el riesgo alimentario. El rápido crecimiento de la población incorpora otro elemento que aumenta las insuficiencias generales. En Niger, por ejemplo, se espera que su actual población de veinticinco millones de personas aumente a sesenta y cinco millones para el año 2050.

En la región se registra la mayor concentración de situaciones conflictivas del continente, destacándose los enfrentamientos armados en seis de los diez países, Chad, Camerún, Guinea, Mauritania, Niger y Nigeria.

Las condiciones climáticas son otro factor que amenaza las ya deterioradas condiciones de vida de los habitantes. Las temperaturas están subiendo una vez y media más rápido que el promedio mundial y la variabilidad de las condiciones climáticas afecta a la producción de alimentos y el acceso a los recursos naturales.

Unas cincuenta millones de personas dependen de la ganadería, pero la degradación de las tierras y la superpoblación condena a las actividades agropecuarias a una bajísima productividad que obliga a la emigración y la trashumancia.

Se espera que hacia el 2050 la población total de la región crezca el noventa y siete por ciento, lo que significará una presión aún mayor sobre las existencias de agua y alimentos.

A las difíciles condiciones materiales geográficas y ambientales se suma la presencia creciente de actividades armadas de grupos insurgentes y terroristas que han protagonizado más de cuatro mil quinientos atentados que produjeron diecisiete mil quinientos muertos.

La actividad de estos grupos está concentrada en la cuenca del lago Chad que comprende partes de Camerún, Chad, Niger y Nigeria y en el Sahel central en las fronteras de Burkina Faso, Mali y Niger. Las actividades terroristas son muchas veces tácticas dentro de conflictos más amplios y las víctimas por esas actividades no suelen contabilizar las que se producen por otros conflictos, como por ejemplo los que causaron más de dos mil muertos por enfrentamientos entre la etnia fulani y agricultores en los últimos tres años.

Los protagonistas de los conflictos armados irregulares son habitualmente milicias islámicas entre las que se destacan grupos de Al Qaeda y del Estado Islámico (Daesh) en el Sahel y el África subsahariana. También se registran choques ente agricultores y pastores relacionados con el uso de la tierra y el acceso al agua.

Zona de Burkina Faso, Malí y Níger

En los últimos cinco años ha habido un aumento significativo de los atentados terroristas en el Sahel central, principalmente en la intersección de las fronteras de Burkina Faso, Malí y Níger; solo en 2020 se registraron más de 1.300 muertes por terrorismo en los tres países.

Este aumento se debe a la incursión de grupos islamistas como el Estado Islámico del Gran Sahara (EIGS), filial del Estado Islámico de Irak y Siria (ISIL o DAESH), y Jamaat Nusrat al Islam wal Muslimin (JNIM), filial de AQIM. Por otra parte, los grupos terroristas han tratado de explotar las tensiones entre comunidades, en especial entre los agricultores y los pastores, lo que ha agudizado la frágil seguridad. Por ejemplo, JNIM ha intentado introducirse en las comunidades locales presentándose como defensor de los grupos étnicos, como los fulani en Malí.

Igualmente, el EIGS ha querido aprovechar los conflictos intercomunitarios entre los fulani y los tuaregs en la frontera entre Malí y Níger. Al aprovechar las tensiones existentes, ambos grupos han podido reclutar a los desencantados para que empuñen las armas contra grupos rivales o contra las fuerzas gubernamentales.

Burkina Faso, Malí y Níger tienen muchos problemas en común, como unas instituciones débiles, corrupción, falta de infraestructuras y dificultades para controlar sus extensas fronteras. Además de una inseguridad cada vez mayor, la región ha sufrido largos periodos de sequías e inundaciones que han repercutido gravemente en los pobres ingresos de los habitantes y sus posibilidades de alimentarse. Y, por si fuera poco, estos países son de los que tienen las tasas de crecimiento demográfico más altas del mundo.

Zona de lago Chad

En la región del lago Chad, que incluye partes de Camerún, Chad, Níger y Nigeria, el conflicto se complica por varias amenazas ecológicas, que son la escasez de agua, el gran aumento demográfico, la sequía, la desertización, la degradación de las tierras y la inseguridad alimentaria. Dentro de la región, el sustento de aproximadamente el 90% de la población depende del agua de los lagos y la lluvia.

A las sequías cada vez peores, las lluvias erráticas y la desertización se ha unido una crisis de seguridad sin precedentes por los constantes atentados terroristas y ataques de los extremistas violentos, así como por los conflictos étnicos, religiosos y entre agricultores y pastores por el uso de la tierra. En Nigeria, el conflicto se ha agravado por el crecimiento demográfico, que ha contribuido a la escasez de recursos y la desertización. Otros factores son la ambigüedad de las leyes del suelo y la debilidad del Estado de derecho, sobre todo en las zonas rurales.

La disminución de los recursos en la región del lago y la consiguiente perturbación de la agricultura, unidas al paro juvenil masivo y la pobreza generalizada, han facilitado la propagación del grupo de Boko Haram y el Estado islámico de las provincias de África Occidental (ISWAP). Ambos grupos se presentan como proveedores alternativos de servicios y consiguen reclutas ofreciendo trabajo a aquellos cuyo medio de vida está en peligro por las amenazas ecológicas permanentes, especialmente los jóvenes. Gracias a eso, han conseguido ampliar su influencia. En concreto, parece que el ISWAP, en las zonas bajo su control, garantiza los servicios básicos y hace respetar la ley, con lo que estrecha lazos con la comunidad local.

La violencia constante se ha cobrado un enorme precio de la población civil y eso ha llevado a desplazamientos masivos, perturbación de la producción agraria, los medios de ganarse la vida y el comercio entre unos países y otros y ha impedido que las poblaciones afectadas tuvieran acceso a los servicios básicos.

En 2020 se calculaba que había alrededor de dos millones setecientos mil desplazados internos en la cuenca del lago Chad. La mayoría estaba en Nigeria, donde se estima que había un millón novecientos mil en Adamawa, Borno y el estado de Yobe. Las unidades administrativas de Borno, Yobe, Adamawa y Kano, en Nigeria, y la de Extremo norte en Camerún han sufrido el mayor número de muertes por terrorismo desde 2007. En particular, el estado nigeriano de Borno tiene registrado el mayor volumen de actividad terrorista entre todas las áreas subnacionales del Sahel, con ochocientos setenta atentados y seis mil quinientas muertes. El número de ataques alcanzó el máximo en 2019, pero se ha mantenido constante en los últimos meses.

Dentro del Sahel existe un nexo entre el conflicto violento y la degradación de los recursos: los países que sufren la peor degradación medioambiental figuran también entre los más violentos.

Es poco probable que las medidas de asistencia humanitaria y financiera de la comunidad internacional sean suficientes para revertir el círculo vicioso de conflicto y degradación de los recursos en el Sahel. Además, el cambio climático tiene un efecto multiplicador sobre muchos de los problemas existentes en la zona, lo que anticipa un futuro poco alentador para la región.

La comunidad internacional debería dar prioridad a las iniciativas destinadas a generar condiciones económicas, sociales y de seguridad para que la región pueda resistir las crisis en el futuro.

(Con material de Institute for Economics and Peace)

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