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Amalia Romero, de los temores y tomarse 11 ómnibus a atender al Loco Abreu como médica de Boston River

La particular historia de Amalia Romero, la doctora que pasó de la extrañeza que generaba su presencia a convivir sin traumas en un ambiente de hombres
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06 de marzo de 2020 a las 13:33

Llegó a tomarse 11 ómnibus en día. En algún momento dudó. No era para menos. Una mujer en ambiente de hombres. Un círculo cerrado. Prejuicios y temores. ¿Era el lugar indicado? Fue cuando Amalia entendió que como mujer debía hacer escuchar su voz. Se armó de paciencia y siguió adelante. Estaba decidida: sería médica deportóloga.

La primera oportunidad se le presentó hace ocho años en las formativas de Progreso. Tiempo después recibió el primer golpe. Un hecho que la marcó para siempre.

Cierta vez, en uno de sus primeros trabajos, el médico del club se alejó y a Amalia se le presentó la oportunidad de empezar en el fútbol grande. Fue a la pretemporada con el equipo bajo a un período de prueba.

Finalizado el mismo los dirigentes la llamaron y le dijeron: “Mire doctora, estamos muy contentos con su trabajo, pero no sabemos lo que puede generar la figura femenina en el plantel masculino. ¿Usted no conoce algún colega hombre que pueda realizar esa tarea?”.

La indignación la invadió a la médica, pero se armó de paciencia para no reaccionar. Los dirigentes finalmente hablaron con el plantel y los jugadores, con los cuales había trabajado en juveniles, sugirieron su contratación.

El camino de Amalia Romero no fue sencillo en el mundo del fútbol. La actual médica del plantel principal de Boston River las pasó para ganarse su espacio en un territorio donde gobierna la figura del hombre.

“Al principio llamó la atención mi presencia, era raro, además arranqué con 27 años y las edades eran bastante similares con la de los jugadores. El trato era distante pero como soy muy observador y evalúo mucho, me fui dando cuenta cuando aflojar un poco más y no ser tan rígida. Con el día a día te vas amoldando, nos vamos conociendo con los jugadores y aparecen más chistes, pero siempre dentro de un marco que permite un funcionamiento adecuado”, expresó Romero en diálogo con Referí.

La doctora del club sastre asume que en algún momento dudó si la medicina deportiva era el camino. “Dudé por el campo laboral, porque no sabía si en Uruguay podía meterme a trabajar bien en el deporte porque lo movía el fútbol masculino, y eso me llenó de dudas. Aparte es un ambiente con poco espacio y es cuesta arriba entrar en un círculo que por años ha sido masculino. ¿Por qué? Porque los que te reciben tienen prejuicios, miedos, incertidumbre, pero como mujer digo tengo que hacer que se escuche mi voz, y utilizar la paciencia, que fue algo que tuve que trabajar”.

Discriminación y paciencia

¿Por qué se tuvo que armar de paciencia la médica de Boston River?

“Porque muchas veces siento que si fuera un señor de bigote no tendría que repetir las cosas tantas veces, o tener que hablar para imponerme, porque si dijera las cosas una sola vez estaría más claro. Por eso tengo que cultivar la paciencia, entender que funciona de esta forma, y que a la larga te escuchan. No lo digo con la gente más cercana de mi entorno de trabajo, pero veo que va evolucionando. Desde que arranqué hasta ahora mejoró mucho”, reveló Amalia.

Revela que sufrió en carne propia la discriminación de género tras no ser contratada por ser mujer.

“Perdí ofertas de trabajo en lugares donde me presenté a llamados, porque faltaba un médico, y cuando se enteraban que era un mujer me respondían que estaban buscando un médico varón”.

Luego agrega: “¿Cómo lo tomé? La verdad es que me generó enojo, pero sé que no resulta así en todos los clubes. Hay cabezas que son un poco cuadradas pero por suerte no sucede en todos lados, en otros clubes es lo contrario”.

Trabajar con hombres

Amalia asume que cuando arrancó existía aquello del tabú de una mujer metida en ambiente de hombres. “Porque no había tantas mujeres trabajando y estaba eso de que podía generar una distracción en la dinámica, en el cancha. Con los exámenes físicos tenían miedos, pero para mí como médico el futbolista es un paciente más. Es para lo que me forme y me preparé, pero se generaban miedos”. Con el paso del tiempo la convivencia se hizo natural. 

La doctora tiene claro que trata con pacientes especiales. El jugador de fútbol, el deportista en general, requiere atender otros aspectos.

“La medicina del deporte es una rama especial. Hay muchos detalles a tener en cuenta, los tiempos de recuperación, las presiones, hay cosas que cambian y la cabeza del deportista no es la de un paciente. Por esa razón te decía que haber estado vinculada con el deporte me permite empatizar con el deportista”.

Romero práctico handbal federado en el club Layva y fue nadadora del club Neptuno.

Los gritos en la cancha

Las canchas del fútbol uruguayo son espacios donde la gente se libera de presiones, expresa sus sentimientos y muchas veces no mide lo que dice. Se deja llevar por la pasión sin control.

La médica de Boston River dice que fue flanco de gritos cuando le tocó intervenir y entrar a la cancha.

Como pasa con las mujeres que ejercen en el referato, de los primeros gritos hirientes que escuchó fue el clásico “anda a lavar los platos”. “Es verdad, aunque ya no se escucha tanto”, reconoció.

“Pero vos sabés que ahora los gritos son a los jugadores, a compañeros kinesiólogos, con los técnicos, no lo veo como algo con saña con la mujer. Es muy salvaje el ambiente en la cancha, pero todos recibimos esos comentarios".

Los momentos más tensos

A Romero le tocaron vivir dos situaciones complejas en el fútbol, una de ellas fue cuando tuvo que atender a Bruno Foliados con fractura de cráneo, y la otra con Leandro Lozano con traumatismo y conmoción cerebral.

Romero recordó ambos casos. “Foliados había tenido pérdida de conocimiento fugaz, estaba desorientado. En ese momento se le hacen preguntas que figuran en el protocolo de lesiones. ¿Qué se pregunta? Por ejemplo si sabe contra qué equipo jugamos, quién ataca, quién tenía la pelota, cómo fue la jugada”.

La doctora de Boston River siguió narrando. “Lo de Lozano fue una situación que generó ansiedad e inquietud donde nos quedaban pocos minutos de juego, no había cambios y falló un poco el protocolo de manejo por fuera de los protagonistas no deportistas. El problema fue una falta de comunicación entre entrenador y jueces. Expuse mi condición de médico, y la orden (de que el jugador saliera) fue dada”.

En ese momento de locura y desesperación, Amalia dijo que estuvo tranquila en todo momento. “Me parece fundamental que alguien esté tranquilo para resolver adecuadamente porque si todos estamos como locos gritando, no vamos a resolver bien”.

Su lugar en el vestuario

Además de trabajar en Boston River, Romero ejerce funciones en el plantel femenino de Nacional y actualmente se encuentra en Argentina con la selección femenina en el Sudamericano sub 20.

“Es distinto trabajar con mujeres. Por lo pronto, desde mi lado, en cuanto a la integración, me siento más relajada en los planteles femeninos porque por ejemplo puedo festejar abrazada, entrar al vestuario a preguntar, cosa que no hace la diferencia a la hora del trabajo, pero me integro más rápido”, reconoció.

¿Cómo se maneja en el vestuario cuando le toca trabajar con el plantel principal de Boston River?

“Conozco los tiempo de vestuario. Sé cuándo estar presente, cuándo puedo actuar, atender. De lo contrario me quedo en mi espacio”, expresó.

Reveló que cuando termina su tarea en los entrenamientos no se baña en la cancha sino que lo hace en su casa.

“Nosotros concentramos en Boston. Habitualmente lo que hago luego del almuerzo es viajar con el plantel y ya en el vestuario tenemos la dinámica de armar la sanidad, estar pendiente del bolso, las cosas hay que trabajar como algún vendaje, masajes, y luego que están todos prontos vamos al calentamiento. En el entretiempo estoy pendiente, si hay que resolver, se resuelve. Al final del partido veo que pasa con los jugadores y salgo del vestuario”.

Una vida sin pausas

La vida no sabe de pausas para la médica. Además de Boston River, Nacional y la selección sub 20, desempeña funciones en el club Biguá, atiende una clínica de rehabilitación y es deportóloga en una institución privada, por lo que aquellos temores iniciales de tener escasas oportunidades laborales quedaron de lado.

Asume que con tantas actividades le queda escaso tiempo libre y que, hasta cierto punto, fue egoísta con ella. “No soy madre y en la cantidad de trabajo que tengo está buena parte de la razón. Postergué la maternidad cuando me fui afirmando en los trabajos. A lo mejor fui egoísta conmigo misma pero adoro el trabajo y por eso no me castigo. Es fundamental contar con una pareja que entienda tu cabeza. Es fundamental. Quien estuvo conmigo muchos años durante todas estas peripecias me apoyó, entendió que era lo que me gustaba, estuvo al firme y nunca puso un palo en la rueda”, afirmó.

Un día común en la vida de Romero arranca bien temprano en Boston River. Al mediodía se va a la clínica o a su actividad en una institución privada. Por la tarde atiende al plantel femenino de Nacional o la selección, y de noche da clases. Los fines de semana tiene partido.

Ya no toma 11 ómnibus para ir de un lugar a otro de trabajo. Sería imposible llegar.

La doctora dice amar la profesión que eligió y poder ayudar en la recuperación a aquellos que simplemente le pusieron un diminutivo a su nombre. “No me dicen doctora. Los que me tienen más confianza, que generalmente son los jóvenes, me dicen Ama, y los más veteranos me llaman Amalia”.

En el cuerpo técnico de Abreu: ¿Cómo tratar con una estrella?
En 2019 Boston River se sacudió con la noticia de la incorporación del Loco Sebastián Abreu, un jugador con largo recorrido internacional en clubes y en la selección.
Amalia Romero dijo que “al principio se me pasó por la cabeza eso de, 'Pah, viene de tratarse con los mejores médicos del mundo'. Pero luego, con el trato, eso queda de lado porque Sebastián no es para nada soberbio”.
La doctora de Boston agregó: “Vino muy perfil bajo, trabajé con él como con uno más, si tenía consulta lo atendía. Nuestra mayor limitante viene por los recursos y una vez que Sebastián sabía cómo era la situación se resolvía con lo que se disponía”.
Unos meses después pasó de tratar con el Abreu jugador a tratar con el Abreu entrenador.
“Sebastián como técnico es muy prolijo, muy disciplinado, está en todos los detalles, se preocupa por todo, tenemos buen diálogo, es fácil trabajar con él. Se preocupa por la sanidad, acercó un integrante más, está pendiente de la utilería. Tiene tanta experiencia que sabe cómo se trabaja en condiciones optimas e intenta reproducirlo en el Boston”, concluyó Romero.

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