Anexión: el regreso de una idea peligrosa

No es ilegítimo cambiar las fronteras, pero debe implementarse a través de la negociación

Tiempo de lectura: -'

27 de febrero de 2020 a las 15:03

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

Por Gideon Rachman

¿Alguna vez te has quedado despierto por la noche, soñando con anexionar parte de un país vecino? Si es así, no estás solo.

Una encuesta de opinión reciente para el Centro de Investigación Pew reveló que un número sorprendente de europeos no están satisfechos con las fronteras de su país. Cuando se les preguntó si "hay partes de países vecinos que realmente nos pertenecen", 67 por ciento de los húngaros respondieron afirmativamente, al igual que 60 por ciento de los griegos, 58 por ciento de los búlgaros y los turcos, 53 por ciento de los rusos y 48 por ciento de los polacos. Esos sentimientos también están presentes en Europa occidental: 37 por ciento de los españoles, 36 por ciento de los italianos y 30 por ciento de los alemanes también están de acuerdo con la declaración.

En tiempos normales, estas ideas no importarían mucho. Los húngaros, por ejemplo, pueden lamentar el Tratado de Trianón de 1920, que, según ellos, resultó en la pérdida de dos tercios de la tierra húngara, sin creer que recuperar ese territorio es una idea práctica. El peligro es que éstos no son tiempos normales. La idea de anexión, un tabú de larga data en la política internacional, está volviendo a la discusión política global. El desarrollo más importante se produjo con la toma de Rusia de Crimea de Ucrania en 2014. Sólo un grupo de países de dudosa reputación, incluyendo a Corea del Norte, Venezuela y Zimbabue, han reconocido la soberanía rusa sobre Crimea. Pero cinco años después, Moscú está apretando su control sobre el territorio. La mayor parte del mundo ahora acepta tácitamente que hay pocas posibilidades de que Crimea sea devuelta a Ucrania. En ese sentido, la anexión ha funcionado.

Actualmente, las elecciones israelíes se están realizando en el contexto de un debate sobre si Israel debiera anexar formalmente aproximadamente un tercio de Cisjordania y la mayor parte de Jerusalén Este. Aunque estas áreas han sido controladas por Israel durante mucho tiempo, la mayoría de los países las consideran territorio palestino ocupado. El plan de paz de Donald Trump, el presidente de EEUU, para el Medio Oriente incluye una propuesta para reconocer la soberanía israelí en gran parte de Cisjordania, y Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí, está ansioso por anunciar su incorporación antes de la votación del 2 de marzo.

SARAH SILBIGER / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / AFP

Hasta ahora, la administración Trump ha detenido Netanyahu de anunciar una anexión formal. EEUU debería mantener esa posición, por razones que se extienden mucho más allá del Medio Oriente. La alteración unilateral de otra frontera internacional, sin el acuerdo de ambas partes involucradas o un tratado internacional, contribuiría a la sensación de que éste es uno de esos momentos en la historia cuando se están volviendo a dibujar las líneas en los mapas internacionales.

Esto animaría a los que aspiran a ser anexionistas en todo el mundo. Pero si se extendiera la aceptabilidad de la anexión, se produciría un derramamiento de sangre y el desplazamiento de las poblaciones. Como Carl Bildt, el ex primer ministro de Suecia, advirtió: "Las fronteras de Europa se han dibujado con sangre y cambiarlas volverá a extraer sangre".

Lo que es cierto de Europa es más cierto de Asia. En Japón, el primer ministro Shinzo Abe ha convertido el reclamo de las islas perdidas en Rusia después de la segunda guerra mundial como un foco central, aunque deja en claro que esto debe hacerse mediante negociaciones. Por el contrario, el gobierno chino siempre ha insistido en su derecho a poner fin a la independencia de facto de Taiwán por medios militares.

Para ser claros, los habitantes en todos los países, ya sean rusos, chinos, húngaros o israelíes, son libres de acoger sus teorías sobre las fronteras de su nación. Las fronteras han cambiado a lo largo de la historia y siempre habrá grupos que, por razones étnicas o religiosas, sienten que están varados en el país equivocado.

La mejor manera de lidiar con tales dilemas es mediante acuerdos sólidos sobre los derechos de las minorías o acuerdos de doble ciudadanía. Pero no es inherentemente ilegítimo argumentar a favor de un cambio de fronteras. La clave es que cualquier cambio de este tipo debe hacerse a través de la negociación.

Los orígenes del tabú moderno contra la anexión se encuentran en la década de 1930. La incursión de Adolf Hitler en Renania, que precedió la anexión de Austria por parte de Alemania y el desmembramiento de Checoslovaquia, tuvieron éxito. Generaciones de políticos de la posguerra aprendieron una lección: permitir que las adquisiciones no sean cuestionadas es profundamente peligroso y finalmente resultará en una guerra.

Las modificaciones de las fronteras en los últimos años casi siempre han involucrado un nuevo país que ha emprendido una lucha exitosa por la independencia, a menudo después de una historia de opresión. Pero permitir que una nueva nación, como Timor Oriental o Sudán del Sur, se libere, generalmente a través de un referéndum de independencia negociado e internacionalmente reconocido, es muy diferente que permitir que una nación existente tome por la fuerza parte del territorio de un vecino.

El tabú sobre la anexión se aplicó rigurosamente en las últimas décadas del siglo XX. Por eso Gran Bretaña decidió luchar contra Argentina por las Islas Malvinas en 1982; y fue lo que impulsó a EEUU a reunir una coalición internacional en 1991 para combatir a Irak, después de su invasión de Kuwait.

El año de la primera guerra de Irak también fue el año de la ruptura de la Unión Soviética, que condujo a la creación de 15 Estados soberanos. Para crédito de Rusia, la disolución de la URSS en 1991 se realizó en gran medida de manera pacífica y por acuerdo internacional. La decisión de Moscú de anexar Crimea 23 años después representó una reversión a la agresión unilateral. Debe seguir siendo un ejemplo aislado, en lugar de ser el precursor de una nueva era.

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.