Te abro la puerta al mundo de Pícnic!, el mismo en el que compartimos alegrías y penas, festejos y preocupaciones, y en el que elegimos conscientemente concentrarnos -por un rato- en lo que nos da placer, nos suma serenidad y, a fin de cuentas, nos aporta fortaleza. En estos días me descubrí a mí misma prestando atención a detalles que no siempre permito que se cuelen en mi vida apurada: el sol en este cielo celeste inmaculado, el calor del fuego en un fin de semana lluvioso, las cúpulas de edificios hermosos, a veces perdidas entre carteles y basura, la belleza de las ramas en tonos otoñales que acomodo en un jarrón, los músculos cansados luego de hacer ejercicio... Podría enumerar muchos detalles más que solía dar por sentados, aunque el cielo azul está siempre y las hojas amarillas también y el viento de otoño se repite año a año y las cúpulas son añejas, pero creo que entendés lo que quiero decir. Si algo bueno espero que sobreviva a la pandemia es la atención que hoy le damos a lo “común y corriente”, a lo que está todos los días pero que revalorizamos por la condiciones en que estamos viviendo. ¿Te pasa algo similar? Soy Carina Novarese y me gustaría saber cuáles son esos pequeños detalles que ahora degustás con todos los sentidos, si me escribís por acá. Mientras tanto, comparto contigo piques y reflexiones para seguir sumando esos placeres que siempre están.
“Necesitamos un nuevo contrato espacial. En el contexto de las crecientes divisiones políticas y las crecientes desigualdades económicas, pedimos a los arquitectos que imaginen espacios en los que podamos convivir generosamente”. La reflexión la hizo Hashim Sarkis, curador de la edición número 126 de la Bienal de Venecia y decano de Arquitectura de MIT. Lo que plantea es mucho más que arquitectura. Es un cambio de paradigma, que incluye los espacios pero también la forma en que los habitamos. La Bienal vuelve con una pregunta como norte: ¿Cómo viviremos juntos? Aquí podés leer más sobre este encuentro, que este año viene hasta con playlist de música hermosa.
El pabellón nórdico, por ejemplo, es un gran proyecto de covivienda de madera maciza. Los visitantes deben quitarse los zapatos para ingresar y recorrer los espacios individuales y otros compartidos, que conviven por medio de fronteras orgánicas.
Feliz cumple. La respuesta, mi amigo, sopla en el viento. Bob Dylan cumplió 80 años y ya sea que forme o no parte de tu repertorio musical, te propongo que te hagas un momento para escuchar la evolución de su música, que aquí se resume en ocho canciones que retratan sus distintas etapas.
Huertas. Después de Conservas y Ollas del Mundo, llega Huertas, un libro de 350 páginas en el que se suman los saberes investigados y practicados para plantar y cosechar en el momento adecuado. El libro está en preventa en Garage Gourmet, y sirve para quienes incluso solo fantasean con tener huerta, como esta servidora. El objetivo es conseguir huertos agroecológicos biointensivos. “Producir —al menos una parte— de nuestro propio alimento y trabajar un pequeño huerto jardín es un acto de resistencia, rebeldía y subversión. Es escaparnos a la lógica desaforada del consumismo y del máximo beneficio; es volver a conectar e integrarnos con la naturaleza”, dicen sus autores.
Tu peso, informado. La nutricionista Luciana Lasus tiene nuevo podcast y, a juzgar por sus primeras entregas, vale la pena seguirlo en Spotify o la plataforma que uses. Se llama Tu última dieta y es un ciclo que pretende informar sobre los principios “que hacen al equilibrio entre lo rico y disfrutable”. En el capítulo ¿Cuánto debería pesar? Medidas que realmente importan plantea un tema fundamental y poco visibilizado: el peso depende de cada persona y no solo de tablas, métricas o índices. No hay un peso ideal y este concepto puede ser incluso peligroso. Escuchen.
Fin de semana de sol es fin de semana de escapada, así que no desaproveches los soles de otoño y escapate a alguna bodega, lugares que conjugan dos variables maravillosas: vino y aire libre, una combinación imbatible en estos tiempos de cuidados.
Hace poco fui a Bouza, a menos de media hora de Montevideo. Es un lugar tradicional y una de las mejores bodegas nacionales, a lo que ahora se le sumaron espacios que aprovechan al máximo el hermoso parque que acompaña las viñas. Luego del tour guiado y tras aprender sobre las cepas que se plantan acá, en Canelones y en Maldonado, podés degustar los vinos y comer algo en el restaurante, o simplemente pasar una buen rato con un café, conversando o leyendo (con vino, claro) en los sillones de los decks que están al frente y al fondo del edificio principal.
Los Bouza son grandes vinos y esta vez probé el Pinot Noir 2019, una de las uvas más antiguas que cultivó el hombre. En Uruguay se está experimentando muy bien en varias bodegas, entre ellas Cerro del Toro, Garzón, Marichal y este de Bouza, que es un éxito. Dato interesante: es una de las cepas “madre” del Champagne, junto con la Chardonnay y la Pinot Meunier.
La felicidad tiene cara de dulce y llegó a mi barrio de la mano de Por Amor al Dulce, una pastelería fruto de sueños y mucho empuje de una madre y sus dos hijas, que decidieron trasladar las delicias caseras a una esquina de Parque Battle casi Pocitos.
Sobre Capitán Videla y Alarcón está este pequeño local repleto de delicias dulces y muy buen café de otro vecino, Seis Montes. Entre los dulces está bravo recomendar uno solo porque todos los que probé son supremos: la tarteleta de limón y la de frutos secos comparten el crocante de una masa sablé superfresca. Los budines, como el de arándanos y ricota o el de limón, y la carrot cake con un dejo a ralladura de naranja, son también estupendos. El único denominador común entre todas estas delicias es que siempre parecen recién salidas del horno, algo que debe ser así, porque cada vez que paso están amasando y rellenando. Abre de martes a sábado, así que planeen el postre del domingo con tiempo, porque los sábados los vecinos arrasamos.
Este Pícnic! fue escrito en parte durante una tarde de domingo de lluvia (al ritmo de Blowing in the Wind) y una tarde de lunes de sol, en la pastelería que les recomendé, con la música de la Bienal de Venecia. Por eso hoy me despido con música hecha palabras, y esta traducción parcial y seguramente imperfecta de la canción de Dylan. Que tengas una buena semana.
“Cuántos años puede existir una montaña,
antes de que sea lavada (arrasada) por el mar.
Cuántos años pueden vivir algunos,
antes de que se les permita ser libres.
Cuántas veces puede un hombre girar la cabeza,
y fingir que simplemente no lo ha visto.
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento.
La respuesta está flotando en el viento”.
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