Bienvenido al Pícnic! de hoy, que escribo con un rayo de sol instalado en la frente, fresco pero luminoso y esperanzador al fin. Esta semana quiero compartir contigo mis reflexiones sobre la atención, la concentración y la desconcentración, asociados al disfrute y al mismo tiempo al “tododalomismo” que a veces nos gana en los días de confusión. El domingo fui a ver la hermosa gala del Ballet del Sodre y ahí empecé a pensar en esto que ahora comparto; mientras que los bailarines hacían maravillas con sus cuerpos sobre el escenario, mientras que el pianista nos regalaba música en vivo de Chopin, mientras que los vestidos de Tavo García volaban por el aire, había muchas personas que miraban las pantallas de su celular.
¿Por qué permitimos que la tecnología, la moda, nuestra propia debilidad, nos robe el entusiasmo tan particular que solo se vive en eventos en vivo, en los que los artistas abren su corazón para compartir el riesgoso arte? Mientras que absorbía con todos mis sentidos los sonidos, colores y movimientos, en la fila de adelante un señora (no una jovencita, y lo aclaro por el prejuicio sobre las generaciones) miraba su pantalla, abría la camara, sacaba fotos, las mandaba por Whatsapp. Eso sucedió una y otra vez. La luz brillante me molestaba, pero no dije nada e intenté comprender cuál sería la motivación que la llevaba a sacrificar el espectáculo por el celular. No la encontré. Me hizo acordar al gentío que se suele arremolinar frente a la Gioconda en el Louvre, o frente a las obras más famosas de Monet en el Musée D’Orsay o delante de Los Girasoles de Van Gogh. Pelean por ser los primeros en la fila con sus celulares. Pero la obra queda en segundo plano: en la foto y en la memoria de quien hizo tanto para llegar cerca. Nunca lo entendí y nunca lo entenderé.
Esta semana leí la newsletter de una periodista estadounidense que está de vacaciones en Maine, un lugar natural y apartado en la costa este. Fue a comer a una pizzería tradicional del pueblo en el que veranea, donde la contraseña del Wi-fi es PUTDOWNTHEPHONETALKTOYOURFAMIL
¿Cómo te llevás con tu poder de concentración? Confieso que tengo mis altas y bajas, y ojalá estas reflexiones me impulsen a cortar cuando hay que cortar. Para intentarlo estoy alejando el celular desde las 20 horas. Si alguien llama, atiendo, pero casi no miro Whatsapp ni mails. En los espectáculos, como el ballet, no lo saco de la cartera hasta el final. Si me dispongo a leer ahora reservo un tiempo específico para avanzar lo que sea que pueda o quiera en el libro. Claro que siempre cuesta ordenar la mente y el tiempo. ¿Cuánto cuesta volver a ser dueño de tu atención? Soy Carina Novarese y te leo siempre con mucho placer, si me escribís a este mail.
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