La primera edición se terminó de imprimir muy tarde, a las 6 de la mañana, en una rotativa del barrio Jacinto Vera

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Cómo se gestó la creación de El Observador

La historia de la creación de El Observador, de ser solo una idea hasta llegar a los kioscos
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23 de octubre de 2021 a las 05:04

En la mañana de ese martes, gris y lluvioso en Montevideo, los kioscos del Centro y la Ciudad Vieja exhibían al lado de los tradicionales matutinos un diario cuya primera edición se había terminado de imprimir apenas un rato antes, a las 6, en una rotativa de Impresora Sudamericana en la calle Pedernal. Sus páginas habían pasado previamente por Cromograf, una empresa de fotomecánica en Uruguay y Vázquez que las transformaba en películas, y antes se habían escrito y diagramado en una sala de redacción en la que hacía tres meses venía trabajando un equipo de periodistas, diseñadores y fotógrafos, en Ituzaingó 1389, en una casona de tres pisos frente a la plaza Matriz y a una casa de por medio de la Catedral. Era 22 de octubre de 1991 y salía a la calle, por primera vez, El Observador Económico.

Primera portada de El Observador Económico

Pero para llegar a ese día, antes hubo un largo periplo que comenzó su director, Ricardo Peirano, casi 20 años antes, en 1972. Con 18 años de edad se acercó al abogado y economista Ramón Díaz, fundador de Búsqueda; lo ayudaba seleccionando recortes de prensa que luego utilizaba en sus columnas del semanario. En ese momento, el bichito del periodismo empezó a picarle. Y en momentos en que la prensa estaba estrechamente vinculada a los partidos políticos, él creía que debía existir una prensa independiente de ellos.

Primera sede de El Observador Económico

La carrera universitaria de Peirano lo llevó a vivir luego unos años en Buenos Aires, y ahí conoció al periodista Mariano Grondona, quien por entonces dirigía la revista mensual Carta Política. Se ofreció a escribir para algún número, y así publicó sus primeras tres notas. Los estudios siguieron en Barcelona y mientras vivía allí entró en contacto con Antonio Mercader, quien entonces estaba al frente del diario La Mañana, y enviaba artículos desde España. Al regresar a Uruguay, en 1979, comenzó a escribir en Búsqueda.

En Europa conoció todo tipo de medios, y reforzó su idea de que los diarios no tenían que estar atados a los partidos políticos.

El tiempo pasó y en 1990 el abogado Héctor Viana Martorell, al que ya conocía, le propuso unirse para comprar La Mañana. Pero ese periódico tenía una gran asociación con el Partido Colorado, más específicamente con el riverismo, y Peirano quería que el nuevo medio no tuviera identificación partidaria alguna. Por eso, le hizo una contrapropuesta: fundar un nuevo medio. A la idea se sumaron otros siete empresarios –Roberto Acle, Julio Blanco, Horacio Fernández Ameglio, Roberto Fossati, Lionel Hudson, Alfredo Iraola y Alfonso Pablo Varela.

Para emprender el proyecto, un conocido en España le aconsejó a Peirano que hablara en Buenos Aires con Raúl Horacio Burzaco, un periodista y empresario que había creado el matutino Tiempo Argentino en 1982, lo había dirigido hasta 1986, y entre 1987 y 1990 había dirigido El Cronista Comercial.

Así lo hizo, y Burzaco, a comienzos de 1991, esbozó el nuevo periódico: sería un semanario de 64 páginas a color realizado por computadora –por entonces todos los medios impresos uruguayos trabajaban con el viejo método de las planchas de plomo, que se armaban de forma completamente manual–, tendría diferentes secciones temáticas y se publicaría los domingos, con un concepto europeo de diario de fin de semana. A la vez, contactó a Peirano con Eduardo Navia, un experimentado periodista uruguayo que había tenido su trayectoria en varios medios, como BP Color y El País, para ofrecerle que comandara el equipo periodístico.

Ricardo Peirano trabajando en su computadora antes de la salida del diario

Navia, que acababa de jubilarse, no aceptó la oferta. No quería embarcarse en un trabajo tan ambicioso en ese momento, pero sugirió que llamaran a Félix Carreras, un colega suyo de 51 años de edad, también uruguayo, que había trabajado durante un largo período en BP Color y por entonces estaba radicado en Buenos Aires.

El teléfono sonó en la casa de Carreras en el barrio porteño de Palermo. Faltaba una hora para que él saliera a Ezeiza a tomar un vuelo hacia Venezuela, donde iba a trabajar durante un mes para un nuevo proyecto periodístico. Del otro lado de la línea estaba Burzaco, quien le dijo que desde Montevideo querían hablar con él. Carreras, con las valijas ya prontas, le informó de sus compromisos inmediatos, pero quedó en comunicarse luego.

A su regreso a Buenos Aires, Carreras se reunió con Burzaco, quien le informó que “un señor Peirano” quería hacerle una propuesta laboral. En abril viajó a Montevideo, se encontraron y ahí Peirano le contó los detalles del nuevo medio que quería editar. Carreras le pidió un mes para estudiar si podía llevarse a cabo ese proyecto, sobre todo desde el punto de vista técnico.

“Es imposible”, le planteó a Peirano tres semanas más tarde. Según su relevamiento, no había imprenta en Uruguay, salvo la de El País, que pudiera llevarlo a cabo. A eso se sumaba que competir contra el Gallito Luis era como tirarse a una piscina sin agua.

Días después, un domingo, se juntaron en un bar de Pocitos y surgió la idea de hacer un diario de lunes a viernes orientado hacia la información económica, escasa por ese entonces. Justo había cerrado El Día, y los diarios no vivían su mejor época, por lo que parecía una quijotada. Sin embargo, los medios que existían cubrían solamente las noticias económicas relacionadas con la política, no las de la economía en general o las empresas, por lo que había un amplio espectro de información que sería novedosa para el país. Peirano quería, además, que el diario tuviera un diseño limpio, con un papel más blanco que el habitual por entonces, que no ensuciara las manos, y que la fotografía ocupara un lugar preponderante en sus páginas.

Un familiar de Peirano tenía un pequeño apartamento vacío en la Ciudad Vieja, en el primer piso de un edificio ubicado en Misiones 1424, entre Rincón y 25 de Mayo. Se lo prestó por unos meses, y allí Carreras comenzó a trabajar junto con dos periodistas de su confianza: Luis Vignolo y Carlos López Matteo.

Carreras viajó a la ciudad de General Roca, en el norte de la Patagonia argentina, porque en esa localidad se había armado poco antes un diario cuya redacción trabajaba por computadora, como quería implementar Peirano. Se interiorizó sobre cómo se trabajaba de esa forma y volvió a Montevideo con la idea de que el futuro diario debía tener solo 24 páginas. Era la forma de hacerlo posible.

Allí se puso en contacto con un grupo de dibujantes uruguayos llamado La Galera –integrado por Eduardo Cardozo, Pablo Uribe y Alejandro Sequeira– y con ellos empezó a diseñar cómo serían las páginas.

Mientras tanto, el nuevo medio todavía no tenía nombre, y había varios en danza. Uno de los que más convencía a Peirano era Apertura, pero finalmente se decantaron por El Observador. Y para imprimirle el sello de identidad le agregaron un apellido: Económico.

A mediados de julio de 1991 se instalaron en la casona de Ituzaingó, la adecuaron para que funcionara como una redacción con 18 computadoras, y poco a poco fueron conformando el equipo completo.

Parte del equipo de la sección de economía en octubre de 1991.

Navia, que había rechazado liderar el proyecto, fue contratado como asesor periodístico de la dirección. Alfonso Lessa, Álvaro Amoretti y Julio de Brun, periodistas en Búsqueda, ingresaron como editores, el primero de política, los dos últimos de economía. Vignolo fue designado secretario de edición. Como editores adjuntos entraron Álvaro Diez de Medina (información internacional), Gustavo Michelín (economía internacional) y Mauricio Oppenheimer (marketing). Como redactores, López Matteo (información nacional); Mauricio Almada, Sergio Berrutti, Gerardo Bleier, Antonio Ladra, Leandro Pauletti, Enrique Piñeyro y Pedro Silva (política nacional); Rossana Fernández, Gabriela Inciarte, Juan Pablo Correa, Ignacio Gabriel, Edward Piñón, Carlos Ríos y Óscar Vilas (economía); Raúl Bareño (información internacional); Hugo Ocampo y Carlos “Bimbo” Rodríguez (información agropecuaria). Como cronistas, Eileen Hudson (información internacional), Alejandro Veira (información nacional), Francis Poli (indicadores), Gabriela Carrau, María Lupinacci y Mercedes Puig (información económica internacional). Al departamento de fotografía ingresaron Armando Sartorotti –como coordinador–, Magela Ferrero y Federico Gutiérrez. Y desde el primer día contaron con un corresponsal en Brasil: el uruguayo Jorge Mederos.

Los periodistas de política reunidos en la redacción de Ituzaingó

Con varios spots publicitarios filmados en Montevideo, Nueva York y Londres, en los que un ejecutivo recorría las calles de estas ciudades y hablaba de su necesidad de contar con información confiable para la concreción de negocios, el diario estaba listo para salir al ruedo.

El jueves 17 de octubre, en el Parque Hotel, Peirano presentó El Observador Económico en sociedad: “Emprendemos el camino –que sabemos no será fácil, porque nunca lo es cuando se trata de informar con independencia y objetividad– con fe y entusiasmo, con ansias de servir a nuestra comunidad”.

*Este artículo forma parte de la edición especial 30 años de El Observador.

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