a condición necesaria para vivir mejor en un país que ha avanzando pero tiene mucho camino por recorrer, es vivir en democracia.

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Competencia y colaboración: ganar de acá al 2032

Competir y cooperar son actos de supervivencia política y los partidos y sus responsables deben entender la lógica
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29 de octubre de 2022 a las 05:03

Me tienen harto estos políticos”, es una de esas frases que a veces pronunciamos sin detenernos a pensar en lo peligrosas que son. La política, los políticos, los partidos políticos, son elementos vitales de un sistema que aspire a ser una democracia sólida y saludable. Uruguay lo es, según estándares y rankings internacionales, aunque a menudo perdamos de vista que esto es así no por casualidad y que, por el contrario, tiene mucho que ver con el sistema de partidos que ha caracterizado a este país desde que es tal.

Esta semana el Partido Independiente cumplió 20 años y las reflexiones del politólogo Adolfo Garcé y el filósofo Facundo Ponce de León, me llevaron a revisar lo que se dice sobre los partidos en comparación con lo que son, lo que representan y lo que inciden en nuestra vidas.

En primera fila, al lado de las autoridades del PI, estaban sentados uno al lado del otro los tres expresidentes uruguayos posdictadura que viven: Julio Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle y José Mujica. El hecho de que los tres, de diferentes partidos, estuvieran ahí, tampoco es casualidad. Tiene que ver con uno de los equilibrios fundamentales que mencionó Garcé: la tensión entre competencia y cooperación.

“¿Por qué persisten los partidos uruguayos cuando el mundo es un cementerio de partidos? Para que haya una democracia que funcione, los partidos tienen que ser capaces de resolver equilibrios muy difíciles. Deben ser capaces de escuchar y adaptarse. Deben manejar la tensión entre competir y cooperar. Si no hay competencia política, y ya estuvimos ahí, estamos en el horno. Cuánto más competitivo es un sistema más libre y poderosa es la gente, porque si no te escucha el gobierno te escuchará la oposición. Eso es clave”, dijo el politólogo. Si no hay cooperación, no hay futuro.

La reflexión de Garcé es particularmente afinada en el caso de que se de un escenario político como el que podría abrirse desde 2024. Venimos de un largo período en el que la norma fue el predominio de los entonces llamados partidos tradicionales (ahora fundacionales), que antecedió y sucedió a la dictadura, hasta que llegó el primer triunfo del Frente Amplio. Ese fue un quiebre también fundacional para la democracia uruguaya, que obligó a la política a ajustar sus mecanismos de negociación, para generar en algunos casos coaliciones que eran gobierno y coaliciones que eran (y son) oposición.

Todo puede pasar en el largo y al mismo tiempo corto camino que falta por transitar hasta que sea hora de elegir nuevo presidente y nuevo Parlamento, pero si la foto la tomáramos hoy es posible que en los próximos lustros (al menos dos o tres) no se dé el predominio de un solo partido, como sucedió durante 15 años con el Frente Amplio. Claro que este escenario puede cambiar radicalmente con el surgimiento de nuevos líderes fuertes y populares en todos o alguno de los partidos que hoy conforman el sistema uruguayo. Pero imaginemos que no importa quien gane en el 2024, es bastante probable que en el 2028 el triunfo electoral sea para otro partido. Y tal vez suceda lo mismo en 2032.

Siguiendo con este ejercicio de imaginación, el binomio competencia/cooperación del que habló Garcé será crítico para que esta democracia, que tantas veces damos por sentada, siga vibrante y sólida.

Porque, por encima de cualquier protesta legítima o exagerada, la condición necesaria para vivir mejor en un país que ha avanzando pero tiene mucho camino por recorrer, es vivir en democracia.

La competencia férrea es necesaria para asegurar la diversidad de opiniones y puntos de vista que solo pueden redundar en el enriquecimiento de los ciudadanos. Se habla mucho de polarización, brecha, grieta o como quiera llamársele a un fenómeno que crece y preocupa, pero que afecta más al militante y al ciudadano de a pie que a quienes hacen política. Los enfrentamientos dialécticos en el Parlamento o incluso en redes sociales entre políticos pueden ser bastante agresivos, pero nunca llegan al nivel de violencia de los que protagonizan “la gente común y corriente”, si es que esta categoría aún existe. El remedio contra estas polarizaciones está lejos de ser una menor competencia. Por el contrario.

Pero solo si esa competencia es regulada con responsabilidad extrema por los partidos, sus líderes e integrantes, se logrará un sistema saludable y nutritivo que sea tierra fértil para el desarrollo y el bienestar.

Si cada cinco años se alternan en el gobierno partidos que llevan adelante proyectos –aparentemente– opuestos, el camino necesario es la colaboración constante, a veces pública y a veces en las sombras. Si cada cinco años tendremos un gobernante de color político diferente al que lo antecedió, este país solo seguirá afianzándose si hay acuerdos tácitos o escritos sobre temas de los que dependen nuestro futuro, y también nuestro presente.

Se les llama políticas de Estado y son producto de negociaciones y responsabilidades compartidas que hacen que hoy Uruguay transite un camino productivo de transición hacia energías renovables, por mencionar un ejemplo. ¿No necesitaremos más de estos acuerdos, productos de la colaboración entre partidos, para avanzar en tratados comerciales, seguridad social y educación, por mencionar solo algunas de las urgencias que no terminan de fraguar? ¿Será posible imaginar un acuerdo amplio entre partidos que por fin permita avanzar en una modernización de la educación, esa que se viene haciendo de a puchos y contra viento y marea (juicio que es válido para este y los anteriores gobiernos)?

En el fondo, competir y cooperar son actos de supervivencia. Si los partidos y sus responsables no entienden la lógica, pero sobre todo si los ciudadanos no la abrazan con la misma convicción (en vez de tirar piedras y retacear votos cuando se coopera), los próximos años podrían ser muy difíciles.

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