Venezuela es un digno ejemplo de lo que ocurre en el mundo con relación a las organizaciones internacionales. Más allá de ser epicentro de estériles retóricas oficiales, sus actuaciones son simbólicas, tardías, de poca o escasa profundidad. La ONU y la OEA, por ejemplo, no tienen ningún mecanismo para hacer cumplir a los gobiernos que lo integran los postulados que dieron sus orígenes.
Aún más allá, es enteramente contradictorio que naciones con regímenes dictatoriales, perpetradores de crímenes de lesa humanidad, como Cuba, formen parte de este andamiaje “democrático” y lleguen ocupar posiciones, con tenencia de voz y voto, en las estructuras veedoras de los derechos humanos… ¡Es una barbaridad!
Estas organizaciones han resultado ser progobiernos, no pronaciones. O, para decirlo en términos coloquiales, propueblos. Son los presidentes, primeros ministros o dictadores quienes ocupan o designan quiénes ocupan los cargos en este aparataje mundial. ¿Cómo esperar acciones contra ellos mismos? En Venezuela tenemos un dicho que reza “entre bomberos no se pisan la manguera”.
En primer lugar, se debe crear un mecanismo que permita a los Estados designar a los integrantes de estas organizaciones internacionales al margen de los gobiernos/partidos, pudieran ser las estructuras gremiales nacionales, como colegio de médicos, ingenieros, profesores, obreros, etcétera, quienes los designen a través del voto universal, teniendo como norte la idoneidad de las personas a elegir, su perfil y su neutralidad política… es solo una opinión.
En segundo lugar, es imprescindible que estas organizaciones cuenten con fuerza militar que permita realizar acciones en rescate de las naciones asaltadas por dictaduras, a quienes se les asesina y obliga a vivir en condiciones aberrantes. No olvidemos que la adhesión a estas organizaciones, a sus estatutos, es supraconstitucional. La complexión militar de estas instancias mundiales debe estar constituida por cuotas militares (recurso humano, equipos y armamentos) por parte de los Estados integrantes. Es un tema delicado que debe ser abordado sigilosamente. Lo cierto es, sin mecanismos disuasivos y persuasivos estas organizaciones seguirán siendo burladas por tiranos.
En tercer lugar, todos los Estados deben tener mismo peso, que impere el principio de igualdad, así como anular el absurdo poder de veto que tanto daño ha causado y ha servido de escudo protector a regímenes criminales. Las decisiones deben ser por mayorías simples o calificadas según la importancia de la decisión.
Es hora de replantear el andamiaje internacional para evitar tiranías que se apoderen del mundo.
Leandro Rodríguez Linárez
Politólogo venezolano
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