Conversando con Fernando Andacht

La pandemia, la vida social, los médicos y los políticos

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28 de febrero de 2021 a las 05:00

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Fernando Andacht es un profesor de ciencias de la comunicación de renombre internacional. Es, también, muy conocido por el público uruguayo, especialmente gracias a sus incursiones, siempre brillantes, siempre originales, siempre persuasivas, en el programa radial En Perspectiva de Emiliano Cotelo. Acaso por eso, se ha convertido en un emergente especialmente visible del grupo de intelectuales que anima la revista Extramuros que lidera Aldo Mazzuchelli, otro colega universitario igualmente brillante.

Como Uruguay es chico y ya peinamos canas, los conozco personalmente a los dos. Admiración y afecto no implica coincidencia. Al contrario. Me parece obvio que si admiramos y queremos solamente a los que piensan como nosotros no hacemos más que, como Narciso, admirarnos y querernos a nosotros mismos. A veces coincido con mis amigos. Habitualmente discrepo. Pero siempre me dejan pensando. Andacht y sus compañeros de Extramuros tienen una visión distinta a la predominante sobre la pandemia. Por cierto, fundamentan con mucha solidez sus argumentos. Por eso, vale la pena prestarles atención, leerlos, escucharlos, animarse a bajar la guardia, a dejarse invadir por la duda. Los disidentes inteligentes e informados, como Mazzuchelli y Andacht, siempre agregan valor al debate público. Dicho esto, paso a conversar, a coincidir y discrepar, con dos de los principales argumentos sobre el covid-19 de los disidentes. Ambos tienen que ver con la libertad.

Primer argumento de los disidentes: las sociedades contemporáneas, incluida la uruguaya, sucumbió al poder médico. Estamos viviendo una “panmedicalización”. “Los médicos son importantes, (…), tienen que gestionar la salud”, dice Andacht. Y agrega: “pero no pueden, no deben, no deberían gestionar los médicos la vida social, para eso votamos a los políticos”. Según Andacht, los médicos no son simples asesores, como se suele decir: “La presión que ejercen sobre cada decisión es enorme”. Los médicos nos han impuesto cambios drásticos en nuestros comportamientos cotidianos, desde el uso de mascarillas hasta la ansiedad por el “momento mesiánico”: la vacunación. Los médicos han generado un efecto todavía más preocupante: han impuesto el miedo al “otro” (“el infierno son los otros”). “La panmedicalización es un camino sin retorno”, agrega. “Y ese es mi mayor temor”. El poder médico, como puede leerse en distintos momentos en Extramuros, es una de las caras, la más visible en este momento, de la tiranía tecnocrática.

Estoy de acuerdo en que la tecnocracia es, desde hace al menos 2.500 años, una amenaza permanente para el autogobierno ciudadano. Estoy de acuerdo en vigilar que ni los médicos, ni los científicos, ni los economistas, ni los politólogos (¡faltaba más!), lleven a la gente de las narices. Pero creo que los disidentes no toman en cuenta suficientemente nuestro contexto. Los partidos políticos uruguayos, desde siempre, desconfían demasiado de los expertos. La sociedad uruguaya, todavía, invierte muy poco en innovación y desarrollo. (No queremos admitir que, tarde o temprano, los chinos comerán su propia carne sintética). De hecho, ahora mismo, la comunidad científica está cuestionando la reducción prevista en el presupuesto operativo de la ANII para el 2021. Uruguay no es Alemania ni Francia. En Uruguay nunca sobró la tecnocracia. Todo lo contrario. Desde mi punto de vista, alertando contra la “amenaza de la tecnocracia”, los disidentes podrían estar reactualizando un punto de vista extraordinariamente antiguo, paradójicamente aldeano y, en última instancia, realmente inoportuno. Desde mi punto de vista, lo mejor que nos deja la pandemia COVID 19 en Uruguay es una mayor comprensión, entre las elites políticas, pero también en otros niveles de la sociedad, de la enorme importancia que tiene para el bienestar social el desarrollo científico. En este sentido, donde los disidentes ven un retroceso y un peligro, yo veo un avance y una gran oportunidad.

Paso al segundo argumento: de acuerdo a los disidentes, hemos sucumbido a la tiranía de los medios. Según Andacht hemos padecido una “tetanización del pensamiento”: “el tétanos te vuelve rígido el músculo, y te mata, eventualmente”. Hemos padecido un discurso “debaticida”. Los medios, con la “inflación de información” sobre la “guerra contra el enemigo invisible”, han contribuido decisivamente a esta construcción discursiva. Los medios, en última instancia, han permitido o fomentado los “progromos” contra las personas que “no se cuidan”, y que no “cuidan a los demás”. El caso “Carmela”, agrega Fernando, es un ejemplo clarísimo de este tipo de persecuciones: “Junto con el virus biológico, hay un virus realmente invisible, que va volviendo a esta sociedad en denunciadora”. Muy bien dicho.

Estoy de acuerdo en cuestionar los “progromos” y en evitar el “debaticidio”. Cuesta demasiado en este país discutir bien. Son pocos los que intentan descubrir la parte de verdad que pueda haber en los argumentos de otros, o los que están dispuestos a dejarse persuadir por las buenas razones ajenas. Nada peor, en este sentido, que el mundo de Twitter. También es cierto que no siempre los medios ayudan, desde que los gritos y los insultos aumentan el rating. Sin embargo, donde los disidentes tienden a ver una aplanadora, yo reconozco un esfuerzo serio y muy útil de responsabilidad social empresarial. Sin la colaboración de los medios, sin el esfuerzo de tantos periodistas, Uruguay no hubiera podido hacer un manejo exitoso de la pandemia, cuidando la salud pública y, al mismo tiempo, preservando la libertad. ¿Quién sabe? En todo caso, da para conversar con serenidad, como nos piden valerosamente los Fernando Andacht.

Adolfo Garcé

Doctor en Ciencia Política, Docente e Investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR

adolfogarce@gmail.com

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