Presidencia argentina / AFP

Copa América 2

Uruguay necesita salir del corsé en que se encuentra; y el tiempo es ahora, momento en que Brasil mira esta jugada con buenos ojos

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11 de julio de 2021 a las 05:02

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Hoy de noche se enfrentan Brasil y Argentina por la Copa América 2021 en Río de Janeiro. El gran show será entre Neymar y Messi, antiguos socios en el Barcelona. El pasado jueves se enfrentaron, en el traspaso de la presidencia pro témpore del Mercosur, los presidentes de Argentina y Brasil, Alberto Fernández y Jair Bolsonaro, con dos visiones muy distintas de lo que debe ser el Mercosur. Es quizá la primera vez en que Argentina y Brasil no tienen posturas similares, en las que por cierto hubo disputas por cupos y cuotas pero no discrepancias sobre adónde debe ir (o mejor dicho, no ir) el bloque. 

La tensión es alta y ello se muestra en detalles anecdóticos como que no hubo una transmisión televisiva completa y continua de las alocuciones presidenciales y cada país tuvo que hacer la suya. Un hecho menor pero significativo de la mínima falta de armonía entre los países miembros.

La postura de Uruguay sigue siendo similar a lo largo del siglo XXI. Flexibilidad para negociar acuerdos de libre comercio como el que se logró, por un milagro, con México en 2003, reducción del arancel externo común, acuerdos de libre comercio del bloque con otros bloques o terceros países y, en definitiva, que el Mercosur cumpla el artículo 1, que establece: 

Los Estados Partes deciden constituir un Mercado Común, que deberá estar conformado al 31 de diciembre de 1994, el que se denominará “Mercado Común del Sur”. Este Mercado Común implica

•    La libre circulación de bienes, servicios y factores productivos entre los países, a través, entre otros, de la eliminación de los derechos aduaneros y restricciones no arancelarias a la circulación de mercaderías y de cualquier otra medida equivalente;

•    El establecimiento de un arancel externo común y la adopción de una política comercial común con relación a terceros Estados o agrupaciones de Estados y la coordinación de posiciones en foros económico-comerciales regionales e internacionales;

•    La coordinación de políticas macroeconómicas y sectoriales entre los Estados Partes: de comercio exterior, agrícola, industrial, fiscal, monetaria, cambiaria y de capitales, de servicios, aduanera, de transportes y comunicaciones y otras que se acuerden, a fin de asegurar condiciones adecuadas de competencia entre los Estados Partes;

•    El compromiso de los Estados Partes de armonizar sus legislaciones en las áreas pertinentes, para lograr el fortalecimiento del proceso de integración.
Todo eso para 1994. Hoy, 30 años después, muy poco de ello se ha cumplido y el Mercosur es apenas una zona de libre comercio. El artículo 1 sigue siendo una quimera. Y cuanto más tiempo pasa, más lejos se está de llegar a su cumplimiento.

Las razones son evidentes. Argentina es un país con un ADN netamente proteccionista pero que tuvo un lapsus aperturista en la primera presidencia de Carlos Menem, lapsus en el cual se fundó el Mercosur. Brasil es un país tan grande que se puede dar, hasta cierto punto, el lujo de ser proteccionista como lo propone la poderosa Fiesp de San Pablo, que reúne el núcleo industrial del país, y a la que los diversos gobiernos hacen mucho caso.

Paraguay no tiene industrias importantes pero mantiene una posición ecléctica. Mario Abdó, presidente paraguayo, está más preocupado de las vacunas que de cualquier otra cosa, y planteó una reunión presencial de presidentes con el objetivo de “seguir avanzando en un itinerario que mantenga unidas a las naciones miembros del bloque para fortalecer el potencial que tiene la región”. En buen romance, ni chicha ni limonada. 

Uruguay, en cambio, parece ser el “enano gruñón” del bloque, como nos llamaban los brasileños hace unos años, que se encuentra atrapado en un bloque que no va para adelante ni para atrás y le impide moverse salvo que haya consenso, lo que con el peronismo en Argentina es muy improbable que consiga. Quiere flexibilizar el Mercosur, quiere hacerlo avanzar en conjunto, quiere que cada país pueda hacer acuerdos por sí solo, pero no lo logra. 

Algunos analistas especulan con que la situación ha llegado a tal punto que alguna salida habrá. Y que Uruguay podrá hacer sus acuerdos bilaterales. Ayer viernes, la embajadora del Reino Unido Faye O’Connor señaló que su país vería con buenos ojos hacer acuerdos bilaterales con Uruguay en tres áreas: agricultura, tecnología y farmacéutica, y que además se podían revisar los altos aranceles que Uruguay está pagando. Todo es muy prematuro pero es una señal positiva.

En todo caso, sea por este lado, sea por otro, Uruguay necesita salir del corsé en que se encuentra. Y el tiempo es ahora, momento en que Brasil mira esta jugada con buenos ojos y ve el cada vez más incrementado proteccionismo argentino con malos. Es que el kirchnerismo ha tensado demasiado la cuerda de la política comercial. Y hasta de los malos modales diplomáticos, y eso tiene a todo el mundo cansado. Demasiada soberbia es difícil de aguantar, que impide incluso avisar hasta último momento que no van a transmitir la cumbre presidencial completa.

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