¿Cuáles son las zonas de Montevideo en las que se denuncian más y menos rapiñas?

Al sur de Casavalle, en un área en la que solo entran 28 canchas de fútbol profesional, se denunció el año pasado una rapiña cada 19 horas

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25 de febrero de 2023 a las 05:01

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Cuando las balas acabaron de zumbar en los pasajes al sur de la escuela n° 326 de Casavalle, la niña quitó sus manos de las orejas y aún echada en el piso relojeó la pequeña habitación. Temblaba. Su tío, con quien convive, apoyó la mano en su cabeza y con unas leves caricias, sin mediar palabra, le dio a entender que lo peor ya había pasado. Al menos por un rato.

“Nos estamos acostumbrando a convivir entre sonidos de ametralladoras y casquillos de bala que quedan perdidos por las calles, como uno supone que se acostumbran quienes viven en una zona de guerra”. El tío habla con resignación y sin revelar su identidad porque, dice, en tierra de violencia reina el miedo a la represalia. Solo que no vive en un barrio de Bajmut en Ucrania o de la destruida Alepo en Siria. Habita en el epicentro de Montevideo, a menos de 700 metros de la seccional policial de la zona.

Una de las tantas balas perdidas —de esas que se tiran entre bandas que se disputan el mercado de droga— fue a parar la semana pasada al capó del auto de un educador del Centro de Atención a la Infancia y la Familia (CAIF) del barrio. La institución cerró por unos días.

Ese agujero en el capó del vehículo, esa niña aterrada en el suelo, esas vainas de balas perdidas son las imágenes de una zona en la que reina la violencia. Y es en esa misma área de la ciudad —tan pequeña que apenas caben 28 canchas de fútbol profesional— donde más rapiñas se registraron en el último año: una cada 19 horas.

Las autoridades policiales —las de ahora y las de antes— suelen diferenciar las “peleas entre bandas” del resto de los delitos. Pero para el tío de la pequeña niña, para el vendedor de la santería del barrio y para el almacenero ambos fenómenos tienen su vínculo: la droga.

La relación es bastante lineal: el adicto hace lo imposible para consumir, roba incluso con violencia (así se define la rapiña), si tiene poder roba para comprar armamento que le dé más poder, si cae preso aprende los códigos carcelarios que lo llevan a la puja territorial y a solucionar los problemas a través de la violencia.

Por eso, a modo de hipótesis, podría pensarse que la suba de homicidios que registró Uruguay el último año y la baja de las denuncias de rapiñas en el mismo período no son datos contradictorios: cabe esperarse que en zonas de violencia haya temor a denunciar.

En esta área de Casavalle, por ejemplo, casi un tercio de las rapiñas denunciadas tuvo como víctima a repartidores (con el epicentro en las intersecciones de Simón del Pino y Aparicio Saravia). Y casi la mayoría de esos robos con violencia contra los repartidores ocurrieron en las primeras horas de la tarde, a plena luz del día. Eso diferencia a esta zona de la tendencia global: las rapiñas son más frecuentes cuando cae el sol —a la hora en que cierran los negocios—, y la mitad de las víctimas son transeúntes.

La evolución

El Observador accedió a las coordenadas donde ocurrió cada una de las rapiñas denunciadas en Montevideo entre 2019 y 2022. Con el asesoramiento técnico de Juan Pablo Ferriera, docente de Estadística en la Facultad de Economía de la Universidad de la República, se analizó la evolución de este delito que, al menos a nivel de las denuncias, tuvo una caída desde el comienzo de la emergencia sanitaria por el covid-19.

“Da la impresión que la dispersión geográfica se fue reduciendo: la mayoría de denuncias de rapiñas siguen estando en las zonas de siempre (con énfasis en el centro norte de la ciudad), pero algunas de ellas (como esta área de Casavalle) concentran más cantidad” en desmedro de la mayoría de zonas en donde bajan las denuncias, explica Ferreira, uno de los expertos uruguayos en metodología de investigación cuantitativa.

Ejemplo de esta concentración de las denuncias es que en solo 15,73 kilómetros cuadrados de Montevideo —léase la 33a parte de la superficie del departamento— reúne un tercio del total de rapiñas registradas el año pasado.

La concentración de denuncias de rapiñas en esta pequeña área de Casavalle, en la que caben 28 canchas de fútbol, va contracorriente de lo que se registra en la jurisdicción de la seccional policial 17 que comprende el Marconi y otros barrios. Allí las denuncias cayeron 11% en el último año.

En el siguiente mapa interactivo puede observar la evolución de las denuncias de rapiña en cada segmento censal, la pequeña unidad en que el Instituto Nacional de Estadística divide el territorio cada vez que realiza un censo.

En el Montevideo más rural es menos frecuente la concentración de rapiñas. Al norte del barrio 3 de Abril, por ejemplo, hubo solo siete denuncias en todo un año.

Otras zonas poco habitadas —porque concentran pocos hogares, aunque circula mucha población— sí reúnen gran cantidad de denuncias de rapiñas.  El ejemplo más emblemático es el Parque Rodó, los alrededores del Teatro de Verano y el club de Golf de Punta Carretas. En 1,34 kilómetros cuadrados, casi todo de pasto y verde, se registraron 135 denuncias el año pasado.

Cuando se mira por fuera de los lentes político-partidarios en que se suele observar la marcha de la inseguridad, puede notarse que las denuncias de rapiñas llevan una tendencia al alza desde que existen registros (1989).

Las coyunturas van dibujando sobresaltos en esa línea ascendente —como se observa en la crisis financiera de 2002 o el cambio en el código del proceso penal a partir de noviembre de 2017—, pero la ladera de la montaña sigue teniendo una inclinación clara.

Hay solo dos momentos que marcan quiebres: el nuevo código de proceso penal (aunque no está claro cuál fue el impacto) y la pandemia del covid-19 (que, a la inversa, baja significativamente).

¿Qué pasará en los años siguientes? Es difícil de predecir, porque tampoco hay consenso científico de que la emergencia sanitaria haya sido la única explicación de la baja de los delitos o que el código del proceso penal haya justificado aquella suba a fines del último gobierno del Frente Amplio.

Eso sí: los datos dejan claro que, a juzgar por las denuncias de rapiñas, hay bastantes más chances de quedar en medio de un delito de este tipo al sur de Casavalle que en el Montevideo rural o en la costa sureste de la capital.

¿Cómo se procesó la información?

El Observador accedió a los datos de denuncias de rapiñas en Montevideo entre los años 2019 y 2022 que registró el Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad. Si desde descargar la información original siga este enlace.
Los puntos en que ocurrió cada rapiña denunciada —georreferenciados por su latitud y longitud— fueron situados sobre el mapa de Montevideo, dividido en los 1062 segmentos censales que estableció el Instituto Nacional de Estadísticas en 2011.
La información fue analizada por fecha, hora y víctima de la rapiña.
El procesamiento de datos estuvo a cargo de Juan Pablo Ferreira, Diego Cayota y Tomer Urwicz.
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