Camilo dos Santos

Cuidar lo conseguido

La estrategia del gobierno no considera la protección de la salud y el mantenimiento de la actividad económica como objetivos antagónicos sino complementarios

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03 de mayo de 2020 a las 05:00

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Con datos de fin de abril, accesibles a toda la población a través de la app Coronavirusuy, que está siendo estudiada por Google y Apple como elemento de trackeo de la enfermedad y de prevención de posibles contagiados, se puede decir que la estrategia implementada por el gobierno a partir del 13 de marzo está dando resultados muy positivos.

Es una estrategia basada en informes científicos y ajustada a las nuevas informaciones que van surgiendo en el mundo a medida que se estudia más el genoma del virus, su modo de propagación y sus efectos en el cuerpo humano. Pero también es una estrategia o política impulsada por la convicción liberal del presidente Lacalle y su equipo de asesores más cercanos. Es una estrategia que, además, no considera la protección de la salud y el mantenimiento de la actividad económica como objetivos antagónicos sino complementarios. De lo contario, podría ocurrir que quien se salve de la enfermedad termine sucumbiendo a un parate económico que liquide su empleo o sus posibilidades de reinsertarse.

Esta estrategia no es exclusiva e Uruguay pero la velocidad con que se aplicó desde el día 1, -sin perder tiempo en negaciones de la gravedad de la enfermedad como le ocurrió a países desarrollados como Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia y España, para citar algunos de los más afectados-, la transparencia del gobierno, su capacidad para aceptar errores de los que nadie está a salvo y por tanto, de dar marcha atrás o corregir rumbo merecen ser resaltadas son cosas que merecen destaque. También es importante señalar la búsqueda de apoyo y consejo de la comunidad científica y de los proveedores de tecnología.

En lugar de aplicar pedidos propios de barricadas, como el de implementar cuarentena obligatoria sin tener en cuenta las consecuencias personales y económicas que ella implica, el gobierno apeló a la libertad y a la responsabilidad personal. Se negó a establecer la “prisión domiciliaria” que otros países han impuesto, con relativo éxito por cierto, y recurrió a la responsabilidad ciudadana. Y la responsabilidad ciudadana respondió como correspondía. El “quédate en casa”, pero sin obligación ni castigo, tuvo un éxito rotundo. Es lo mismo que ocurrió en Alemania, Corea del Sur, Dinamarca, Noruega, Nueva Zelanda, Suecia, por citar algunos de los países que se destacan por haber respetado la libertad y, al mismo tiempo, evitar la propagación del virus.

Son pueblos con costumbres y hábitos distintos al nuestro, se podrá decir, pero la apelación a la responsabilidad es universal y la respuesta es propia de cada uno. Pero también ayuda a la respuesta, la forma en que se la pide. Porque quien ve que se respeta su libertad y se apela a su responsabilidad, más incentivo tiene a responder positivamente. Se siente comprendido y empoderado. Sabe que le conviene quedarse en casa pero al tener la posibilidad de salir, haciendo uso de la responsabilidad, no se siente confinado o atrapado. Dos personas pueden quedarse en su casa, pero quien no lo hace por obligación, se siente libre; en tanto que aquel que está obligado, se siente preso.

Las cuarentenas forzadas no terminan bien. Obsérvese lo que cuenta la corresponsal de La Nación en Italia, recogiendo el testimonio de un pequeño comerciante, un peluquero en este caso. “¿Fiesta del trabajador? Esto es un funeral”. Paride, peluquero dueño de un local en el centro histórico de Roma, no esconde su desesperación. “Los daños por la parálisis de casi dos meses por el coronavirus son incalculables: los gastos de alquiler, impuestos y demás siguen estando, pero sin ingresos. El gobierno no tuvo coraje y no le dio voz a los pequeños comerciantes que en verdad estamos totalmente organizados para volver a reabrir ya, dándole seguridad a los clientes, al personal y a nuestras familias ... Si no, nos veremos obligados a cerrar para siempre”.

He ahí el peligro de cerrar a cal y canto y la dificultad de ir abriendo paulatinamente. El PBI italiano seguramente caerá un 15% en el primer semestre. Pero no es un tema de estadísticas sino de las personas que están detrás de las estadísticas, como este peluquero romano y tantos trabajadores más en su país y en otros países, cuyos gobiernos  cerraron todo y no escucharon a nadie.

Comentando la situación de nuestro país con un destacado empresario argentino, que está en cuarentena forzosa, me decía que envidiaba a nuestro país, a nuestro gobierno, a nuestra responsabilidad. Y me decía que quería venir a Uruguay en cuanto fuera posible. Quizá no para quedarse indefinidamente pero sí para ver posibilidades de invertir aquí.

Sabemos que no es oro todo lo que reluce, que hay mucho por hacer en este país para mejorar el bienestar de toda la población, para generar más trabajo, para cuidar de los más débiles y vulnerables pero lo que hemos conseguido, cuidémoslo usando responsablemente de nuestra libertad.  

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