Opinión > Análisis

Danza de nombres: Martínez pasó de víctima a victimario

El líder frenteamplista usa ahora la misma estrategia de la que se quejó en 2010
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05 de julio de 2019 a las 13:14

Daniel Martínez acaba de convertirse en victimario por el mismo tema que en 2010 había sido víctima: el asunto de las candidaturas.

Era verano y, pese a la tranquilidad habitual de enero, el Frente Amplio se quemaba en un hervidero interno por definir con qué candidato único competiría por la Intendencia de Montevideo. Los nombres eran Daniel Martínez y el entonces diputado Carlos Varela. 

Martínez era lo que los políticos llaman el candidato natural. Era el nombre que había empezado a sonar tiempo antes, tanto dentro de la fuerza política como fuera.  

Dentro, ya había integrado el directorio de ANCAP durante el primer gobierno de Tabaré Vázquez y en 2009 había llegado a ser precandidato a la presidencia por el Frente Amplio, aunque no llegó a las urnas porque desistió antes. Fuera, en la opinión pública su nombre estaba instalado.

Pero hubo un problema: ni el MPP ni Asamblea Uruguay lo apoyaban. El lunes de la última semana de enero Martínez consiguió 60 votos en el Plenario a favor de su candidatura, pero necesitaba al menos 84. Entonces llegó el viernes, segundo Plenario. Y el MPP hizo aparecer de la galera el nombre de Ana Olivera, una comunista cuyo partido había apoyado la candidatura de Mujica en las elecciones nacionales meses atrás. No la conocía nadie, pero fue la candidata de consenso y el Frente Amplio se las ingenió para que alcanzaran los votos y se pusiera punto final a la discusión.

Eso a Martínez le dolió. No le gustó el manoseo de su nombre y la maniobra en su contra. Y lo hizo notar. Se sentía “el candidato de la gente” y creía que la izquierda uruguaya tenía “cultura estalinista” que destruía al que pensaba diferente. Y que él estaba en la vereda de enfrente de esa postura. Así lo dijo en una entrevista con No toquen nada 20 días después del Plenario que lo dejó afuera de la candidatura.

Le costó superar esa jugada. Habló del tema en una y otra entrevista. En ese momento aparecía como una víctima de una conspiración en la que había sido perjudicado por cuestiones de afinidad política.

Nueve años después, parecía un tema superado. Lo dijo cuando, esta vez sí, fue candidato a intendente y ganó la elección en 2015.

Ahora, Martínez está del otro lado de la contienda y está haciendo todo lo que no le gustó que le hicieran en 2010. Ahora decide él: ganó las elecciones internas, se confirmó su candidatura a la presidencia por el Frente Amplio y eso, según su propia coalición política, le da el derecho para decidir a quién quiere como compañera de fórmula.

La interna del Frente Amplio fue la menos competitiva. Martínez era el candidato cantado. Tuvo meses para pensar y tejer puertas adentro una propuesta para la vicepresidenta que, además, tenía que ser mujer –porque así lo había decidido el FA–. ¿Cómo no lo previó?

Si fuera solo una cuestión de resultados, la candidata natural era Carolina Cosse. Ella también se sintió así y lo hizo explícito después de enterarse de que fue la segunda precandidata más votada. “Hay 65 mil personas que votaron mi candidatura”, dijo desde la puerta de su casa después de haber recibido a Martínez para hablar sobre la fórmula. 

Pero Martínez no la quiere. El MPP la impulsó, el presidente Vázquez la sugirió y Mujica le dijo, según Búsqueda, que hasta él había dejado diferencias de lado cuando conformó la fórmula con Danilo Astori en 2009.

Martínez tiene sus argumentos para no elegirla: no la cree compatible y tiene un perfil similar al de él. Quiere a alguien con dotes de articuladora y con capacidad de comunicarse con la población

Como no ve que Cosse cumpla con esos requisitos, el lunes empezaron a desfilar nombres ante la opinión pública. Patricia Ayala, Cristina Lustemberg, Cecilia Bottino, Liliam Kechichian, Sandra Lazo, Graciela Villar, Mercedes Clara. Nombres tan traídos de los pelos como en 2009 lo había sido Ana Olivera para la candidatura que terminó con Martínez afuera de la intendencia. Ahora es Cosse la que queda en el rol de víctima. 

Con esta actitud, Martínez muestra su liderazgo y su autonomía a la hora de decidir –pese a que buscó el diálogo con todos los sectores del FA–. Está bien. 

El manoseo de nombres, ¿es la forma? Ni siquiera es una cuestión política: es de trato humano. Hace nueve años, la respuesta del propio Martínez hubiese sido que no. En la misma entrevista de 2010 en No toquen nada que mostró su enojo con el Frente Amplio cuando lo dejaron afuera de la candidatura para la intendencia, cuestionó el procedimiento y dijo: “Cada uno hace política como quiere, yo peleo por otra forma de hacer política”. 

Lo que pasó esta semana no lo demuestra.

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