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Descendiendo a la realidad

La cortesía consiste en dar algo pero sin obligación de hacerlo

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18 de octubre de 2019 a las 05:00

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Días atrás tuve la ocasión de ver y escuchar la ópera “Don Pasquale” desde el teatro Colón de Buenos Aires. Fue  una trasmisión “in streaming” y  así pude apreciar también a nuestro compatriota, el barítono Darío Soler, en el personaje del dottore Malatesta. La imagen de la imponente sala apareció en la pantalla del televisor con el ir y venir de las acomodadoras acompañando al público hasta sus asientos. Observé entonces con mucha pena, a damas y caballeros cuando ingresaban a sus butacas. Lo hacían pasando de frente y brindando a quienes estaban ya sentados la parte poco noble del cuerpo humano.

De inmediato pensé en los desagradables momentos que vivían quienes ya estaban ubicados en sus asientos. Es verdad que pidiendo siempre permiso es posible llegar a nuestras butacas pasando de frente. Se da en un teatro, en un cine, en un acto escolar, en una sala de espera de  un consultorio médico, en un avión, en la cancha y en un amplio etcétera.

Lope de Vega en su “Fuente ovejuna” nos dice: “es llave la cortesía/para abrir la voluntad y para la enemistad/ a recia descortesía”. Mi mentalidad jurídica colabora y me dice que la cortesía consiste en dar algo pero sin obligación de hacerlo. Por eso es preciso disculpar, pasar por alto las pequeñas transgresiones como las que observé en el teatro Colón.

Puesto que he comenzado con la cortesía vuelve ahora la vida cotidiana de la mano de un gran humorista. Es Landrú el creador de dos personajes encantadores. Son María Alejandra y Mirna Delma. Ellas no se reían ni de los pobres ni de los ricos y crearon el “G.C.U.” (gente como uno). La mano de Landrú hizo que las hermanas disfrutaran lo de todos los días. Allí estaba también el “por motivo de compromiso contraído con anterioridad”. En nuestro idioma existen formas agradables para disculparnos ante una invitación. “Se ve de dónde viene” decían nuestras sabias bisabuelas y encerraban en esas palabras un juicio sincero de valor.

En la literatura antigua encontré una frase que me sorprendió. Era el relato de dos personas recién llegadas a la ciudad. Se encontraron con un anuncio que decía: “se da de comer de repente”. Era la forma de expresar que el local estaba siempre abierto.

Como sin querer mencioné un lugar donde es posible almorzar o cenar, me detendré en algo que hacemos con frecuencia y desconcertamos a los profesionales de la atención a los clientes.  Se trata de la posición de los cubiertos en la mesa. Los amables lectores me conocen mejor ahora después de los videos de la nota anterior. Me referiré brevemente a los cubiertos.

Los cubiertos en principio son dos: el tenedor y el cuchillo. Hay alimentos que requieren el empleo del tenedor solamente. Lo vamos a depositar en el plato mientras comemos. Si usamos tenedor y cuchillo procuraremos con elegancia una disposición adecuada. Como los cubiertos no son remos, jamás los pondremos colgando del plato. Al finalizar de comer pondremos el tenedor y el cuchillo como si fueran las agujas de un reloj e imaginaremos que son las 20.25.

En los dos videos que acompañan mi nota anterior procuré no dar cátedra. Pueden consultarse en blogs de El Observador “de pompa” y “los finolis”.

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