Con toda sinceridad, reconozco que la última nota titulada “El ceremonial” fue extensa. Deseaba llegar a los estimados lectores de El Observador.
Ha pasado el tiempo pero todavía recuerdo las clases en la antigua Universidad de Oviedo, en España. Al finalizar el programa dimos un examen. Solo recuerdo la voz amable de uno de los profesores. Se trataba de un examen muy formal y de pronto me encontré con la mesa. Uno, que había sido profesor mío, me dijo en voz alta: "¡saca bola!". Bueno, la bolilla dio ocasión para pasearme, precisamente, por la organización de actos sencillos y solemnes.
El ceremonial estaba de por medio y la antigua definición de ceremonia, no ha pasado de moda. Es un acto humano rodeado de determinadas formalidades. Hay ceremonias sencillas y solemnes. Las mismas pueden tener lugar en muy diferentes espacios.
En la vida corriente, el ceremonial, también debe estar presente, puesto que está compuesta de actos humanos que nos relacionan a los demás. El seguir en estos actos criterios de comportamiento definidos (es lo que se entiende como buena educación) nos permiten expresar nuestro mensaje de modo claro y que el prójimo pueda entenderlos por poder decodificarlo de forma correcta. En definitiva, hace a la paz y la armonía de la vida social.
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