Diego González
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > ENTREVISTA

Diego González y su rol como humorista político: "Claro que haríamos chistes sobre Cosse"

El conductor de La Aldea en TV Ciudad habló sobre el humor, la televisión, y el rol de los comunicadores
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31 de marzo de 2023 a las 11:23

Después de mucho tiempo, a Diego González le tocó volver a ser el encargado de hacer rodar la pelota. El que propone la idea y la ejecuta. Venía de algunos años de ser puramente un conductor, sin involucrarse con formatos ni con contenidos, pero con La Aldea, el ciclo de humor que acaba de estrenar su segunda temporada en TV Ciudad, lo hizo. Y se acordó de lo mucho que le gustaba tener ese rol y esa responsabilidad. Aparecieron unas cuantas inseguridades, claro, pero hoy no duda: “Estamos chochos”.

El programa con espíritu y formato de late night show reafirma el giro hacia el papel de comentarista de la actualidad nacional después de una carrera más enfocada en el entretenimiento. Un cambio que ya había empezado a manifestarse cuando pasó al canal municipal para conducir La letra chica y luego el ciclo La piel de la ciudad. Ahora plantado desde el humor, González sigue una línea que también traza en las redes sociales (en particular en Twitter) y que estuvo presente en el podcast que hizo entre 2021 y 2022.

Ese cambio tiene que ver con las reflexiones que el conductor hizo sobre el rol de los comunicadores y sus intereses propios. Sobre esas ideas, sobre cómo es hacer humor de actualidad en televisión y sobre los medios públicos y privados, González conversó con El Observador.

Hay una noción de que los late night show no funcionan o no se podían hacer en Uruguay. ¿Sentís que con La Aldea revirtieron eso?

No, ni ahí. Creo que todavía no se pueden hacer. Primero porque nosotros hacemos un late night show que sale a las nueve de la noche. Es una obscenidad. Acá todavía no se invierte en la franja de las 23 horas, que es la franja donde deberían ir estos programas. Me ha tocado trabajar en canales privados y ahora en la televisión pública, y creo que no se invierte en televisión. ¿A qué me refiero? No se invierte en guionistas, el camarógrafo termina siendo además sonidista e iluminador. Y como sale igual, bueno, se hace y se ahorra plata. Pero para un medio audiovisual es básico que todo se vea re lindo. Vos no podés ahorrar en un iluminador. O pedirle a un camarógrafo que sea el que te ilumine, que por suerte en la televisión pública no pasa. Creo que la calidad de imagen es algo a aspirar. Pero, por ejemplo, en el canal cuando empezamos con La Aldea no había guionistas. Creo que en todos los canales privados debe haber un guionista por canal. En los late night, se usan por lo menos seis guionistas. Porque ese es el contenido del programa. En el caso de los formatos, vos pagás y ya tenés el contenido. Pero en generar contenidos propios cuesta invertir a veces. Nosotros lo hacemos con lo que tenemos. Y con lo máximo que pudimos lograr. Y estamos contentos.

¿Tiene lugar suficiente el humor en la televisión uruguaya de hoy?

Está la discusión de qué es lo que la gente quiere ver. Creo que es de una soberbia tremenda que alguien diga, "yo sé lo que la gente quiere ver, es esto". Es una paparruchada. Creo que la gente quiere ver cosas de calidad. Porque tu competencia son las plataformas, donde las cosas te puede gustar o no, eso es subjetivo, pero la calidad es fantástica. El humor es una manera preciosa de procesar casi todo lo que nos atraviesa la vida. No sé lo que la gente quiere ver. Y pienso que debería haber más humor, sí, está buenísimo el humor. Sobre todo en televisión.

Y hoy por hoy, quizás el humor es la única forma de que te presten atención y de hacer entender un tema complejo.

Agredir o burlarse, para mí eso no es humor. Ahora, un chiste, que tiene una estructura, es un chiste. ¿No te hizo reír? Está bien. Pero ese chiste te puede llevar a formas de pensamiento lateral que cada vez están menos presentes en la televisión. Tendemos a ser muy literales. “La gente no te va a entender”, dicen. ¿Y cómo no? ¿Qué son, tarados? Subestimar a la audiencia llevó hacia una literalidad donde no querés dejar nada expuesto a un malentendido. El humor se permite eso. El chiste te hizo llegar a una noticia que capaz que no la conocías, te hizo plantear un problema que capaz que vos no lo tenías visto desde ese lugar. Yo creo que es una herramienta que está buenísima, pero no es para todo el mundo. En el humor se maneja la ironía, el sarcasmo, una cantidad de recursos que hoy están en desuso en los medios por miedo, o por subestimar a la gente. "No van a entender que esto es un chiste". ¿Y vos qué sabés? Jugá, arriesgá. Vos elegís cómo comunicar, no podés echar para atrás porque la gente no va a entender. ¿Qué es "la gente no va a entender"? Me parece re soberbio.

Diego González

¿Hacer humor de actualidad tiene un peso extra?

Me divierto mucho con el humor de actualidad, y por eso propuse este programa cuando me preguntaron qué quería hacer. Yo creo que no hay un peso extra. Y esto lo reflexioné después de haber empezado a hacerlo. A veces te dicen, “claro, con el humor de actualidad le vas a pegar al poder”. ¡Es lo más divertido que hay! Pegarle al oprimido es una pelotudez, o sea, pegás para arriba siempre. Y bueno, se van a enojar, ¿y sabés qué? Es mucho más honesto intelectualmente tener una postura ideológica hacia el humor que un filtro comercial. Yo creo que en la televisión privada, hoy por hoy, es muy difícil hacer humor de actualidad porque alguien se va a enojar. Y acá la costumbre es llamar y decir, “no me gustó el chiste que hizo fulanito”. Es recontra habitual eso. Y por lo general a veces no son las marcas, son las agencias. “Che, se rieron de que pasó tal cosa, y es cliente mío”. Entonces creo que te terminás autocensurando una cantidad de cosas por una ética comercial, si es que existe algo como la ética comercial. En la televisión pública no tenemos lazos comerciales con nadie. Y eso te aliviana muchísimo. ¿Alguien se enojó por un chiste? Y bueno, loco, qué macana. No fue personal, fue un chiste. Yo no te conozco a vos. Me reí de lo que pasó. De una situación. Creo que es bastante liberador.

¿Si el día de mañana pasa algo en la Intendencia harías un chiste sobre eso?

Sí, claro, y lo hemos hecho. Lo hicimos el primer programa. Nos reímos de la intendenta hablando en chino. Porque fue gracioso. Y yo calculo que no nos va a decir nada. Y si nos llama para decirnos algo, la equivocación parte de ahí. ¿Cómo vas a llamar a un tipo porque se río de vos hablando en chino en la televisión? Aspiro a que nadie se enoje porque nunca es algo personal. Algo que charlamos con los tres comediantes que están en el programa es que nosotros nunca nos vamos a burlar de alguien en pos de la risa. Nosotros siempre vamos a hacer un chiste. Partiendo de esa base, a mí me genera total tranquilidad lo que pase. Pero sí, claro que haríamos chistes. Y es más, creo que serían los chistes más pensados. Porque sabemos que va a haber mucha gente más mirando ese chiste.

Diego González

En 2020 dijiste que La letra chica era un programa con línea editorial definida. ¿La Aldea también la tiene?

Desde el momento que elegimos de qué noticias vamos a hacer chistes, estamos editorializando. Ese es el chiste del programa. A veces hay una pretensión acá de tratar de que los comunicadores sean como entes etéreos, impolutos. Eso es una fantasía. Porque creo que el único valor agregado que tiene un comunicador es su contenido. O sea, de personas que hablan bien y pueden leer, está lleno. Eso no te hace un comunicador, sino que la gente te conozca, sepa lo que pensás de los temas que le importan a todos, que conozca tu vida, porque parte de perder la privacidad es eso. La gente sabe quién sos. Por eso te permite tener una voz amplificada. Yo creo que vivimos como una fantasía acá en Uruguay de "no digas de qué cuadro sos, no digas a quién votás", porque eso te hace perder laburo. Si mi trabajo como conductor de televisión depende de que la gente sepa a quién voto, cambio de laburo. Pero creo que es una fantasía alimentada también por los comunicadores. Y creo que el fondo de eso está la inseguridad laboral. Si no la cago y paso desapercibido, no digo nada, no opino nada, no me van a echar. ¿Saben qué? No funciona. Si te van a echar, lo van a hacer igual. Porque pasa constantemente en todos lados. Lo más honesto es que te elijan sabiendo quién sos.

¿Volverías a los medios privados?

Sí, pero no haría cualquier cosa. Uno de los miedos que tuve sobre el final de MasterChef, por ejemplo, era qué iba a hacer después. No me imaginaba qué me podía tocar hacer después. Tuve muchísima suerte, sé que no es lo habitual, de que nunca hice nada que no me gustara. Nunca hice nada que me diera vergüenza. Hoy por suerte tengo la posibilidad de elegir. Si hay una propuesta de un medio privado y me gusta, lo haría. Y si no me gusta, no.                                     

¿Qué lugar deben tener los medios públicos?

Creo que son fundamentales. Leí una definición que era que en los medios privados se les habla a consumidores, en los medios públicos se les habla a ciudadanos. Y fíjate lo copado que es eso. Está re bueno, no le estás vendiendo nada a nadie. Cuando uno trabaja en un medio privado sabe que lo que está haciendo es vender. Vos sos el espacio entre las publicidades. Sos el contenido que rellena la tanda que es lo que sustenta una empresa. En los medios públicos vos tenés la posibilidad de hacer cosas un poco más elevadas. Creo que todavía no se ha llegado a eso. Tenemos un medio como Canal 5 que llega a todo el país sin compromisos comerciales. Y bueno, ¿por qué no se hace algo? Sería espectacular. Creo que la gente que mira TV Ciudad sabe que es una propuesta muy heterogénea. Siempre el ruido va hacia donde sirve la discusión política, pero debe ser un 5% de la programación de TV Ciudad. Creo que es un canal que está buenísimo, que tiene una cabeza donde la televisión todavía tiene una cosa de arte. La gente dice, “nunca hay caras nuevas”: la televisión pública está llena de caras nuevas. Hay que valorar eso también. De los cuatro que estamos en La Aldea hay tres que nunca habían trabajado en televisión. Y no sé en qué canal privado eso se da. Son recontra necesarios los medios públicos. Pensar que no deberían existir es de cavernícola. Es como un retroceso increíble.

Sos muy activo en las redes, ¿qué lugar les das en tu vida cotidiana?

Para mí son un insumo laboral increíble. Pruebo una cantidad de cosas, me divierto. Abuso un poco, porque es como que no termino nunca. Comercialmente también son un trabajo. Yo gano plata en Instagram. No sé por qué, pero bueno (risas). Las redes no te permiten tener un personaje, sobre todo siendo figura pública. En las redes lo que vale es la honestidad. Punto. Para las marcas, para todo. El volumen de seguidores ya es una fantasía, algo que no existe. Las marcas y las agencias buscan otro tipo de cosas. Twitter, que es donde soy capaz más activo, donde hay más de actualidad, es como un sillón grande donde ver la tele. Es un lugar donde los argumentos no tienen sentido, donde uno va a buscar a gente que reafirme tus prejuicios para estar contento. Y no le pongo otro lugar que ese. No le doy una trascendencia muy grande. Creo que como hace muchos años que la uso, entiendo una forma de participar en Twitter que hace que no me estrese mucho. 

Y fueron también el centro del podcast que hiciste. ¿Cómo surgió ese proyecto?

Vuelvo al valor que tiene un comunicador. Los medios son medios. Yo creo que no le dan la importancia al trabajador que tiene, que es central en un medio de comunicación. Los programas no son exitosos por el canal en donde salen, son exitosos por los trabajadores que hacen esos programas y la gente que está delante y detrás de cámaras. Creo que eso va a ir cambiando, la balanza económica va a ir hacia el comunicador, que es donde las marcas ponen el dinero. Eso es lo que pasa en las redes y se va a extender hacia los medios masivos. Porque los que ponemos el cuero somos nosotros. Con el podcast es lo mismo, tengo una computadora, tengo un micrófono, la hago en mi casa, no le tengo que pedir permiso a nadie, aprendí a editar yo con un mexicano en Youtube y lo hice. Al toque me llamaron marcas, que se querían ahorrar el intermediario porque querían poner plata en lo que yo decía, que ese es el único valor agregado que tenemos nosotros. Que salgas en tal o cual canal no te da nada, no existe eso. Es una forma de validar a los trabajadores. No me valoro más o menos por el lugar en donde estoy en este momento comunicando, sino por lo que comunico. Entonces, bueno, repartamos más parejo. Lo que está pasando con los podcasts, con los canales de Youtube, con todas esas cosas, debería alertar de que hay que invertir en contenido. Y espero que así sea.

Si el año que viene La Aldea sigue, ¿cómo proyectás el programa en año electoral?

Hoy por hoy podríamos hacer un programa diario (que no lo lean en el canal porque el año que viene nos clavan). Pero me encanta descartar cosas. Y siempre hay material. Y en año electoral no me quiero imaginar. Es muy divertida la actualidad. Y creo que el humor es una manera sana de procesarla. Y reírte. Todo es gracioso. Hasta en las noticias más horribles, el humor está ahí. Es un buitre que está en la vuelta. Nosotros nunca ofendemos a nadie con la intención de ofender a alguien. Pero sabemos que alguien siempre se puede ofender. Nunca lo hacemos adrede, porque no sabemos las sensibilidades de las personas que nos están viendo. Pero somos honestos y sabemos que no somos para todos. No todo el mundo se ríe con lo mismo. Y lo aceptamos. Entonces es liberador.

¿Y vos con qué te reís?

Cada vez me río menos. Pero me hace reír el absurdo. Sobre todo cuando la otra persona no se da cuenta que está siendo absurdamente gracioso. Por eso me río mucho con la actualidad. Hoy todo está tan sesgado, unilateral. Entonces la gente piensa tanto solo para un lado que no se da cuenta que esto es cualquier cosa. Que rompe los ojos lo gracioso que es. Y me hace reír Adam Sandler. Me da un poco de vergüenza decirlo. Pero me hace reír.

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