AFP

Divisiones en el Occidente amenazan a Ucrania

En términos militares, Kiev está perdiendo terreno mientras EEUU y sus aliados discuten acerca de los verdaderos objetivos de la guerra

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16 de junio de 2022 a las 16:04

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Gideon Rachman

Al principio de la guerra de Vietnam, el presidente Lyndon Johnson le preguntó a uno de sus principales generales qué haría falta para "hacer el trabajo". La respuesta, de escasa utilidad, fue pedir una definición del trabajo. Un estudio posterior conducido por la Casa Blanca definió ganar en Vietnam como "demostrarle al Vietcong que no puede ganar".

Ahora, mientras apoyan a Ucrania en su guerra con Rusia, las potencias occidentales se ven nuevamente tentadas a definir ‘ganar’ como ‘no perder’. A los ucranianos les preocupa que se les dé sólo lo suficiente para seguir luchando, pero no lo suficiente para derrotar a Rusia. Ésta es una angustiosa perspectiva en un momento en el que sus ciudades están siendo devastadas y en el que el ejército ucraniano está perdiendo cientos de hombres al día conforme lucha por detener el avance ruso.

Un reciente artículo del presidente Joe Biden definió el principal objetivo de EEUU como la preservación de una Ucrania libre e independiente. Olaf Scholz, el canciller alemán, a menudo ha dicho que Rusia no debe ganar, pero nunca ha dicho que Ucrania deba alcanzar la victoria. Un portavoz de Emmanuel Macron informó de forma anónima que Francia quiere que Ucrania salga victoriosa, pero el propio presidente aún no ha pronunciado esas palabras.

En cambio, Boris Johnson, el primer ministro británico, simplemente declaró que "Ucrania debe ganar". Y Kaja Kallas, la primera ministra de Estonia, ha dicho: "La victoria tiene que ser el objetivo y no un acuerdo de paz".

La diferencia entre los que abogan por la victoria ucraniana y los que se limitan a decir que Rusia no debe ganar es mucho más que una cuestión de matices. Esta diferencia dicta cruciales decisiones sobre el tipo de armamento que ha de proporcionársele a Ucrania, y sobre si se debe presionar, y cuándo, para que se llegue a un acuerdo de paz. El rechazo estonio a "algún acuerdo de paz" contrasta con el objetivo declarado por Biden de colocar a Ucrania "en la posición más fuerte posible en la mesa de negociaciones".

Detrás de estos puntos de vista existe una diferencia en cuanto a la percepción de la amenaza. Los que consideran que el principal peligro es el imperialismo ruso están dispuestos a abogar por la victoria de Ucrania. En este grupo se encuentran Polonia, Gran Bretaña, los Estados bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), y Finlandia.

Los que más se preocupan por la guerra entre Rusia y el Occidente sólo hablarán de que Moscú no gane. Ellos temen que presionar por una victoria absoluta de Ucrania pudiera conducir a un conflicto directo entre Rusia y el Occidente, o al uso de armas nucleares por parte de Rusia. Francia y Alemania están en este grupo.

EEUU, de manera crucial, se encuentra en un punto intermedio, tratando de equilibrar su respuesta a ambas amenazas, conforme proporciona la mayor parte de la ayuda militar a Ucrania. La opinión dominante en la administración Biden es que, habiéndose preocupado demasiado por el conflicto nuclear al principio de la guerra, el Occidente ahora corre el peligro de preocuparse demasiado poco.

La doctrina militar rusa permite el uso de armas nucleares en caso de una amenaza existencial para la nación. Altos funcionarios estadounidenses creen que es posible que Vladimir Putin, el líder de Rusia, considere que una humillante derrota en Ucrania representa ese tipo de amenaza existencial. Esto crea una situación paradójica en la que cuanto mejor le vaya a Ucrania en el campo de batalla, más peligrosa se volverá la situación.

Estas preocupaciones inyectan una verdadera cautela en la política estadounidense, y son la razón por la que Washington ha decidido limitar el alcance de los nuevos misiles que le está suministrando a Ucrania. Los estadounidenses decidieron no enviar artillería que pueda atacar adentrándose en Rusia porque eso pudiera parecerse demasiado a un ataque directo por parte de EEUU. (Mientras tanto, la entrega de armas pesadas provenientes de Alemania sigue retrasándose).

Todo esto es una fuente de profunda frustración para aquellos en la alianza occidental que piensan que el mayor peligro es el imperialismo ruso, no la derrota rusa. Ellos han señalado las recientes declaraciones de Putin en las que se presenta a sí mismo como el heredero de Pedro el Grande, en recuperar — como él dice — y expandir el territorio ruso.

Esta escuela de pensamiento descarta la idea de que Putin en alguna ocasión pudiera utilizar armas nucleares, argumentando que el líder ruso siempre ha mostrado un fuerte instinto de autopreservación. Ellos creen que la única forma de por fin acabar con la amenaza imperial rusa es humillando a Putin. Esto los lleva al llamamiento por estrategias militares mucho más agresivas, como proporcionarle a Kiev los medios para hundir la flota rusa que actualmente está bloqueando puertos ucranianos.

Conscientes de la necesidad de mantener la unidad del Occidente, EEUU y sus aliados han ideado algunas ‘fórmulas verbales’ con las que todos pueden estar de acuerdo. Todos, incluyendo Scholz y Macron, están de acuerdo en que no se le impondrá un acuerdo de paz a Ucrania. Pero la preocupación de los ucranianos es que, de hecho, se verán obligados a ceder territorio porque no se les dará un armamento lo suficientemente potente como para impedir que Rusia avance en el campo de batalla.

Mucho dependerá del impacto que los nuevos sistemas de artillería prometidos a Ucrania tengan en las próximas semanas. A pesar de sus divisiones subyacentes, la mayoría de los gobiernos occidentales parecen pensar que si Ucrania puede obligar a Rusia a volver al punto donde sus fuerzas armadas comenzaron el 24 de febrero, antes de la invasión, esto proporcionaría una base para unas negociaciones serias.

Desafortunadamente, sin embargo, no existe garantía de que Ucrania pueda lograr este tipo de victoria o de que cualquiera de las partes dejará de luchar, si se alcanzan las líneas del 24 de febrero. En Ucrania, como en Vietnam, la definición de victoria es peligrosamente vaga, y el resultado puede ser una larga y brutal guerra de atrición.

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