El asesino silencioso y cómo adaptarnos

Morir de calor ya no es una metáfora. La exposición al calor extremo casi se triplicó entre 1983 y 2016

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18 de junio de 2022 a las 05:00

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"El calor extremo mata a más personas que todos los otros efectos del cambio climático en conjunto”. Dicho así, a punto de ingresar en el invierno austral, esto parece una distopía o, en el mejor de los casos, un dislate. Pero es real; las cada vez más frecuentes e intensas olas de calor son una de las mayores amenazas relacionadas con el clima para la salud humana, pero no suelen atraer la misma atención que otros desastres aparentemente más letales, como las tormentas tropicales o los huracanes. Por eso, para darle más visibilidad, es que recientemente se planteó la idea de bautizar a las olas de calor como se hace con los huracanes. Puede parecer una exageración, pero no lo es, e incluso desde este sur de temperaturas “medias” deberíamos empezar a prestarle atención a un fenómeno que, según las proyecciones, afectará al 75% de los habitantes de este planeta para el 2100.

Una nueva figura que comienza a aparecer para visibilizar y buscar soluciones a este problema es el llamado Chief Heat Officer (CHO), algo así como el encargado jefe del calor, una posición que ya existe en Santiago de Chile desde marzo, la primera ciudad sudamericana en incluir este rol (luego se sumó Monterrey) y la quita en el mundo en integrar el grupo de “Ciudades Líderes en la Acción contra el Calor Extremo”, junto a Miami-Dade-County, Atenas, y Freetown en Sierra León.

Cristina Huidobro es la CHO de la región metropolitana de Santiago de Chile, la segunda región de ese país más impactada por las olas de calor extremo después del desierto de Atacama. Las proyecciones apuntan a que a finales de este siglo se duplicarán los días de calor extremo en la capital chilena, mientras que la temperatura en Sudamérica podría aumentar en más de seis grados Celsius en el mismo período.

Freetown, en Sierra Leona (África), está cada vez más amenazada por temperaturas altísimas, un fenómeno que afecta con gravedad a toda la población pero en particular se ensaña con los miles y miles de pobres que habitan en la urbe repleta de asentamientos irregulares. Eugenia Kargbo es la CHO y su tarea es concientizar a la población sobre los peligros de no cuidarse del calor extremo, mejorar la respuesta gubernamental ante las olas de calor, y estudiar los datos del impacto de las temperaturas en esta ciudad de 1,2 millones de habitantes.

“El calor ya está aquí y es insoportable. Lo que estamos experimentando en Freetown en este momento nunca había sucedido antes, no tiene precedentes. Necesitamos adaptación, no solo mitigación. Necesito hacer de mi ciudad un lugar más seguro y fresco”, dice Kargbo. Su rol como CHO es parte de la iniciativa liderada por el Atlantic Council. 

Pero, ¿cómo se combate el calor, sobre todo en países pobres? En Freetown el plan es plantar un millón de árboles y construir 48 jardines urbanos para intentar mitigar las olas de temperaturas altas, mientras que ya se construyen “centros de enfriamiento” con sombra y agua en barrios marginales; además, la ciudad está organizando un sistema de alertas por calor en alianza con las empresas de telecomunicaciones. Pero este es solo el comienzo y, ante la evidencia de que la suba de temperaturas no parará ni siquiera con la mejor política para intentar disminuir los gases de invernadero, el objetivo es adaptarse y sobrevivir. 

Actualmente, el 30% del mundo vive olas de calor que duran 20 días o más. En Estados Unidos se producen unas seis veces al año (en 1960 eran dos por año) y matan a más personas que las muertes relacionadas con huracanes e inundaciones combinadas. Para mediados de siglo se espera que afecten a más de 3.500 millones de personas en todo el mundo y se estima que los lugares más afectados serán las ciudades, en las que los pobres seguirán siendo los más vulnerables, con un alza en los problemas médicos como  enfermedades cardiovasculares o respiratorias, a raíz del calor extremo. La Organización Mundial de la Salud define las olas de calor en términos de salud humana como períodos prolongados de calor excesivo que provocan deshidratación, insolación, insuficiencia cardíaca y renal y una serie de enfermedades que pueden provocar la muerte.

Un estudio publicado en la revista científica PNAS en 2021 encontró que la exposición al calor extremo en 13.115 ciudades (1.700 millones de personas) casi se triplicó entre 1983 y 2016; el riesgo para la salud del calor extremo es “altamente desigual y afecta severamente a los pobres urbanos”, señalan los investigadores.

El rol de los Chief Heat Officers es una de las iniciativas que impulsa el Centro de Resiliencia de la Fundación Adrienne Arsht-Rockefeller del Atlantic Council, para crear conciencia sobre el riesgo de las altas temperaturas y mejorar la planificación. “El calor extremo es un asesino silencioso responsable de más muertes en todo el mundo que cualquier otra amenaza relacionada con el clima”, dijo Kathy Baughman McLeod, directora del Centro.

¿Qué es la Alianza para la Resiliencia al Calor Extremo? Este Centro, junto a 30 socios globales, formaron la Extreme Heat Resilience Alliance (EHRA) en 2020, una alianza que reúne a líderes de ciudades, expertos en salud pública, finanzas, asistencia humanitaria, gestión de desastres, ciencia climática y riesgo, seguros e infraestructura pública. El objetivo es concientizar a los tomadores de decisiones y desde allí surgió la propuesta de ponerle nombre propio a las olas de calor, para que esa conciencia de gravedad llegue hasta cualquier persona y pueda tomar medidas para protegerse como lo haría de un huracán.

Sevilla, la ciudad española en la que el calor roza con frecuencia los 50°C, es una de las urbes que lidera el proyecto de bautizar a las olas de altas temperaturas para generar conciencia y un sistema de alertas que active los sistemas de emergencia y otras actividades urbanas.

Además de muertes causadas directamente por el calor, también las economías son profundamente afectadas por el aumento sistemático en el termómetro. La Organización Mundial de Meteorología advirtió que esto ya se se confirma en países africanos, sobre todo del centro del continente.  Se estima que para escenarios que van de 1°C a 4°C de aumento de temperatura con respecto a niveles pre industriales, el PIB de toda la región disminuirá en 2.25% a 12.12%”. La Organización Internacional del Trabajo, por su parte, proyecta que los costos de una menor productividad laboral debido al calor alcancen hasta US$ 160 mil millones en salarios perdidos anualmente solo en Estados Unidos para 2090. “A nivel mundial, las pérdidas del PIB por el calor se proyectan en más del 20 por ciento para fines de siglo. y las temperaturas podrían subir hasta el punto de que pasar unas horas al aire libre en algunos lugares podría ser fatal incluso para “los humanos más aptos”.

Desde este sur con brisas, que sin embargo a veces desaparecen por muchos días en los veranos cada vez más tórridos, todavía pensamos que falta. Pero no. No falta. 

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