Fútbol > EL ANÁLISIS
El clásico de Mejía, del fútbol en cuentagotas y de la deuda de Peñarol y Nacional con la pelota
Lejos de una buena expresión futbolística, atados a esas malas costumbres del fútbol uruguayo de jugar poco y transformar estos emocionantes partidos en aburridos cabildeos, que solo exacerban la tribuna, pasó un clásico Peñarol-Nacional en el Campeón del Siglo de discreto valor deportivo, sin goles, sin hinchas visitantes y con episodios de violencia, cada día más (tristemente) naturalizados.
El fútbol, eso que suele transformarse en un espectáculo hermoso en todo el mundo, dejó sabor a poco, y los aplausos solo para un protagonista excluyente, el golero panameño Luis Mejía, quien, jugando al 70% de sus posibilidades físicas, con dos enormes atajadas apagó las tímidas intenciones de Peñarol de acceder al triunfo, y le dio a Nacional la recompensa de un empate.
Cuando el 14 de enero, Nacional le ganó la pulsea a Peñarol y se aseguró la ficha del arquero, sabía que había asegurado el concurso de un futbolista que podría brindarle una enorme cantidad de beneficios. Aunque a medias, porque el empate no era suficiente para las aspiraciones con las que visitaban al tradicional rival, este viernes volvió a cosechar con Mejía.
La recompensa fue pequeña para un equipo de Nacional que sigue sin encontrar el punto futbolístico y que, luego de salir del ahogo al que lo sometió Peñarol, equilibró el juego y pudo arrimarse al triunfo, si Mauricio Pereyra hubiera definido con mejor precisión y el árbitro Mathías de Armas hubiera otorgado un penal.
Es pequeña la gratificación para los tricolores porque el resultado sin goles y un solo punto es muy poco para este Nacional que dirige Álvaro Recoba que sigue viendo desde lejos al líder Peñarol (continúa a seis puntos). Es escaso el empate porque el tricolor ingresa en la zona más difícil de la temporada, en la que comienza a acumular la carga de la doble actividad y debe sostener la regularidad en su andar en el torneo local para evitar perderse en la tabla de posiciones.
El hecho de que para Nacional haya significado tan poco el empate, no implica que para Peñarol se transforme en una gran recompensa. Por el contrario, para los dirigidos por Diego Aguirre este clásico dejó menos que para su rival desde el punto de vista futbolístico, y el único aspecto que rescata es su posición en la tabla, con ese liderazgo que había afirmado previo a este viernes con el 100% de los puntos en un calendario favorable que le planteó el Torneo Apertura en las primeras fechas.
A Peñarol le faltó inspiración, y cuando la tuvo en cuentagotas, se encontró con las manos de Mejía.
Faltó ese explosivo Leonardo Fernández, que se había transformado en el todoterreno de este Peñarol.
Le faltaron los goles de Leonardo Sequeira y Maximiliano Silveira.
Salvo esos primeros 15 minutos, Peñarol se hundió en sus propias deficiencias.
El segundo tiempo fue un castigo promovido por dos equipos que quisieron jugar poco y aprovecharon la impaciencia de los hinchas, que empezaron a lanzar objetos desde la tribuna, para reducir el tiempo de fútbol.
El árbitro tuvo que parar tres veces el partido y reforzar la seguridad dentro del campo para continuar con el encuentro, en medio de la caída de proyectiles desde la tribuna.
Entonces, desvirtuado el partido, alejados del fútbol, sin inspiración con la pelota ni ánimo para llevar el juego al mejor nivel, se perdieron casi todo el segundo tiempo.
Así cerraron un pobre clásico en el Apertura, en donde Peñarol sacó la mejor parte del botín (mantener su liderazgo y diferencias con Nacional en la tabla) y los dos se exponen a sufrir la fase de grupos de la Libertadores, porque jugando en el nivel que mostraron este viernes, pocas serán las chances que tendrán de avanzar en el torneo más importante de Conmebol.
