Fútbol > FINAL DE OFI

El día que Paysandú gozó esa fiesta que tanto esperó

Una multitud colmó el estadio y rompió el maleficio de tantas noches con finales perdidas
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15 de abril de 2019 a las 09:36

Hace años que el Estadio Artigas era sinónimo de malas noches y de finales perdidas. Un escenario que se tornó demasiado grande  y un recinto frío luego de las reformas para la Copa América de 1995, y en el que Paysandú pocas veces hacía pesar la localía. El título que consiguió este domingo llegó para romper con esta historia negra y también con la mufa de no haber dado una vuelta olímpica del Interior en 30 años. 

Envalentonado por la realidad del equipo, que avanzaba etapa tras etapa, el público sanducero se volcó masivamente con la selección y llenó el principal escenario deportivo de la ciudad –sus tres tribunas habilitadas, la tribunal principal está clausurada– en la segunda final frente a Colonia. 

Desde la victoria en el choque de ida, la expectativa creció minuto a minuto: ventas de entradas anticipadas desde el mismo lunes, altoparlantes por la ciudad alentando a acompañar a la blanca, posteos varios en las redes sociales y mensajes en los grupos de WhatsApp, y hasta un mensaje de Nicolás Lodeiro desde Estados Unidos. 

El día del partido contra los colonienses, sin embargo, los sanduceros se dieron de bruces con la mala organización: por lo menos hasta media hora después de comenzado el juego siguió entrando público, con colas de 200 metros o más. Una afluencia masiva pero con un solo ingreso para cada tribuna, cuando cada una tiene dos, enletecieron algo que debió ser más dinámico.

El problema no resultó ser por la típica impuntualidad uruguaya porque desde unas dos horas antes del arranque ya había gente, entrada en mano, para ingresar al estadio. 
Pasada la hora 16 (el cotejo empezó a las 17) el ambiente era de un gran colorido. Banderas de clubes sanduceros, de Paysandú, y otras blancas. “Dueños del Interior” rezaba una, bien grande, que luego los jugadores bajaron para dar la vuelta olímpica con ella. La tribuna Este, la única que quedó tal cual estaba antes de las reformas, el puesto de panchos se había reforzado para la ocasión. De los habituales 2.000 panchos que suelen poner a la venta, invirtieron en 5.000 ante la gran concurrencia de público. 

“Nos vamos a quedar cortos de bebidas, hay solo seis heladeras llenas”, dijo el encargado del puesto de panchos. Hacía bastante calor en una tarde templada de otoño. 
Sobre el césped, durante los preparativos, mientras algunos ya daban notas a los medios, aparecieron los entrenadores Carlos Cabillón, de Paysandú, y Carlos María Ravel, de Colonia. Se saludaron con mucho afecto, se trataron con mucho respeto y se hablaron al oído. Viva el fútbol. Al mismo tiempo, salieron los arqueros a calentar. Tourn, el coloniense, apenas recibió algún insulto desde la tribuna que eligió para moverse. 

Durante el entretiempo –que duró más de lo habitual, al menos unos 20 minutos– los organizadores aprovecharon para homenajear a tres glorias del fútbol sanducero. A los entrenadores Julio César Coiro y Carlos Colzada, y al goleador histórico de la blanca, Carlos Jaime. Colzada fue el DT del título de 1989 logrado en una final contra Durazno, hasta ayer el último campeonato de

Paysandú a nivel del interior 

Los festejos, y como suele suceder en este tipo de celebraciones, se caracterizaron por su efusividad, por la emoción desbordada de los jugadores... y de la gente que empezó a ingresar al campo de juego y que poco tenía que ver con el plantel y el espectáculo. Enseguida aparecieron unas remeras inscriptas con “Campeones Nacionales” al tiempo que los futbolistas daban la primera vuelta olímpica de la noche, no sin antes Darío Algalarrondo, uno de los más experimentados jugadores de la Blanca, saludaba uno a uno a sus colegas de Colonia que, desgarrados por la tristeza, permanecían sentados cabizbajos. 

Hasta que llegó el momento de la premiación. Otro punto en el cual habrá que afinar en un futuro. Tanto demoró en comenzar que casi la mitad del público se había marchado; luego, sacaron las medallas de una mochila, muchas estaban enredadas. Primero subió Colonia como vicecampeón, y casi se olvidan de darle el trofeo correspondiente. Después llegó el turno de Paysandú de desfilar por el escenario . Otro eterno momento: Mario Cheppi, presidente de OFI, que no entendía que tenía que ponerse de frente a las cámaras para entregar la copa al capitán sanducero, Rodrigo Michelena. El aviso que no llegaba para que se prendieron los cañones con los papelitos picados, al mejor estilo de Copa del Mundo de FIFA. Hasta que levantaron la copa al cielo y el grito de la gran noche de Paysandú: “¡Dale campeón!”.  

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