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El ejemplo de Macron
El déficit fiscal del país volvió a empeorar, según el último dato disponible, y se ubicó en 4,5% del Producto Interno Bruto (PIB) en los 12 meses cerrados a febrero, una vez descontado el efecto de los recursos previstos para el Fideicomiso de la Seguridad Social (FSS), creado para atender la situación de los llamados “cincuentones”. Hay que remontarse al año después de la crisis de 2002 para encontrar un deterioro tan pronunciado en las cuentas públicas.
La situación es grave y deja al país más expuesto en caso de que se enrede más el escenario mundial que ya se desenvuelve en un clima de inestabilidad.
Pese a ello, no creemos que la administración de Tabaré Vázquez tenga gestos más claros para la baja del gasto público. Lo que no hizo en los primeros años de gestión no lo hará en el último tramo. Será un problema que heredará el próximo gobierno, que estará obligado a diseñar un irremediable ajuste fiscal que ataque problemas de fondo como el de la seguridad social y la enorme plantilla de funcionarios públicos que no responde a una necesidad del país.
Uruguay no puede seguir pensando en un ajuste fiscal por la vía cómoda y rápida de aumento de los ingresos. Las empresas privadas están asfixiadas por la enorme carga tributaria.
En ese sentido, necesitamos un presidente que lidere una transformación profunda en el Estado, que esté dispuesto a plantar un árbol pensando en la sombra de las futuras generaciones; un político que piense en el corto plazo, pero que tenga el horizonte en el largo plazo; y que no conquiste los corazones de los electores con medidas contraproducentes que terminan comprometiendo el desarrollo del país.
Los planes reformistas del presidente de Francia, Emmanuel Macron, son dignos de tenerse en cuenta. Desde el primer día en el Palacio del Elíseo viene impulsando un conjunto de reformas para renovar el país. Entre ellas, y medular, es una reforma de un Estado que, al igual que Uruguay, tiene una larga tradición de exceso. El aumento del caudal electoral de una extrema derecha nacionalista y de movimientos populistas como el de los “chalecos amarillos” son una demostración que la tarea no es sencilla. Pero el presidente francés ha sido valiente y, con serenidad y convicción, ha seguido con la mirada puesta en lograr una economía más dinámica y fuerte para competir en el comercio mundial.
En estos días, luego de exitosas políticas de reducción del gasto, que permitieron disminuir el déficit por primera vez en 10 años, el gobierno francés enviará un proyecto de ley al Parlamento que aproxima la gestión del empleo público al de la empresa privada.
Con el objetivo final de suprimir 120 mil puestos de empleos públicos de aquí al 2022, la iniciativa incluye medidas para ampliar la oferta de contratos temporales; puestos de trabajo en el Estado, pero atados a proyectos concretos; más peso en las calificaciones del rendimiento laboral y la formación; la posibilidad de despedir a funcionarios con todas las garantías legales y derecho al subsidio de desempleo; y un incremento de la jornada laboral.
Es una transformación que también es imprescindible en Uruguay si se quiere bajar en serio el gasto público. Ojalá que la actitud reformista de Macron sea una fuente de inspiración del próximo presidente de nuestro país.
