Seguir la trazabilidad de las mentiras en política no requiere de demasiado esmero ni de especiales condiciones detectivescas. Las verdades suelen escasear en una actividad que, entre otras cosas y particularmente en Uruguay, implica la ardua tarea de seducir a los votantes con el escasísimo margen de maniobra que supone gobernar un país con pocos recursos económicos, con una tasa de natalidad irrisoria y altamente dependiente de lo que decidan las naciones más poderosas.
Esta nota es exclusiva para suscriptores.
Accedé ahora y sin límites a toda la información.
¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí
Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá