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El fútbol necesita una estrategia industrial

Las propuestas para crear una superliga europea simplemente redistribuirían el valor hacia arriba

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19 de diciembre de 2019 a las 16:30

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Por Robin Harding

Loco, egoísta, enfocado en el dinero y arrogante: las personas de alto nivel del fútbol podrían haber estado hablando acerca del juego profesional en general pero, en esta ocasión, estaban describiendo lo que había propuesto el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez: crear una liga disidente de los mejores clubes europeos. El entrenador del Liverpool, Jürgen Klopp, resumió más concisamente el sentimiento de los aficionados del deporte en relación con el cambio al calendario tradicional: "Una absoluta estupidez", declaró.

Sin embargo, siguen surgiendo planes generadores de dinero para la creación de nuevas competiciones internacionales de fútbol porque los clubes más poderosos del juego se beneficiarían. En un momento de preocupación mundial por la desigualdad, y de preocupación nacional por mantener la actividad económica en el país, el fútbol es un estudio de caso fascinante acerca de cómo las reglas del juego determinan la distribución de recompensas y si son capturadas por el trabajo (jugadores), por el capital (propietarios de clubes) o por las naciones en forma de impuestos. Los detalles del fútbol son únicos, pero los problemas son comunes a muchas industrias que trabajan en sistemas cooperativos, desde las finanzas y el derecho hasta la alta tecnología.

Las propuestas para la creación de una superliga europea redistribuirían el valor hacia arriba, hacia los mejores jugadores y hacia los clubes más grandes; lo alejarían de países con ligas populares, como Inglaterra y España; y tomarían el valor de los jugadores como grupo y lo redistribuirían hacia los dueños de clubes. Esto no solo va en contra del encanto y de la integridad deportiva del fútbol, sino también en contra del interés público y en contra del interés nacional de varios países europeos. La estrategia industrial está nuevamente de moda, al menos en lo que se refiere a baterías para automóviles eléctricos. Quizás las naciones necesitan una estrategia industrial para el fútbol.

Las ventajas económicas de hacerlo correctamente son inmensas. En la temporada 2017/18, los clubes de la Premier League inglesa pagaron una factura salarial de £ 2.500 millones, según Deloitte. Toda la actividad es dentro del país, así es que no importa cuán hábiles sean los contadores, los mejores jugadores de fútbol envían aproximadamente la mitad de su salario al Tesoro del Reino Unido. En términos económicos, estrellas como Kevin de Bruyne y Paul Pogba se encuentran entre las personas más productivas del planeta; tú quieres que paguen impuestos en tu país.

El fútbol es un estudio de caso fascinante acerca de cómo las reglas del juego determinan la distribución de recompensas y si son capturadas por el trabajo (jugadores), por el capital (propietarios de clubes) o por las naciones en forma de impuestos

El fútbol inglés también es un exportador. Los derechos de transmisión en el extranjero de la Premier League generan £ 1.400 millones al año, y muchas de las camisetas del equipo tienen anuncios dirigidos a mercados en el extranjero. Y eso es antes de contar los cientos de millones de libras invertidas por los propietarios como Roman Abramovich, dueño del Chelsea, y Sheikh Mansour, dueño del Manchester City. Históricamente, sin embargo, los flujos de efectivo hacia los propietarios han sido modestos. Solo unos pocos clubes (viene a la mente Manchester United) son lo suficientemente populares como para pagar dividendos mientras se mantienen competitivos en el campo.

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Eso no es resultado de la locura ni del azar. Es así como funciona el juego, o al menos como solía funcionar. Los deportes tienen un poderoso ‘efecto de ganador se lo lleva todo’: sus recompensas son por ganar, no por horas invertidas. Cristiano Ronaldo jugará tanto fútbol por € 10 millones como un buen jugador que no sea estrella por € 100.000; Liverpool no necesita jugar más juegos para ganar la liga, sino solo terminar en último lugar. Lo que determinan las reglas de una liga es la prima por ganar, y cómo se reparte el resto de las recompensas.

Solo unos pocos clubes (como Manchester United) son lo suficientemente populares como para pagar dividendos mientras se mantienen competitivos en el campo

Las características económicas que promueven los altos salarios y las bajas ganancias en el fútbol europeo incluyen la competencia entre diferentes ligas nacionales, la falta de límites salariales más allá del llamado "Juego limpio financiero" y la relegación de los equipos inferiores, cada temporada, a una liga inferior. Estas estructuras crean poderosos incentivos para que los propietarios gasten tanto como sea posible en los jugadores. Si no lo hacen, otros lo harán, y puede que te releguen. En la versión estadounidense del fútbol, por el contrario, los topes salariales impiden cualquier ‘carrera armamentista’ en los salarios, nadie queda relegado y las franquicias pueden reubicarse si es rentable hacerlo. Por lo tanto, los retornos para los propietarios de equipos estadounidenses son muy superiores.

En Alemania, la propiedad de los miembros bajo la regla "50+1" restringe los salarios y las ganancias en beneficio de los fanáticos, pero esa estructura está bajo la presión de las mismas fuerzas que fomentan una superliga europea. Una razón para la popularidad del fútbol inglés es el relativamente equitativo reparto de los ingresos de transmisión, que genera partidos competitivos, aunque los cambios recientes están redistribuyendo los ingresos hacia arriba.

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Una superliga europea se parecería más a los deportes estadounidenses. Los mejores clubes y jugadores ganarían a expensas de los equipos muy apreciados que se quedan atrás formando parte de las ligas nacionales. Los países pequeños pueden obtener uno o dos equipos lucrativos, pero las naciones como Inglaterra perderían su desproporcionada participación de los ingresos e impuestos profesionales. Sin un verdadero competidor, a una superliga le resultaría más fácil instituir un tope salarial, y es probable que necesitara uno para tener equilibrio. Un juego trasfronterizo podría terminar como el tenis o como la Fórmula Uno, en donde la mayoría de los jugadores son tan itinerantes que pueden residir en Mónaco y no pagar impuestos sobre la renta en los países que los animan.

En la versión estadounidense del fútbol, los topes salariales impiden cualquier ‘carrera armamentista’ en los salarios, nadie queda relegado y las franquicias pueden reubicarse si es rentable hacerlo

¿Cómo sería una política industrial de fútbol? El objetivo es crear un juego que se lleve a cabo dentro de tus fronteras pero que se vea a nivel mundial, con el mayor valor posible en formas fácilmente gravables, como los salarios. Las naciones deberían querer ligas que compartan los ingresos entre sus miembros para crear un producto emocionante y competitivo; y deberían desconfiar de los topes salariales.

Sobre todo, no deberían ser indiferentes. Una superliga europea no es un invento del que sus creadores merecerían beneficiarse, sino una estrategia que mueve dinero entre jugadores y propietarios, o de un país a otro. Nada es ineluctable. El resultado lo deciden las reglas del juego.

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