AFP

El golpe a Venezuela. Treinta años del 4F de 1992

Aquella madrugada el país contuvo el aire por varias horas y la institucionalidad nacional fue herida de gravedad. El líder más popular de la asonada aprovechó las garantías democráticas para liquidar el sistema. El ahora día de la Dignidad Nacional fue el prólogo de la dictadura

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05 de febrero de 2022 a las 05:01

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Por Ángel Arellano*

El Estado rentista venezolano se embriagó con la bonanza petrolera de los años setenta. Las instituciones y la sociedad en general no estaban preparadas para controlar, administrar y aprovechar el exceso de vacas gordas. No hay que ser especialista para saber el resultado de la siguiente fórmula: mucho dinero y poco control. ¿Corrupción y desequilibrio? Parte de la élite se ensució en el pantano del dinero fácil. Se gastó tanto que el país comenzó a endeudarse. Y con ese proceso de locura por el consumo y gigantismo desenfrenado, vino la caída de los precios internacionales del petróleo. La democracia vivió un bajón de las expectativas y las prioridades. Ahora lo que crecía era la inflación, el empobrecimiento y la desigualdad. Un baño de realidad que se convirtió en terreno fértil para un electroshock. 

Para finales de los ochenta las tensiones sociales eran de vértigo, y el sistema, con mucha dificultad, hizo lo posible por mantener el barco a flote. Se encaminaron reformas profundas para darle agilidad el elefante estatal. Pero la conciencia popular –y de una parte relevante de sus interlocutores– estaba en otra frecuencia.

Golpe al rentismo democrático

El 27 de febrero de 1989, 25 días después de un cambio de gobierno democrático, un estallido social en Caracas, conmocionó al país. La democracia quedó convaleciente. Sobre esta ola subieron todos los interesados en desbarrancar la institucionalidad. Fue inevitable el sacudón definitivo. El Caracazo se convirtió en el telón de fondo del intento de golpe de Estado del 4 de febrero de 1992.

La madrugada del 4F el país contuvo la respiración por varias horas. Fue el día en que la democracia sufrió un ataque frontal a fuego limpio. Y aunque muchos durmieron sin problema los días posteriores –empresarios, políticos, notables y periodistas que justificaron la intentona–, el sistema estaba gravemente herido. Quienes habían disparado contra la institucionalidad lo hicieron con el cuento de recuperar la patria de Bolívar y otros héroes de la epopeya independentista. Aquellos andaban a caballo correteando a los españoles. Estos en una tanqueta reventando la sede del Ejecutivo legítimamente electo.

Unos diez batallones del ejército, engañados con el pretexto de un operativo de entrenamiento, fueron llevados a tomar posiciones neurálgicas del poder estatal. Secuestraron fusiles de asalto y tanquetas. Atacaron cinco puntos: la sede de la Presidencia y la residencia oficial del Presidente, ubicadas en Caracas; e instalaciones militares en las ciudades de Maracaibo, Maracay y Valencia. El asalto estuvo a cargo de cinco tenientes coroneles. El que se hizo más conocido fue el responsable del primer punto, Hugo Chávez. Fracasado el intento de golpe, Chávez pasó a la historia gracias al trampolín de los medios. “Por ahora los objetivos que nos planteamos no fueron logrados…”, dijo mientras era llevado prisionero. ¿Cuántas veces se ha visto a un preso ofrecer un discurso televisado? 

“Es difícil pedirle al pueblo que se inmole por la libertad y por la democracia, cuando piensa que la libertad y la democracia no son capaces de darle de comer y de impedir el alza exorbitante en los costos de la subsistencia, cuando no ha sido capaz de poner un coto definitivo al morbo terrible de la corrupción, que a los ojos de todo el mundo está consumiendo todos los días la institucionalidad”. Fueron las palabras del expresidente Rafael Caldera –entonces senador– en su discurso la mañana de aquel 4F desde el Congreso. Su mensaje mutó en mantra. Si la democracia había dejado de funcionar, para qué defenderla. Su llamado de rectificación y limpieza del sistema fue tomado por los medios como un epitafio. Esto configuró el salto al vacío.

Según investigaciones posteriores, el 4F dejó entre 150 y 300 muertos. Fue un baño de sangre que eclipsó el futuro de la democracia venezolana. Dos años después, Chávez salió de la cárcel a consecuencia de un sobreseimiento de la causa en el marco de un proceso de pacificación. El militar que por aquel momento era un ferviente abstencionista descreedor de la democracia civil, comenzó su mutación a candidato presidencial. En 1998 fue electo y aprovechó esa legitimidad para liquidar el sistema.

El día de la Dignidad Nacional

Chávez y su movimiento rebautizaron el 4F como el día de la Dignidad Nacional. Lo introdujeron en la historia oficial, la que se difunde desde las instituciones, se imparte en las escuelas y se narra en los medios. Un nuevo motivo de fiesta y celebración revolucionaria. El 4F, contra la verdad, o a pesar de ella, pasó a ser la justificación mágica de un proceso que instaló en Venezuela una sombría dictadura. 

El intento de golpe de Estado se instituyó como agente de cambio. Y la violencia se convirtió en la partera del Socialismo del Siglo XXI. De esta forma la democracia se desvaneció y apareció la oscuridad. Las expectativas y las aspiraciones de la vida democrática del país transmutaron en la anulación sistemática de las libertades promovida desde el petro-Estado.

Patria y legado

Treinta años después, la democracia fue vaciada y la historia oficial saqueada y reescrita. El chavismo instaló un sistema autoritario donde confluyen militares, políticos y organizaciones al margen de la ley que interactúan en un ecosistema delictivo. Vomitó sobre el territorio venezolano un odio disfrazado con trajes de falsa izquierda, apoyado por el autoritarismo global y regional. Su operativa está anclada en el narcotráfico, el lavado de dinero, el terrorismo y la minería ilegal. 

Treinta años después, Venezuela vive una agonía sin justicia, pero también con poca memoria. Las taras de la democracia que los alzados dijeron combatir el 4F, eran anticipo de lo que hoy –con esos militares al frente– aplasta a la nación que sufre el éxodo más grande del mundo.


* Doctor en ciencia política y periodista. Autor del libro “Venezolanos en el Uruguay” (2019). Twitter: @angelarellano

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