El Kinto, polvo que el viento no lleva

Medio siglo después sus canciones siguen vigentes y gracias a las nuevas plataformas podemos darnos el lujo de disfrutarlas

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05 de abril de 2020 a las 05:00

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Tres semanas atrás, en el medio de la psicosis colectiva por la emergencia sanitaria, unos pocos melómanos dieron cuenta en las redes de la desaparición física del músico Walter Cambón. La noticia quedó perdida en la maraña de informes reales y falsos, consejos e indignaciones motivados por la pandemia. Pero no habría que culpar solo al estado de las cosas por que la mala nueva haya pasado desapercibida. Hacía décadas que Cambón estaba alejado del mundo musical y su actividad artística casi se había circunscripto a una banda que existió durante un período muy breve medio siglo atrás. Es entendible que muy pocos conocieran su nombre. El asunto es que esa banda se llamaba El Kinto y cambió la historia de la música popular uruguaya, dejando además un puñado de hermosas canciones. 

El Kinto Conjunto tuvo una corta vida (de mediados de 1967 a principios de 1970), no llegó a grabar como banda ningún disco y no logró traspasar un circulo de público muy marginal.
Sin embargo su carácter mítico entre músicos y gente del ambiente sobrevino casi inmediatamente a su separación y se fue alimentando con los años. Ayudó a esto que sus dos principales figuras, Eduardo Mateo y Ruben Rada, se convirtieran -como solistas- en los artistas más trascendentes de una parte de la música uruguaya. 

Razones para que El Kinto ganara ese status no faltaron. En el momento en el que la banda empezó, los primeros grupos uruguayos que comenzaban a hacer rock y pop intentaban copiar lo más fielmente posible a los modelos anglosajones, ya sea haciendo covers o temas originales, siempre cantados en inglés. La idea del rock como movimiento artístico contracultural no estaba arraigada y la mayor parte de las bandas pop eran vistas (y se veían a si mismas) como mero entretenimiento. El Kinto fue el primer grupo roquero en cultivar una actitud artística y de experimentación sin tener en cuenta su posible costado comercial. Tenían una cantidad de influencias palpables, pero no buscaban parecerse a nadie. Fueron pioneros también (dentro del pop, no hay que olvidar que contemporáneamente existía una fuerte movida de música popular de raíz más folclórica), en incorporar elementos rítmicos autóctonos como el candombe y usar percusión afrolatina además de batería. Compusieron y cantaron sus temas en español, antes que la mayoría de las bandas de rock uruguayo.  Y también eran unos adelantados en materia de look, vestimenta y hasta lenguaje, adoptando el estilo hippie y abandonando los uniformes que usaban todos los demás grupos. 

Orígenes

Paradójicamente, o no tanto, su origen fue bastante prosaico: el grupo se formó originalmente para tocar música funcional en un local nocturno de Carrasco.
Pero a la vez que tocaban los temas de moda, Rada y Mateo (que tenían entre 25 y 27 años) comenzaron a experimentar en los ensayos, a componer temas propios y a alentar a los demás integrantes del grupo a crear. Esto puede explicar la cantidad de elementos que hay en la música original que comenzaron a componer. Hay referencias al rock y la psicodelia, al candombe, la bossa nova, el bolero, la música tropical, la canción francesa, el flamenco, el jazz, todo conviviendo naturalmente. No fueron muchos los que entendieron a El Kinto en su momento. Sus pocos seguidores se encontraban en  sectores intelectuales de la clase media montevideana, vinculados al teatro y las artes visuales y en la comunidad afrouruguaya. 

Aunque en principio Ruben Rada -que dejaría el grupo en 1968- era el principal compositor y cantante, el ideólogo principal del grupo fue Eduardo Mateo. Con una postura muy similar al movimiento tropicalista brasileño, Mateo, muy influenciado por la bossa nova, trabajó en una propuesta inédita hasta ese entonces en la música uruguaya, incorporando al mundo del pop toda esa data.

Mateo tuvo en Rada a un compañero ideal por su bagaje musical y su increíble talento artístico. Pero los otros músicos no fueron en zaga. Es imposible imaginar a El Kinto sin el baterista Luis Sosa, que no solo trasladó el ritmo del candombe de una manera increíblemente sutil a su instrumento, sino que experimentó con toda clase de recursos, alejándose de los parámetros roqueros. Mateo era un guitarrista rítmico excepcional, pero Walter Cambón le dio con su guitarra eléctrica el toque roquero al grupo con una economía de recursos y un buen gusto impresionante. Los tres bajistas que alternaron en el grupo, Antonio Lagarde, Urbano Moraes y Alfredo Vita aportaron lo suyo, pero fue Moraes el que tuvo una influencia más fuerte. Cuando Rada dejó la banda, Mateo no lo suplantó con otro cantante, sino con otro percusionista -Chichito Cabral- que tenía una influencia mayor de la música tropical, y Urbano pasó a ser uno de los vocalistas principales, “inventando” una manera de cantar que influiría a músicos como Jaime Roos. Mateo compuso canciones increíbles en esa etapa como Mejor me voy, Esa tristeza o José, pero además su fuerza creativa estimuló a los otros integrantes a componer. Algunas de las canciones más bellas de El Kinto no son de Mateo ni de Rada: Suena blanca espuma de Walter Cambón, Don Pascual de Chichito Cabral o Yo volveré por ti de Urbano, son una muestra de esto.
 

Legado

Como se dijo la banda no llegó a grabar nunca un álbum completo. Pero se presentó regularmente en televisión en el programa Discodromo, creado y conducido por Ruben Castillo. Hoy podríamos tener filmaciones históricas de El Kinto y de otros artistas uruguayos que pasaron por ese programa, de no ser por la costumbre de la televisión uruguaya de la época de borrar los tapes para reutilizarlos. Un crimen que casi hace que la música de El Kinto quedara solo en el recuerdo de unos pocos. Que no fuera así es responsabilidad exclusiva de Carlos Píriz, ingeniero de grabación de Sondor en esa época (y posterior productor artístico del primer disco solista de Mateo), quien guardó por iniciativa propia las grabaciones que el grupo hacía en el estudio para los playbacks del programa. Esas grabaciones, destinadas a ser borradas una vez emitidas, son las que forman el grueso del único “disco” de la banda, editado recién en 1977 (diez años después de su formación). Algunas canciones del LP trunco se habían dado a conocer  en 1971, en un disco simple y en el álbum Musicación 4 ½

Como lo habían hecho en sus comienzos en el boliche nocturno, Mateo y el resto de la banda aprovecharon para experimentar en el estudio de grabación. Es impresionante escuchar la cantidad de detalles que hay en los arreglos, siempre sencillos pero perfectos para cada canción. El crescendo de los coros de Mejor me Voy, la cintas al revés de Estoy sin ti, el piano de Príncipe azul, los tambores tocados con mazas, como timbales, de José, la percusión de Don Pascual, ejemplifican la creatividad y originalidad de El Kinto. 

Mateo disolvió a la banda unilateralmente en 1970. Walter Cambón formó junto a Luis Sosa el grupo Limonada que tuvo muy corta vida, pero llegó a grabar un excelente disco en 1970. En 1971 Rada crearía junto a Eduardo Useta la banda Tótem, que siguiendo los pasos de El Kinto ahondó en las mezclas de rock y música afrolatina, con el candombe como principal referencia. Esta vez el proyecto si tuvo repercusión: Tótem fue una de las bandas más populares de la música uruguaya. A diferencia de El Kinto, adelantado a su época, Totem llegó en el momento justo. Más allá de la excelente música, su éxito estuvo abonado por la popularidad de artistas internacionales como Santana que habían incorporado percusión y ritmos latinos al rock. Como generalmente pasa en este lado del mundo, tuvo que haber una legitimación desde afuera para que aquí se aceptara algo que ya existía hacía mucho tiempo. 

Esto por supuesto aumentó el status de culto de El Kinto y su carácter de banda pionera, que había inventado lo que luego se llamó candombe-beat, sin tener ningún modelo foráneo. Los años no hicieron sino aumentar ese prestigio e internet se encargó de difundir la música del grupo a través del mundo. En 2006 el sello estadounidense Lion editó un CD con las grabaciones completas de la banda. Y en 2009 reeditó el vinilo Circa 1968 de 1977, ayudando a su difusión internacional. 

Hoy podemos escuchar la música de El Kinto y la de Limonada en todos los sitios de streaming y ver como medio siglo después la belleza de esas canciones sigue vigente.

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