El mayor golpe a la coalición: un lío personal y no político

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03 de julio de 2020 a las 14:39

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La desprolija salida de Talvi: ¿qué hay de fondo?

→ En asuntos de gobierno, en general, los grandes líos son por diferencias políticas. Cuando hay coaliciones y un ministro se va, suele ser porque pretendía impulsar un plan y no logró acuerdo con los otros socios o porque sus ideas concretas no tenían el consenso necesario. 

Si uno busca en la salida de Ernesto Talvi del gabinete explicaciones ideológicas o políticas, podrá encontrar muy pocos elementos. Talvi y Lacalle no tienen grandes diferencias sobre el rumbo de la política exterior. Si vamos a cuestiones prácticas, el único matiz fue semántico sobre un asunto en el que ambos están de acuerdo. Venezuela es una “dictadura” para los dos, pero uno lo dice y el otro entendía que como canciller no podía verbalizarlo. Detalles que con cintura y diálogo se podían tolerar.

Lo que hubo de fondo en esta ruptura fueron diferencias personales que desencadenaron una crisis política de la que aún no se sabe cómo saldrán. Lacalle no quiso hablar del tema el jueves en conferencia de prensa porque entiende que “el mejor aporte” que puede hacer al país es el silencio. Pero lo único que dijo al pasar, con esa técnica que tiene de no decir pero a la vez decir mucho, es que “aquí se entremezclan cuestiones políticas y cuestiones personales”.

¿Qué son esas cosas personales? En una newsletter que te envié hace tres semanas te comenté algunos elementos en ese sentido:

  • La subordinación. Al líder colorado le costó aceptar en estos tres meses que estaba en un grado de subordinación con Lacalle: que era un secretario del jefe de Estado. Ese aspecto de su personalidad llevó al choque con un presidente que también es duro en algunos aspectos. Con varias actitudes, Talvi demostró que quería más libertad para ejercer las tareas de canciller. 
  • La diplomacia presidencial. Hay puestos en los gobiernos donde los ministros pueden tener cierta libertad. No en la política exterior. Talvi, que en la mayoría de sus trabajos anteriores (sobretodo en la vida académica) contó con amplias libertades para desarrollar sus funciones, no estaba cómodo con un jefe. Pero en la política exterior el que marca la cancha es el presidente sí o sí.
  • El trato difícil de Talvi. Nadie duda de su inteligencia y su capacidad, pero en el trato personal, todos los que lo conocen advierten que Talvi es muy vehemente. Esta semana tuvo un episodio con una funcionaria de cancillería que si bien él puede considerar una discusión más en la defensa de un argumento, otros lo vivieron diferente. A quienes no gustan de determinados tratos les puede resultar difícil el trabajo cotidiano con personas que se manejan en esos términos. Ese relacionamiento complejo no se dio solo para abajo en la escala jerárquica sino también para arriba.

→ Por todo esto, es al menos cuestionable decir que la salida de Talvi del gobierno ponga en jaque a la coalición. No se ven diferencias ideológicas o políticas que puedan romper el vínculo entre colorados y blancos en el corto plazo. Además, una cosa son los vínculos con Talvi y otra con el resto del partido, incluidos el resto de los dirigentes de Ciudadanos que en muchos casos ni siquiera salieron a defenderlo públicamente.

Lo que necesita la relación, más que negociación política, es terapia. Siguiendo con la analogía que hizo el presidente el jueves, cuando dijo que “las relaciones humanas no están ajenas a tensiones” y puso como ejemplo a las parejas, uno tiende a pensar que lo que deberían tener es una recomposición como las que se realizan en las terapias de pareja. Ambos saben que comparten muchos proyectos en conjunto y que se necesitan para los diferentes objetivos que tienen. Uno podría pensar que hoy Lacalle necesita más de Talvi que al revés. Pero si el líder de Ciudadanos quiere seguir también como líder de su partido necesita mantener el vínculo con el gobierno. El fin de esta relación entre presidente y canciller no parece ser el fin de la relación entre presidente y líder político. Pero van a tener que fortalecer mucho el segundo vínculo para que perdure la pareja.

→ La renuncia terminó siendo muy desprolija y no propia de un gobernante que quiere algún día ser presidente. No es serio que un canciller abandone su cargo en el medio de una cumbre, por más enojado que esté por filtraciones o por lo que considera operaciones de enchastre. Alguien que pone primero al país debería dejar de lado esas cosas en momentos clave. Tan desprolija fue la salida que terminó de hablar como canciller ante sus pares de la región, redactó la carta de renuncia y la publicó por Twitter. Sin que el presidente formalmente la aceptara, dejó el cargo. Ese día a la tarde le tocaba presidir como canciller la segunda sesión de la cumbre del Mercosur, pero ya no estuvo presente en la cumbre y la viceministra Carolina Ache asumió el rol. 

Cuando una pareja se rompe la culpa no es de uno solo. Talvi se enojó porque luego de su presentación del proyecto de reforma de Cancillería que denominó “Diplomacia 5.0” trascendieron molestias tanto internas del ministerio como en la Torre Ejecutiva. En Presidencia se enojaron porque no solo no participaron de la construcción de ese proyecto sino que ni siquiera estaban al tanto de su presentación. Otra vez, el canciller quería libertad para un puesto donde el alineamiento con el mandatario es clave.

¿Quién es Bustillo y qué se puede esperar de él?

→ El otro elemento que enojó a Talvi fue que el mismo día que anunció su plan de reforma de la cancillería se confirmara el nombre de su sucesor. Francisco Bustillo, embajador hasta hoy en Madrid, lo sucederá desde el lunes. Bustillo es íntimo amigo del presidente. Tanto que estuvo en el almuerzo de Lacalle con sus amigos (es el primero de la foto de izquierda a derecha) el día posterior al balotaje en el que fue electo presidente. El mandatario busca de esta manera enmendar el problema de desconexión entre Torre Ejecutiva y Palacio Santos para la fijación de la política exterior. Ese vínculo tiene que ser extremadamente fluido y es por ello que siempre el canciller es una persona cercana al presidente.

→ Cuando alguien piensa en un funcionario diplomático es difícil no imaginarse a alguien parecido a Bustillo. Con una filiación política muy marcada (es blanco declarado), pero con amigos en todos los partidos. Muy cultor del lobby y el relacionamiento personal. En gobiernos de todos los signos políticos de los últimos 20 años tuvo muy buenos puestos. Fue embajador de Tabaré Vázquez en el destino más delicado de su primera administración: Buenos Aires. Ya había estado antes como funcionario en diplomático en esa ciudad y por tanto también conoce la política argentina como nadie. En su gestión como embajador se ganó amigos y enemigos del otro lado del Plata. Porque Bustillo es así: o lo quieren o lo odian.

Y eso sucede así también en el Palacio Santos, por lo que tendrá un desafío gigante en cómo gestionar la cancillería. Si siempre es un problema manejar la interna de un ministerio tan complejo, mucho más lo es para alguien que tiene una historia tan prolongada de amores y desamores allí dentro. Si no pregúntenle a Luis Almagro, que sufrió varios problemas internos al dirigir una casa donde también tenía admiradores y detractores. 

Durante la gestión del actual secretario general de la OEA, Bustillo también tuvo un puesto clave: fue jefe de gabinete de Almagro hasta que, otra vez, un problema con Argentina derivó en su salida para ser embajador ante España. Vázquez lo mantuvo los últimos cinco años en Madrid, otro destino muy codiciado por todos los diplomáticos.

→ Bustillo la tendrá fácil en algunas cosas porque puede jugar de memoria con Lacalle. Las dos familias (el nuevo canciller es hijo también de un histórico diplomático blanco) tienen muy buena relación y con el presidente se conocen desde chicos. Pero Argentina será un desafío. Lacalle ha trancado fuerte con Alberto Fernández y esta semana durante la cumbre del Mercosur también pasó algún mensaje. Lo más polémico del vínculo bilateral será el plan presidencial para atraer a argentinos con capital para que se vengan a vivir e invertir en Uruguay. Eso no le gusta nada a Fernández.

¿Por qué es un desafío para Bustillo? Porque además de canciller tiene una relación de amistad con Fernández. Solo a modo de ejemplo, las últimas veces que el ahora presidente argentino viajó a Madrid pasó por la casa del embajador uruguayo. En una de ellas estuvo horas tocando la guitarra en una cena de la que también participó Jorge Drexler. El vínculo es profundo. ¿Cómo hará Bustillo para separar los roles? ¿Cómo hará para defender los intereses de Uruguay, que tanto remarca Lacalle, sin dañar su vínculo personal? O visto desde otro lado, ¿esa relación personal la puede aprovechar para un mejor relacionamiento de los países? Son incógnitas que solo el tiempo podrá responder.

Los frentes que el gobierno le abre al FA para que le pegue

→ Otro asunto de esta semana fue la muerte de un hombre que vivía en la calle luego de que intentara ingresar a un refugio y le dijeran que no había lugar. Más allá de que hay muchas aristas sin aclarar de este episodio trágico, es un tema político que le pega de lleno al gobierno. El presidente asumió el golpe y dijo que “no hay excusas” ante una “falla” que “es indirectamente o directamente, responsabilidad del gobierno y del Estado”.

Este hecho afecta al gobierno por varios motivos. El primero es lógico, natural y no necesita explicación: es una muerte porque el Estado falló en un servicio esencial.

Pero, a la vez, deja expuesto al gobierno en un tema que la izquierda cuestionó a la coalición a lo largo de toda la campaña y luego de asumido: las políticas sociales.

Además, se da en la misma semana en la que el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) anunció una reestructura del Sistema Nacional de Cuidados que, si bien las autoridades dicen que no afectará la asistencia, fusiona este programa con otro para “racionalizar” recursos. Todo esto suma argumentos para que el Frente Amplio le pegue al gobierno con la idea de que debilita las políticas sociales de los últimos 15 años.

→ No ayuda nada al gobierno en su defensa que desde el Mides dediquen más tiempo a realizar auditorías y señalar como fallas algunas cuestiones muy menores como el café vencido que a mostrar mejoras concretas en los planes sociales. Nadie discute que esas auditorías no se tengan que hacer y que si se encuentran presuntos delitos se denuncien. El problema está en dónde se pone más energía: en el destaque de la “herencia maldita” o en la gestión hacia adelante.

→ Como ya hemos visto en otras ediciones de EnClaveel FA quedó muy mal parado luego de las elecciones de octubre: sin liderazgos claros, con problemas de reacción y sobre todo sin un plan político contundente. La situación con el Mides y los asuntos de política exterior le dan una oportunidad al Frente Amplio que algunos de sus dirigentes empiezan a aprovechar. Le dan un respiro y permiten que el FA, de a poco, encuentre algún ángulo para golpear con firmeza al gobierno.

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