Camilo dos Santos

El millonario proyecto que Biguá construye desde sus entrañas

En la crisis de 2002, lavando camisetas y preparando meriendas, empezaron a madurar los sueños del presente y el futuro: un megaplan de US$ 7 millones incrementa 40% su capacidad edilicia

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29 de junio de 2019 a las 05:01

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Hasta 2002, el básquetbol de Biguá sostenía un plantel profesional con el respaldo de la institución y de socios que aportaban dinero para construir un reinado en un club que históricamente, entre su fundación en 1931 y 1984, anduvo en el anonimato de Segunda, Tercera y Cuarta de Ascenso. El tricampeonato Federal de Primera de 1988 a 1990 y el Sudamericano de Clubes de 1992 con Víctor Hugo Berardi como entrenador, le había dado otro vuelo. Sin embargo, la crisis económica de comienzos de la década pasada lo había vuelto a su condición de club de barrio. 

Aquel año 2003 encontró a un grupo de jóvenes hinchas, que tenían 20 y pocos años, que crecieron viendo a Biguá campeón, vendiendo rifas y comida para perro para financiar el plantel de básquetbol que jugaba la Liga Uruguaya. La crisis había ajustado los salarios de los basquetbolistas, y aquellas formas arcaicas formas para recaudar fondos, además de aportes personales, resultaban suficientes para mantener un equipo.

Eran tiempos en los que José Guerrero, un estudiante de ciencias económicas, se llevaba las camisetas a su casa después de los partidos, las lavaba y las devolvía al siguiente, para que los jugadores defendieran la azul que un grupo de jóvenes fanáticos mantenían en la peor crisis de la institución.

En la casa de Pablo Abeal armaban las meriendas para el plantel, cuando viajaban a jugar al interior porque así lo marcaba el calendario de la Liga. No tenían recursos para comprar comida. Chiqui Scorza era el tercer pilar de aquella estructura joven que empujaba para dar forma a aquellos sueño.

En 2004, una nueva directiva del club alejó a Biguá aún más del deporte competitivo. Los equipos profesionales y sus estructuras ya no tendrían apoyo de la institución. Ninguno. En el básquetbol, como desde 2002 cuando la directiva les soltó la mano, todo fue a pulmón de aquellos jóvenes hinchas-dirigentes y de la cantera de Biguá, que había lanzado al profesionalismo a Leandro García Morales y Joaquín Osimani.

Leonardo Carreño

Por una situación similar pasaron los otros deportes federados de la institución, que habían marcado época, cada uno a su manera.

Con esos jugadores de la casa, el regreso de viejos socios colaboradores, Biguá logró el bicampeonato en 2007 y 2008, el título Sudamericano y ganó en aquellos apasionados jóvenes hinchas-dirigentes de primera línea que se transformaron en los nuevos fogoneros de un club que escribe la historia desde otro lugar.

Por estos días, la vieja cancha de básquetbol abierta –donde dieron las primeras e históricas vueltas olímpicas y que luego se transformó en canchas de hockey– no está. Tampoco una de las cinco canchas de tenis. Como si se tratara de una lata de sardinas, levantaron el piso, excavaron hasta 8,75 metros y allí construyen el futuro: una obra de 4.400 metros cuadrados, que incluye otro polideportivo, una piscina de 25 metros, dos salones de fitness, áreas de servicio, vestuario, comedor, entre otros nuevos espacios.

A los ojos no se ve nada. Solo unos tablones que separan la calle de la obra. Algunas grúas, la constante circulación de obreros, camiones, pero nada más. El corazón de la obra está bajo tierra y lejos de la vista de todos.

Camilo dos Santos

En los últimos días de mayo, la primera máquina retroexcavadora comenzó a rascar la tierra hasta llegar hasta lo que será la base del nuevo gimnasio polideportivo, del tamaño del actual –donde juegan la Liga–, pero sin gradas.

Camilo dos Santos

Con Guerrero, como tesorero, Abeal, vicepresidente, con Santiago Alfaro como director deportivo, todos desde 2011, y un grupo de 30 personas de todas las épocas del club que se sumaron a trabajar, comenzaron a gestar en 2013 un master plan. Proyectaron una obra de US$ 7 millones. La construcción se haría alterando lo mínimo posible el funcionamiento del club. En dos años, entre junio de 2018 y mayo de 2020 proyectan completarla. A mitad de camino, están próximos a cerrar el techo del proyecto que volverá a ser el piso de las canchas de hockey y de una cancha de tenis a nivel de la calle, y los obreros continuarán trabajando un año, bajo tierra, más para completar los trabajos.
Cuando en 2018 empezaron la obra tenían en caja el 80% del presupuesto. Actualmente tienen todos los recursos, generados por el club, y proyectan quedar con un remanente al final de las obras.

¿Por qué la obra?

“Biguá había llegado a su tope de capacidad operativa por la cantidad de metros cuadrados que tenía, servicios y socios. Todas las áreas críticas se vieron en un conflicto de uso muy importante y teníamos que crecer. Ya se había llevado al club a nuevas inversiones como sala de musculación y espacios de fitness, lo que permitió un aire y crecimiento muy importante durante dos o tres años. Por eso el club se vio frente a una decisión de dar un paso muy grande. Entonces se planteó este master plan con un grupo de socios que hoy integran la comisión de obra, más gente que está en comisiones de apoyo, que no son menos de 30 personas, la mayoría honorarios, que quieren mucho al club y que tiene muchos años aquí adentro, empezaron a diagramar y pensar este master plan edilicio”, explicó Alfaro a Referí.

Camilo dos Santos

Las preguntas que estos hinchas y dirigentes se hicieron, y se transformaron en disparador de lo que vendrían, fueron las que suelen hacerse en estos casos y en tantos clubes. ¿Cómo crecemos? ¿Hacia dónde crecemos? ¿Qué futuro queremos? Con el temor de no generar otro monstruo, como Neptuno.

“Teníamos que ver cómo hacíamos para construir eficientemente. Que el latir del mes a mes no fuera carísimo en el costo del mantenimiento, en todo ese trabajo detrás de bambalinas que hay que hacer para que esto siga funcionando. Con eso y manos a la obra, este grupo de gente se puso a trabajar. Comenzaron las gestiones con la Intendencia. Teníamos el contrato de concesión del predio vencido, como muchos clubes. La intendencia fue poniendo en orden los contratos. Biguá quedó para el final, por decisión de la intendencia. En esa última instancia empezamos una mesa de diálogo muy fluido y pudimos lograr la concesión por 10 años más 10 años. Así se abrió la puerta para que el master plan tuviera luz verde frente a los socios. El plan fue aprobado en asamblea”, resumió Alfaro.

Camilo dos Santos

Biguá está embarcado en una de las tres etapas de construcción y crecimiento más importante que registran sus casi 90 años de historia. 
Actualmente tiene de promedio 10.000 socios mensuales, con circulación diaria de 2.700 por día y picos, en verano, 3.400 al día. El club maneja un presupuesto similar al de Nacional y Peñarol, de US$ 12.000.000 al año.

Con esta obra, el objetivo del club, explicó Guerrero, es brindar mejores servicios a los socios, pero siempre con el espíritu de aquellos hinchas que lavaban camisetas, preparaban meriendas y vendían comida para perros o hacían rifas para mantener la pasión por el equipo de básquetbol, ahora con la ventaja del viento de cola y administrando la bonanza del crecimiento con la misma conducta que en la crisis.

 

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