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El panfleto, la guerra y la búsqueda de un tesoro: Spike Lee se va de paseo a Vietnam

La última película del director ganador del Oscar sigue a un grupo de veteranos afroamericanos de la guerra que vuelve a Vietnam a buscar el cuerpo de su líder y un botín de oro
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22 de junio de 2020 a las 05:00

La imagen final de El infiltrado del Kkklan, la última película de Spike Lee que se pudo ver en cines, era una bandera de Estados Unidos invertida y en blanco y negro. Era un pedido de ayuda, un llamado de atención. Quedaba clarísimo. Funcionaba como coda, además, de una serie de imágenes sobre recientes casos de brutalidad policial y racismo que lo dejaban a uno congelado en la butaca.

Pasó un año y medio. Ahora lo primero que vemos en pantalla es un llamado a la resistencia. Firme. Templado por una voz conocida ante la que no se puede más que asentir. “Mi conciencia no me deja dispararle a mis hermanos, ni a alguien de piel oscura, hambriento o pobre, para el gran y poderoso Estados Unidos. ¿Por qué dispararles? Ellos nunca me dijeron negro, nunca me lincharon, nunca me tiraron los perros encima en la calle, no me robaron mi nacionalidad”. La voz es de Muhammad Alí; las imágenes, selváticas, calurosas, transpiradas, recorren los rostros de los soldados negros que fueron a pelear a Vietnam, algunos de los momentos más terribles de esa guerra y, también, escenas de las protestas que tomaron el territorio de EEUU a lo largo y a lo ancho durante de la década de 1960. De fondo, Marvin Gaye y su Inner City Blues.

Dieciséis meses después de que Lee saltara desde la “República de Brooklyn” al escenario de los Oscar 2019 y se llevara el premio a mejor guion adaptado por aquella película sobre el Ku Klux Klan, Netflix aparece para cederle su logo, su plata y su pantalla a su última producción: 5 sangres (Da 5 Bloods).

La película se estrenó hace poco más de una semana en la plataforma más popular y llegó a nuestros sillones –o camas o celulares o donde sea que se vean las películas de Netflix– acompañada del extraño honor de ser uno de los pocos estrenos grandes que, al parecer, tendremos programados para este año tan insulso. 5 sangres llegó, además, con un puntualidad inglesa: desde hace semanas, el mundo ve como Estados Unidos se tambalea por enésima vez bajo la bota ya desgastada pero aun firme del racismo institucionalizado y su población lo rechaza con protestas masivas. Y más que un golpe de oportunismo, es un contexto casi a pedir de boca para un hombre que ha utilizado casi la totalidad de su filmografía como un vehículo para la denuncia de la situación de la población negra de ese país.

Está claro que la sutileza nunca ha sido la mejor amiga del buen Spike, pero en general ha sorteado ese obstáculo –que, por otra parte, él mismo se pone enfrente– con tino y gracia. Sus películas siempre bordean la temblorosa línea entre la denuncia y el panfleto, y en general sale bien parado. Sin ir más lejos, en El infiltrado en el Kkklan, Lee presentaba una historia sólida, bien contada, entretenida a más no poder, que comulgaba en armonía con la crítica social y política.

Es una pena, entonces, que su esperada nueva película no alcance a estar en esa sintonía. Porque, a decir verdad, está bastante lejos.

Run through the jungle

Como bien lo remarca su afiche, las imágenes de su comienzo y la multitud de entrevistas que Lee dio en estas semanas, en esta nueva producción el director de La Hora 25 y Haz lo correcto decide meterse a fondo en las historias de los soldados afroamericanos que fueron enviados a Vietnam como parte del ejército estadounidense. Un punto de vista del conflicto que, aunque explorado tímidamente otras películas –recuerden al personaje de Lawrence Fishburne en Apocalypse Now–, según el cineasta, faltaba.

“Un negro veterano de Vietnam me dijo ‘Spike, ¿por qué carajos te tardaste tanto?’. Ellos amaron la película y esa es la confirmación que necesitaba. Ellos pusieron sus vidas en la línea de fuego por el rojo, el blanco y el azul, incluso sabiendo que sus hermanos y hermanas estaban peleando otra guerra en el suelo de Estados Unidos”, le contó, por ejemplo, al sitio IndieWire.

El punto de partida de 5 sangres es, en los papeles, sencillo pero auspicioso: cuatro veteranos afroamericanos –Delroy Lindo, Clarke Peters, Norm Lewis y Isiah Wittlock Jr– deciden volver a Vietnam en el presente para recuperar el cuerpo del quinto miembro de su pelotón –Chadwick Boseman– y, de paso, llevarse para casa un botín de oro que encontraron y enterraron en las postrimerías de sus escaramuzas contra el Vietcong. Los acompaña el hijo de uno de ellos, un guía vietnamita y el pasado de todos en esas tierras donde vieron a la muerte de muy cerca.

A partir de este argumento más bien económico, Lee propone una aventura que incluye, entonces, una búsqueda del tesoro, que está plagada de referencias a películas sobre este conflicto –disimuladas y no tanto–, que tiene escenas cuidadas y otras más bien olvidables, algunos flashbacks tamizados por recursos estéticos que no cuajan del todo, una banda sonora llena de himnos de resistencia –recomendable escuchar los comentarios de Lee sobre la selección de la música en la playlist oficial, que se encuentra en Spotify– y, de fondo, el planteo sociopolítico que a él tanto le importa.

El discurso en esta película está a flor de piel. Anteriormente se establecía que Lee suele caminar en la fina y floja cuerda que divide al panfleto y la denuncia, y en este caso, lamentablemente cae con todo su peso para el lado equivocado. Nadie que haya visto una de sus película anteriores esperaría que el director fuese a “bajar la pelota”, porque justamente no hacerlo es parte de su cine. Pero si cada una de las escenas tiene una intención permanentemente subrayada y parece estar destinada a cumplir una función aleccionadora, llega un momento en que el recurso se agota, la historia se estanca y el puño en alto, por cansancio, deja de significar lo que tenía que significar.

Los problemas de 5 sangres también aparecen cuando no termina de decidirse qué tipo de película quiere ser. Por momentos es una cacería entre la selva que bien podría emitirse a las cinco de la tarde de un domingo en la televisión uruguaya, y por otros es un retrato sobre los estragos de la guerra en los cuerpos y las mentes de estos cuatro veterano atormentados. También sucede que a veces Lee parece querer, por ejemplo, explorar el vínculo y el pasado que comparten el padre y el hijo que encarnan Lindo y Jonathan Majors, pero rápidamente olvida ese foco para abandonarse a una historia de gánsteres tropicales, balas, tiros y sangre centrifugada –que, aclaremos, son escenas que terminan alcanzando los puntos más altos de las dos horas y media del metraje–. 

En este vaivén de registros y tópicos, 5 sangres peca de ser incapaz de generar un único ecosistema narrativo que contenga a estos personajes y a esos hechos, y tampoco logra aproximarlos con éxito al espectador. El desapego es tal que, en un momento, un personaje bastante importante pisa una mina enterrada y explota en mil pedazos y, la verdad, a nadie le importa demasiado. Ni de este lado de la pantalla, ni del otro. Más allá de esta liviandad, es en el elenco –y en las mencionadas escenas de acción–, donde se encuentran los puntos más interesantes, sobre todo en el personaje de Lindo, que es quien tiene más espacio para lucirse y tela para cortar.

Es probable que si su director hubiese logrado contener esa veta visceral y activista que tanto lo caracteriza, 5 sangres hubiese sido una gran película bélica y de aventuras, un retrato más sobre Vietnam para colocar en la sala de trofeos de las películas sobre esta guerra. Pero en ese caso, probablemente no estaríamos hablando, en esencia, de una película de Spike Lee. Porque hay que decirlo: aún con sus fallas, con sus escenas perezosas, sus indecisiones y su falta de tacto a la hora de tirarnos en la cara las posturas de creador, es probable que 5 sangres sea la película sobre Vietnam que hacía falta en el 2020. Seguramente esta obra desmesurada, desordenada, por momentos difícil de tomar en serio y altamente volátil, sea la patada en el pecho, el sacudón que una parte de este mundo caótico necesitaba. Así que si hablamos en esos términos, y solo en esos términos, podemos decir sin miedo que Spike Lee lo logró otra vez. 

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