Espectáculos y Cultura > Infiltrado en el KKKlan

Spike Lee vuelve al cine con una de las mejores películas del año

Infiltrado en el KKKlan es una potente película que se basa en hechos reales y que funciona como alegato frente al racismo de EEUU
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05 de noviembre de 2018 a las 05:04

Era absurdo hasta para Spike Lee. Cuando Jordan Peele, director de la película ¡Huye!, le puso sobre la mesa la historia de Ron Stallworth, Lee se sorprendió y rió, pero después quiso filmarlo. Por un lado, la propuesta venía de un hombre que lo había dejado atónito con su primera producción –“lo llamé nada más verla y le dije lo importante que era su película para todos”–; por el otro, el material era demasiado bueno para ser verdad, demasiado tentador como para que otra dupla que no fueran ellos se atreviera a ponerlo en una pantalla de cine. Así fue como Infiltrado en el KKKlan inició su recorrido de éxito. 

Hacía tiempo que una película de Lee no removía tanto el sedimento de la industria cinematográfica y generaba tanto entusiasmo. El director, últimamente más nombrado por sus críticas a la administración  Trump y a la Academia que entrega los Oscar, había relegado su presencia casi exclusivamente a los partidos de los New York Knicks y algunas apariciones esporádicas en los medios. Su nombre sigue siendo sinónimo de clásicos contestatarios como Haz lo correcto (1989) y Malcom X (1992), pero en el último tiempo su reputación como cineasta se había diluido. Incluso sus últimas producciones no habían alcanzado demasiada difusión ni repercusión. Pero esta inverosímil –aunque real– historia llegó para cambiar la pisada y ponerlo al frente de una realización que devuelve su nombre al lugar que merece. 

Infiltrado en el KKKlan se estrena en Uruguay este jueves, luego de un paso exitoso por Cannes –ganó el Gran premio del jurado–, multitudinarias críticas positivas en todo el mundo y un reciente preestreno en el Festival de Montevideo. Ese acontecimiento funcionó como una primera probada local a esta destacada producción, que cruza comedia, sátira, espionaje y un fuertísimo alegato contra el racismo y, sin ningún tipo de filtro, contra el odio que desprende el discurso del actual gobierno norteamericano. 

Jugando a dos puntas

Nadie podría haber acusado a Lee de incrédulo en la previa, porque es cierto que la historia de Infiltrado en el KKKlan es demasiado buena para ser verdad. 

Es el año 1979 en el apacible pueblo sureño y bien racista de Colorado Spings y Ron Stallworth se aburre como archivero de la comisaría local. Acaba de entrar como oficial y lo destinaron allí por no saber bien qué hacer con él. Pero gracias a su ingenio logra avanzar unos casilleros en los estratos policiales y de un día para el otro deja el uniforme raso y comienza a trabajar como detective de la sección de investigaciones. Pero en esa oficina, también se aburre. 

Así sigue hasta que un día, leyendo el diario, se encuentra con un anuncio. “Ku Klux Klan. Por información llame a XXXX-XXX”. Ron piensa. Levanta el teléfono. Llama. Lo atienden. Queda para reunirse con ellos, para empezar a formar parte de “la organización”. La idea de Ron es clara: infiltrarse y descubrir si los adoradores de la piel pálida están tramando algo más que esporádicas quemas de cruces. Y en realidad es un gran plan, salvo por un pequeño detalle étnico que complica un poco la investigación: Ron es negro. 

Entonces, pone en marcha un operativo que implica tener un Ron al teléfono –él, que a través de su labia mantiene cautivas a las altas esferas del Klan– y un Ron físico, un agente judío –interpretado por Adam Driver– que intentará parecer lo más antisemita, racista, homófobo y votante de Nixon posible para interactuar con los “colegas” de la organización.

A partir de esta premisa totalmente afianzada en hechos reales, Lee carga, apunta y dispara con munición gruesa al racismo que domina su país natal desde el inicio de los tiempos. Infiltrado en el KKKLan, además de ser una gran película, es un manifiesto. Lo positivo, lo que hace que se meta entre los mejores títulos del año, es que esa intencionalidad no convierte a la producción en un producto panfletario, sino todo lo contrario.

Con poderosas actuaciones encabezadas por John David Washington –el hijo mayor de Denzel– y Adam Driver –que con cada película confirma su calidad de intérprete camaleónico–, la película compone un relato que roza la sátira, que homenajea al cine de explotación –hay peinados afro, mucha pana, música disco– y deja entrever episodios de comedia que sacan carcajadas. Pero a la vez mecha episodios muy oscuros y que mantienen sumida a la sala en un silencio sepulcral. 

Una de esas escenas, tal vez la más estremecedora de todas, es cuando los miembros del Klan ven y vitorean juntos la película El nacimiento de una nación, de D. W. Griffiths. La producción data de 1915; es considerada un logro para la cinematografía de la época y a la vez una celebración extremista de las prácticas del Ku Klux Klan. Esa escena se intercala con el testimonio de un anciano negro que narra el linchamiento de uno de sus mejores amigos por parte de un grupo de racistas, en un combo demoledor. Episodios como esos demuestran que Lee, de nuevo, no tiene reparos ni filtros a la hora de dejar clara su postura. Quiere ser implacable y lo logra.

Aún a pesar del dolor que atraviesa varios momentos, la película es muy disfrutable. Durante gran parte de su metraje hay diversión, y uno se lo pasa realmente bien en la butaca viendo cómo el extraño dúo de agentes hace lo imposible por no echar a perder la investigación. Sin embargo, es difícil obviar el subtexto del planteo de Lee y más cuando este pasa a mostrarlo de manera explícita con filmaciones reales de racismo exacerbado. Reales y, sobre todo, muy recientes.  

El final es, intencionalmente, un pedido de ayuda. Para ellos, para nosotros, para toda la sociedad. Una súplica que se inmiscuye, sin pudor, en una de las mejores películas del año. 

Datos a tener en cuenta

Basada en hechos reales

Infiltrado en el KKKlan (en inglés BlacKKKlansman) está basada en una historia verídica. Ron Stallworth se infiltró en el Klan y, de hecho, llegó a tener una insignia de miembro pegada en la pared de su oficina. 

Una dupla de peso

Después de ¡Huye!, Jordan Peele se convirtió en uno de los grandes proyectos de Hollywood. Esta colaboración con Lee (Peele es productor) podría ser el inicio de una exitosa relacion creativa. 

Atención con la música

La película se apoya mucho en la cultura negra y, por eso, está surcada por diversos elementos característicos, entre ellos los ritmos y artistas afroamericanos. Excelente selección musical. 

La carrera al Oscar

Con el impulso del premio del jurado en Cannes y el elemento del racismo a su favor, no sería una sorpresa ver a Infiltrado en el KKKlan figurando entre las categorías del próximo Oscar. Sobre todo, ahora que la Academia está más abierta. 

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