El programa social de Biden

            Primero fue el plan de respuesta a la pandemia por U$S 1.9 trillones, ya aprobado por el Congreso, que dispuso una ayuda directa a las personas de menores ingresos, un apoyo a los estados y municipios, un beneficio adicional de emergencia para los desocupados y más fondos para la educación, la salud, la infancia y las pequeñas empresas, entre otros.   

            Con este programa en curso, Biden presentó al Congreso un plan de inversiones para los próximos ocho años de U$S 2.25 trillones, el mayor desde el inicio de la carrera espacial hace sesenta años, a ser aplicado en infraestructura, transporte, energía limpia, industria y educación, así como el cuidado de los mayores y los discapacitados. El plan sería financiado mediante un aumento de la tasa del impuesto sobre las ganancias de las empresas del 21 % al 28 % y un mínimo del 21 % para gravar a sus ganancias globales. 

            Es una iniciativa que deberá sortear en especial la oposición al aumento de impuestos de los republicanos, algunos demócratas y los empresarios, pese a que la suba propuesta en el gravamen corporativo sería un retorno a la tasa que Trump rebajó al 21 %.  

            En adición a este programa de inversiones, Biden acaba de anunciar el llamado “Plan para las familias americanas” por U$S 1.8 trillones, a ser financiado por un aumento de impuestos sobre los sectores de mayores ingresos. 

            La propuesta destina U$S 225.000 millones para el cuidado de los niños, otros U$S 225.000 millones para la creación de los programas de licencia paga por nacimiento y para trabajadores con ausencia médica, U$S 200.000 millones para el acceso universal a la educación pre escolar y U$S 109.000 millones para financiar dos años sin costo de educación pre universitaria en colegios comunitarios. Además, hay subsidios adicionales para la compra de seguros de salud, mejora de becas para los estudiantes de bajos ingresos y un crédito fiscal de U$S 3.600 por niño hasta el 2025. 

            Este programa habrá de ser financiado mediante una suba de impuestos por unos U$S 1.5 trillones sobre los sectores de mayores ingresos, que se compone básicamente por una suba del 37 al 39.6 % sobre los ingresos en el tramo superior a U$S 400.000 anuales, un aumento del 23.8 al 43.3 % en la tasa más alta sobre las ganancias de capital y los dividendos de quienes ganan más de U$S 1 millón al año y la eliminación de las provisiones que permiten pasar a los herederos las ganancias no realizadas de capital libres de impuestos.  

            Con una perspectiva histórica, algunos observadores están comparando esta iniciativa de Biden con los hitos marcados por Roosevelt y su impulso a la seguridad social, Johnson y los programas Medicare y Medicaid y Obama con el Obamacare. 

            La propuesta de Biden es sin duda  innovadora en cuanto intenta crear un sistema de protección social de carácter nacional, partiendo de cero o complementando las disposiciones que ya existen en algunos Estados. Ello pondría a Estados Unidos a la par de la mayoría de los países que integran la OCDE, para mejorar una realidad según la cual los americanos están por debajo de ellos en los beneficios sociales a favor de las familias y por encima en el gasto que cada familia debe destinar al cuidado de los niños, además de que no existe un beneficio pago de licencias. En particular, se ha destacado que el núcleo más avanzado de la propuesta es el que apoya a las mujeres para mejorarles las condiciones en las que trabajan o para facilitarles una mayor participación en el mercado laboral.  

            También puede ser considerado como disruptivo el aumento propuesto en los impuestos, en particular porque más allá de sus efectos finales, tiene una definida orientación redistributiva, en tanto apunta con fuerza a los sectores más acomodados de la sociedad norteamericana. 

            Sin entrar en este detalle, la Secretaria del Tesoro Janet Yellen ha pedido al Congreso el apoyo para la propuesta tributaria de los dos programas que tiene en estudio, a fin de contener el déficit fiscal que habrá de ser generado en la próxima década. Si bien el bajo nivel actual de la tasa de interés de la deuda pública facilita una parte del problema, Yellen también considera  necesario preservar un cierto espacio fiscal de futuro para enfrentar eventuales nuevas emergencias. 

            Tal como corresponde, la evaluación histórica de las propuestas de Biden quedará a cargo de los especialistas. Pero en definitiva, ella dependerá de los resultados del proceso de consideración por parte del Congreso, que bien podría terminar en una solución de compromiso.