Diego Vila

El reto de los laureles

En Uruguay, las instituciones políticas son fuertes, y esa solidez se apoya en las convicciones y en las prácticas tanto de las élites como de los ciudadanos

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18 de noviembre de 2021 a las 05:01

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Por Fernanda Boidi*

El reporte con los resultados de la más reciente encuesta regional Barómetro de las Américas 2021 de LAPOP, Pulse of Democracy, muestra nuevamente a Uruguay en el primer lugar de la región en cuanto a los valores democráticos de sus ciudadanos. 

Según este estudio, basado en encuestas telefónicas representativas a nivel nacional en todos los países de la región, Uruguay es el país con el más alto nivel de apoyo a la democracia (80%) y satisfacción con la democracia (82%), con la más alta confianza en las elecciones (81%) y en la transparencia del proceso electoral (solo un 4% cree que los votos no son contados correctamente), y con el más alto porcentaje de ciudadanos que creen que sus derechos básicos están bien protegidos por el sistema político (57%).  

Los uruguayos no solo apoyan la idea de democracia en abstracto; según este estudio, también expresan claramente sus preferencias democráticas cuando se los enfrenta a disyuntivas en el contexto crítico de la pandemia: optan por tener elecciones (62%) antes que un ingreso y servicios básicos asegurados (38%), y prefieren abrumadoramente tener libertad de expresión (82%) antes que el acceso garantizado a servicios e ingresos (18%). 

Con mucho menos entusiasmo que los ciudadanos del resto del continente, los uruguayos prefieren mecanismos de democracia directa (55%) a representativa (45%). Y prevalece claramente entre ellos la idea de que la tarea de legislar debe quedar en manos de legisladores (60%) antes que de expertos (40%); no habría entonces, apoyo para un gobierno exclusivamente de tecnócratas. 

Estos resultados no son novedad; son consistentes con lo presentado por otras encuestas regionales y locales, y también por mediciones que van más allá de la opinión pública tomando indicadores adicionales, como Freedom House y Variedades de Democracia. En Uruguay, las instituciones políticas son fuertes, y esa solidez se apoya en las convicciones y en las prácticas tanto de las élites como de los ciudadanos. 

Estos datos pueden -deben- ser mirados con justo orgullo. Son el resultado de una construcción colectiva de décadas, que atesoramos como parte constitutiva de nuestra identidad nacional y que nos destacan como comunidad política ejemplar en un contexto regional cada vez más turbulento. Estos datos nos otorgan laureles merecidos. 

Y con estos laureles llega un reto: no descansarnos en ellos. La referencia es conocida: nadie desea terminar como los militares romanos degradados tras dormirse en la corona con la que habían sido condecorados. La advertencia aplica también para las instituciones políticas, y especialmente para las democracias. 

En ausencia de motivos para temer un deterioro democrático, el desafío de no dormirse en los laureles es aun más relevante. ¿Por qué? Porque Uruguay ocupa el podio de democracias de la región gracias a arduos esfuerzos de construcción institucional colectiva. Continuar en ese lugar privilegiado requiere seguir cultivando esos valores, seguir construyendo democracia.

En la presentación de los resultados del Barómetro de las Américas un comentarista sugirió que otros países deberían aprender de Uruguay: mirar qué es lo que se ha hecho bien en el país para tener esta fortaleza democrática y tomarlo como modelo para otros países. El consejo no solo debe servir a otros países, es especialmente relevante para Uruguay, que debe continuar funcionando como una “máquina de aprender” que apunta a fortalecer y consolidar instituciones saludables.

La comunidad política se hace entre todos sus miembros. Y evoluciona gracias a los aprendizajes y los compromisos recíprocos. Es buena cosa identificar lo que funciona bien en nuestras democracias. Pero es más importante aun determinar qué es lo que podría funcionar mejor, o dónde se encuentran los desafíos a sortear. 

La semana pasada, en la conferencia inaugural del proyecto que justamente lleva por nombre “La Máquina de Aprender”, y que busca generar ámbitos de discusión para mejorar prácticas e instituciones de la democracia uruguaya, se habló de la calidad de la labor parlamentaria a través de la discusión del funcionamiento de las asesorías parlamentarias. Se generó un lindísimo ámbito de intercambio entre académicos, políticos y ciudadanos, donde se hizo explícito el llamado a no dormirse en los laureles, y se asumieron compromisos para generar acciones concretas tendientes a mejorar los puntos identificados como pasibles de mejoría. 

Los laureles están; el reto que nos ponen por delante también. La primera experiencia de “La Máquina de Aprender” sugiere incipiente, pero alentadoramente, que podemos –como colectivo– estar a la altura de ese reto. 

* Fernanda Boidi es doctora en ciencia política, consultora y Senior Fieldwork Coordinator en LAPOP Lab, Vanderbilt University
fernanda.boidi@vanderbilt.edu
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