Alberto Fernández. Twitter

Elecciones crispadas con un clima político insufrible

En Chile y Argentina se ve polarización extrema, descalificación del adversario, desprecio en lugar de discrepancias, intentos de avasallamiento: consecuencias feas de procesos políticos con desgaste, que muestran el camino que debe evitarse

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20 de noviembre de 2021 a las 05:01

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Los historietistas argentinos celebran este fin de semana los 80 años de una revista porteña que marcó el humor político durante pocos años, pero con fuerte influencia pública: “Cascabel” nació en noviembre de 1941 y era vista como sucesora de una revista de segunda mitad del siglo XIX, “El Mosquito”. Con humor gráfico, pero de opinión política jugada, “Cascabel” se definía como antifascista, y fue dura y cruda con el movimiento de Perón, por lo que no era una publicación para todos, sino que era el deleite de los antiperonistas y rechazada por los seguidores de Juan Domingo.

Pasaron décadas y Argentina mantiene una polarización irritante, amarga, con dos bandos irreconciliables y sin puente de diálogo, ni instancias posibles para acordar algunos momentos de paz.

Aquellas páginas de humor drástico con rechazo visceral al peronismo, y las conductas patoteras de los que quisieron conquistar voluntades con clientelismo y amenazas, se prolongan en el tiempo y hacen daño a un país entero.

No es confrontación; es pelea.

No es contraposición de ideas, es ignorar al otro y despreciarlo. 

No es bipartidismo; es grieta: una rajadura grande en el piso que no permite a nadie de un bando cruzar al otro lado para conversar.

¿Eso es propio de Argentina y no contagia o tiene chance de extenderse?

América Latina aparece crispada en sus relaciones políticas, y sin caer en esa cuestión argentina de relación tóxica, enfermiza, sufre tensiones que van más allá de la lógica pulseada partidaria e ideológica.

Las elecciones del domingo pasado en Argentina y las de mañana en Chile, muestran escenarios de combate muy áspero, con polarización entre posturas extremas.

Son casos distintos, pero hay un común denominador: al que quiere política en paz, vivir así es insufrible.

...

En Argentina, el peronismo es un partido político que no funciona como tal, sino que se expresa a través de distintos lemas. Es un movimiento, con apariencia de partido, pero que más allá de eso, tiene una fuerza y penetración relevante, tanto para ganar elecciones como para debilitar gobiernos de otros partidos.

En los años ’40, el general Juan Domingo Perón generó un movimiento político y sindical, de corte nacionalista, corporativista y populista. Para las elecciones de 1946, Perón fue impulsado por el Partido Laborista y la Unión Cívica Radical Junta Renovadora, llegó a la Presidencia y luego fundó el “Partido Único de la Revolución”, que después pasó a ser “Partido Peronista” y más tarde “Partido Justicialista”.

Ha perdurado en el tiempo como la única expresión política viva y fuerte, mientras que su adversario la Unión Cívica Radical sufrió un deterioro y debió refugiarse en alianzas con otros, e incluso lideradas por otros.

Eso hace que no haya un bipartidismo de peronistas (PJ) y radicales (UCR), sino que se haya convivido con una especie de opción binaria de “peronistas versus anti peronistas”.

Es tan enredado todo en la política de “la Argentina”, que hay peronistas que están en los “antiperonistas de turno”, como ahora que el kirchnerismo tiene unido al peronismo, pero hay seguidores de Perón que repudian a Cristina y a Alberto, y se asocian con los anti peronistas.

Desde la vuelta a la democracia, tras el auge del radical Alfonsín, que terminó su mandato anticipando el cambio de mando, la mayor cuota de poder fue para el peronismo, pero con versiones muy diferentes y alejadas entre sí, como el liberalismo de Carlos Saúl Menem y el dirigismo extremo de los Kirchner.

La alternancia se dio en 1999 con un radical débil políticamente como De la Rúa, que debió irse también antes de tiempo, y luego con Macri, que capitalizó su fama de empresario y dirigente futbolero, al frente de un movimiento variopinto, que reflejaba justamente esa cosa de antiperonismo. La elección del domingo 14 fue legislativa y parcial, y la consecuencia fue la pérdida de bancas para el oficialismo, que le hace perder la mayoría del Senado.

...

Tras la dictadura de Pinochet, que dejó marcas que perduran, Chile venía con cierta alternancia entre dos coaliciones:

- una alianza de centroizquierda e izquierda, sobre la base de Partido Socialista, Democracia Cristiana, Partido por la Democracia, que se llamó primero Concertación de Partidos por la Democracia (Concertación 1989-2006) y luego en una versión ampliada fue la Nueva Mayoría (2013) y La fuerza de la Mayoría (2017), para llegar a lo que hoy se llama Nuevo Pacto Social - Unidad Constituyente (2021) 

- una alianza de centroderecha y derecha, sobre la base de acuerdo entre la Unión Demócrata Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN), con una expresión consigna que fue cambiando en las elecciones: Democracia y Progreso (1989), Unión por el Progreso (1993), Alianza por Chile (1999 y 2005), Coalición por el Cambio (2009), Alianza por el Cambio (2013) y Chile Vamos (2017), Chile Podemos Más (2021).

Esa fórmula de competencia, con cierto bipartidismo, aunque se trataba de dos bloques y no de partidos en sí mismos, fue favorable a la centroizquierda en la salida de dictadura y recuperación democrática, para luego quedar instalada con giro de cambio en cada votación.

Luego de cuatro gobiernos seguidos de la Concertación, ganó la centroderecha, después volvió la centro izquierda y al final retornó la centro derecha. 

Para esta elección 2021, esas dos coaliciones parecen fuera de carrera por el premio mayor, y para la elección de mañana y el posterior balotaje (19 de diciembre) los favoritos son los candidatos que están más a la izquierda y más a la derecha: Gabriel Boric (Apruebo Dignidad, con Frente Amplio y Partido Comunista) y José Antonio Kast (Partido Republicano; por izquierda).

Esa polarización con extremos, sumada a la tensión compleja de una Asamblea que redacta la nueva Constitución, que luego irá a plebiscito, se están dando con una crispación en ascenso.

...

Uruguay se distingue en la región por una institucionalidad política seria y responsable, con partidos que estando en gobierno o en oposición confrontan con firmeza pero con respeto, al otro y a las instituciones. Siempre hay excepciones y desvíos, pero la regla es la valorización de la democracia. 
Las elecciones argentinas, tanto la campaña como lo vivido luego de las urnas, así como la tensión chilena de estos tiempos, muestran un camino, que justamente, es el incorrecto.

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