Una votación innecesaria no asegura la mayoría que buscaba el primer ministro.
Justin Trudeau, reelegido esta semana para su tercer mandato como primer ministro de Canadá, agradeció a los votantes por enviar a su Partido Liberal “de nuevo al trabajo con un mandato claro”. Pero ya que
Trudeau no ganó la mayoría electoral que buscaba cuando convocó las elecciones dos años antes de lo programado y, en cambio, obtuvo el voto popular más bajo de cualquier partido ganador en las elecciones federales de Canadá, ese mandato no es nada claro.
El líder conservador de la oposición, Erin O’Toole, fue más acertado cuando calificó las elecciones como una “pérdida de tiempo y dinero”. La elección más cara en la historia de Canadá, con un costo de C$600 millones, produjo pocos cambios en lo que respecta a la composición del Parlamento. En cambio, el resultado del error de cálculo de Trudeau al convocar una votación innecesaria es que ha dificultado su posibilidades como el líder de un gobierno minoritario para impulsar reformas ambiciosas en torno al cambio climático, la vivienda asequible y el cuidado infantil.
La elección ha demostrado ser un ajuste de cuentas para los líderes de ambos partidos. Trudeau la concibió como un referéndum sobre su liderazgo durante la pandemia, y así fue, pero no de la manera que él lo imaginó. Ha emergido en la misma posición parlamentaria que tenía antes, pero con la credibilidad política debilitada.
Convocó las elecciones el 15 de agosto, justo después de ordenar que los funcionarios públicos federales estuvieran completamente vacunados contra covid-19, y el mismo día que cayó Kabul. En el contexto de la pandemia en el país y los desafíos geopolíticos en el extranjero, un voto no era lo que querían los canadienses: la mayoría creía que las elecciones no eran necesarias, según una encuesta realizada durante la campaña.
El anterior gobierno minoritario estaba funcionando relativamente bien, incluso durante una emergencia sanitaria. Si bien los liberales han logrado avances marginales en las elecciones, todavía les faltan los 170 escaños necesarios para una mayoría. La diferencia es que ahora deben trabajar con otro lado después de un mes de arenga política contra sus oponentes en la campaña. El Partido Liberal todavía parece indisolublemente ligado a Trudeau, a su imagen y a marca familiar. Sin embargo, el brillo de su poder de estrella inevitablemente se ha atenuado desde que llegó al poder en 2015 prometiendo “caminos soleados”.
O’Toole, mientras tanto, estará presidiendo su decepcionado Partido Conservador que pensó que obtendría una victoria poco probable hace apenas unos días. También ha terminado en gran medida donde empezó el mes pasado. La transición al centro bajo O’Toole plantea una pregunta aun más existencial sobre lo que representa el partido.
El perfil nacional de O’Toole ha crecido durante la campaña. Relativamente desconocido, otra razón por la que Trudeau convocó a las elecciones, se convirtió en un serio contendiente que llevó a los conservadores a ganar el voto popular, incluso aunque no resultó en más escaños bajo el sistema canadiense de “escrutinio mayoritario uninominal”, en el cual gana el candidato al Parlamento que recibe una mayoría simple o pluralidad de los votos.
Ese centrismo innato y el sistema electoral aseguraron que el Partido Popular de Canadá (PPC), populistas libertarios antivacunas, no ganara escaños a pesar de ganar alrededor del cinco por ciento de los votos.
Sin embargo, hay alguna evidencia de que el PPC puede haberles costado asientos a los conservadores en algunos distritos electorales. Eso podría generar un debate en la derecha del partido sobre el conservadurismo más compasivo de O’Toole. Permitir que la decepción electoral conduzca al camino populista que se ha visto al sur de la frontera sería lamentable y estaría fuera de sintonía con el consenso centrista que aún se mantiene en Canadá.
En última instancia, es ese consenso el que salvará a Trudeau. Por más radicales que puedan parecer sus reformas, e incluso frente a las disputas partidistas posteriores a las elecciones, debería poder impulsarlas en el Parlamento. Eso era tan cierto hace un mes como lo es hoy. Él no necesitaba una elección para probarlo.