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Excesos, poder y muerte en Hawai: unas vacaciones oscuras en las arenas blancas de White Lotus

La serie de HBO abre las puertas de un lujoso resort hawaiano donde se muestra lo miserable de las dinámicas sociales, incluso de vacaciones
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04 de septiembre de 2021 a las 05:04

La imagen de un grupo de veraneantes recibidos en un resort hawaiano con collares de flores no es más que un estereotipo. De acuerdo. Pero si asumís el riesgo, y apretás el botón de reproducir de todas formas, podés llevarte una sorpresa. Al fin y al cabo, ¿qué hay para perder en la era del streaming? Al contrario, se puede ganar una invitación voyeurista a unas vacaciones exuberantes en un all inclusive paradisíaco. Pero antes de que te acomodes en una reposera bajo el sol del Pacífico, hay que hacer una advertencia: el descanso pronto se puede convertir en una pesadilla.

The White Lotus (HBO) es una sátira sobre las dinámicas de las clases medias y altas acomodadas. ¿Qué pasa entre las paredes de los hoteles que reciben a los ricos y famosos durante sus vacaciones? “La meta es desaparecer detrás de las máscaras, como colaboradores agradables e intercambiables”, dice el personaje de Armond (Murray Bartlett), que define la instancia como “kabuki tropical”, un juego de máscaras donde todos son prescindibles menos los huéspedes y sus tarjetas de crédito.

En la serie, un hombre espera abordar un avión en un aeropuerto. Una pareja le pregunta por sus vacaciones, que acaban de terminar. No eran vacaciones, fue su luna de miel, dice. Pero, ¿dónde está su esposa? ¿Se hospedó en el White Lotus? ¿No fue allí donde mataron a alguien? Efectivamente. Alguien muere en una isla y a partir ese momento se desata un juego de Clue hawaiano en el que, a fin de cuentas, sirve como una muestra de los privilegios, las presiones, los excesos y las dinámicas de poder, bajo un manto de humor negro que en ocasiones genera más incomodidad que carcajadas.

Una semana antes de la escena del aeropuerto, un barco lleno de veraneantes se acerca a la costa de la isla. Prosigamos con las presentaciones correspondientes: en el barco llegan Shane (Jake Lacy), un hombre muy apegado a su madre y a su dinero, obsesivo y controlador en extremo, que se casó con Rachel (Alexandra Daddario), una periodista que duda sobre sus decisiones al darse cuenta que su esposo quiere que deje su trabajo y se convierta en un mero trofeo. Por otro lado, también está la familia Mossbacher, encabezada por Nicole (Connie Britton), una empresaria destacada del mundo de la tecnología que se encuentra en una relación desgastada con su marido Mark (Steve Zahn), quien está preocupado por el tamaño de sus testículos, por lo que termina recibiendo una de las sorpresas más grandes de su vida; su hijo adolescente Quinn (Fred Hechinger) adicto a las pantallas, con quien Mark trata de conectar constante e infructuosamente a través de unas clases de buceo; su hija Olivia (Sydney Sweeney), que critica constantemente el estilo de vida de sus padres pero no deja de disfrutar de sus beneficios, y su mejor amiga de la universidad, Paula (Brittany O’Grady),que parece ser la única mujer de color que se aloja en el hotel.

También se encamina al White Lotus Tanya (Jennifer Coolidge), una heredera millonaria que carga las cenizas de su madre esperando el momento adecuado para tirarlas al mar y descarga sus problemas en la comprensiva gerente del spa, Belinda (Natasha Rothwell).

Allí está el elenco del desastre, navegando hacia una isla paradisíaca. Son personajes horribles. Más que horribles, son detestables. Su peor característica es que son humanos. Detestablemente humanos. Y es justamente eso lo que hace que no se pueda dejar de verlos.

Mike White, guionista y director, crea una sátira social que analiza las dinámicas de poder de los adinerados, pero también profundiza en las dialécticas y las razones que esgrimen para justificar sus privilegios. Solo basta con recordar el diálogo entre la madre de la familia Mossbacher con su hija, sobre la posición en la que se encuentra su pobre hijo que no encaja con ninguna minoría: un joven hombre blanco, rico y heterosexual. “The White Lotus intenta entrar en la mentalidad de la gente que tiene dinero y poder, y en la razón de por qué están tan a la defensiva en este momento”, dijo el guionista en una entrevista con Los Ángeles Times.

Esta tendencia a mostrar la riqueza sin romanticismo, a imaginar la intimidad de los millonarios y los famosos sin máscaras ni alicientes –y bastante insoportables, sinceramente–, parece ser parte de una línea de HBO que incluye a otras ficciones, como Succession y The Undoing, por ejemplo. También es parte de la filmografía de White, quien ya había profundizado en estos temas en su película Beatriz at dinner, un adelanto del conflicto social de la era Trump reflejado en una invitación a cenar.

Pero los trabajadores del hotel, deshumanizados e invisibilizados en muchos casos, también reproducen dinámicas de poder. Ni los malos son tan malos, ni los buenos unos santos. Cuando el encargado del hotel encuentra la mochila de las adolescentes con marihuana, ketamina y varias pastillas en medio de un episodio de estrés, empujado en gran medida por el recién casado, recae. Y de ahí en adelante el espiral parece no tener fondo. Armond se convierte en el personaje principal que une las historias y finalmente se pasa a ser el protagonista de una cadena de excesos sin fin.

White –creador de títulos tan variados como Escuela de rock, Year of the Dog, EnlightenedPitch Perfect 3– recibió una llamada de HBO en medio de las elecciones norteamericanas y el confinamiento pandémico. La plataforma necesitaba reactivar los rodajes y generar proyectos que pudieran escribirse rápido y grabarse en una única locación-burbuja. La serie se grabó en el hotel Four Seasons Maui en medio del aislamiento de la pandemia, con pruebas de covid-19 tres veces por semana. El complejo turístico de cinco estrellas, que según Los Ángeles Times, ofrece habitaciones con vistas a las transparentes aguas de la playa de Wailea por unos US$ 9.000 la noche, o un paseo privado en helicóptero a una granja orgánica por US$ 26.450, y quizás una mañana de observación de ballenas a tan solo US$23.750. Este lugar se convirtió en la locación ideal, que muchos críticos renombraron como el “hotel del infierno” después del estreno de la ficción.

A pesar de que la serie fue creada para una única temporada, HBO confirmó que habrá una segunda entrega; aunque todavía no se sabe cuál será la trama, ni si alguno de los personajes regresarán para los nuevos episodios.

Las interpretaciones son una parte fundamental del éxito de The White Lotus. Quizás una de las más sorprendentes es Jennifer Coolidge, conocida por decenas de sitcoms, parodias y comedias románticas adolescentes, alcanzó el que quizás sea uno de los mejores papeles de su trayectoria luego de dar un giro en su participación en Promising Young Woman. En general, los personajes evolucionan, se desenvuelven y muestran diferentes partes de su personalidad a medida que la historia avanza y la tensión empieza a acumularse. Una presión que se hace inaguantable hacia el final. 

Hay otro elemento que es clave cuando se trata de crear la atmósfera de la ficción: la música. Cristóbal Tapia de Veer creó una banda de sonido hipnótica y tropical, que definitivamente acentúa los momentos de tensión y la sensación paradisíaca de los paisajes naturales, dejando a su paso una sensación de documental animal que se queda con la audiencia. El musico chileno, conocido como "Cristo", ha trabajado en el pasado para otras series más oscuras, como Black MirrorUtopia.

La crítica social, si bien es aguda y retrata sin resquemores a los ocasionales veraneantes, deja la sensación de que pierde profundidad cuando se trata de los trabajadores del hotel. Si bien hay pequeñas mirillas sobre sus vidas, se hace necesario que alguna puerta se abra un poco más. Pero no podemos decir que no nos advirtieron: los empleados del hotel son "intercambiables", por lo tanto sus vidas fuera del complejo son insignificantes.

Después de una semana de discusiones familiares, desacuerdos, sorpresas, traiciones y reconciliaciones, el contingente de turistas vuelve a casa. Como si nada hubiese pasado. Sin siquiera detenerse a reparar que dejan un rastro de pequeños desastres detrás. 

“Nadie cede sus privilegios”, dice Mark en el último capitulo de la serie. "Va en contra de la naturaleza humana: todos estamos intentando ganar el juego de la vida". The White Lotus intenta demostrar que en este juego no todos empiezan en el mismo casillero, y que quizás ni siquiera están jugando la misma partida.

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